Fabián Patinho: del arte del cómic a las profundidades de ‘El Camarote de Santa Marta’

AUTOR. Fabián Patinho, entre la tinta, la imagen y el escenario.
AUTOR. Fabián Patinho, entre la tinta, la imagen y el escenario.

Desde sus inicios en Cuenca hasta su última novela gráfica, Fabián Patinho revela la evolución de su pasión artística y su obra más ambiciosa, ‘El Camarote de Santa Marta’, una inmersión en el Quito Colonial del siglo XVIII.

Fabián Patinho, oriundo de Cuenca, trajo consigo a la capital su gusto por las novelas gráficas a los 16 años. Desde temprana edad, se sumergió en el fascinante mundo de los cómics, encontrando en ellos una fuente constante de inspiración y entretenimiento.

Con más de tres décadas dedicadas a este arte, Patinho comenzó con obras cortas y ha evolucionado hasta culminar en una obra de 300 páginas. A pesar de autodenominarse como «más bien un dibujante mediocre, utilitario nada más», siempre tuvo una pasión innata por contar historias, fusionando sus habilidades gráficas con narrativas cautivadoras.

El artista compartió sus experiencias, revelando que su arduo trabajo para alinear lo visual con la narrativa le llevó a desarrollar trucos y sistemas que facilitaron su proceso creativo. Aunque reconoció los desafíos, ahora se siente satisfecho con su habilidad para ilustrar, resultado de años de dedicación.

Durante 11 años contribuyó con la tira cómica Ana y Milena. Así, lo que inicialmente fue un anhelo infantil se transformó en un apoyo económico y un espacio para relajarse mientras perseguía su verdadero sueño. También, esto le brindó la oportunidad de perfeccionar su metodología para crear novelas gráficas con una narración de largo alcance.

Ambiciosa obra

‘El Camarote de Santa Marta’, su tercera y más ambiciosa obra hasta la fecha, con un extenso total de 300 páginas, Patinho afirma que es la más compleja e intensa de todas sus creaciones, superando a sus trabajos previos, ‘El Ejército de los Tiburones Martillo’ (2019) y ‘Cielo’ (2022).

La trama se desarrolla en el siglo XVIII, específicamente en 1765, transportando a los lectores al corazón del Quito Colonial. El epicentro de la historia es el enigmático Camarote de Santa Marta, una antigua prisión de mujeres que existió desde 1595 hasta 1947.

La inspiración para esta narrativa surgió cuando Patinho descubrió una fotografía de la calle Rocafuerte, que mostraba el exterior de la capilla del antiguo hospital San Juan de Dios. En la imagen, se destacaba un pequeño cuarto con una ventanita, identificado como ‘El camarote de Santa Marta’.

Intrigado por la escasa información disponible sobre dicho lugar, se sumergió en una investigación exhaustiva. Descubrió que ese espacio era utilizado para confinar a mujeres acusadas de delitos menores e incluso como lugar de corrección para hijas de familias acomodadas. Esta fascinante premisa lo llevó a crear una novela policial, integrando el contexto histórico y social del Quito de mayo de 1765, durante la revuelta de los estancos, un hito crucial en la historia no solo de Quito sino también de América.

Dentro de la fotografía y la dramaturgia

Aunque sus obras fotográficas han conquistado la atención del público, este artista rehúsa definirse como fotógrafo, prefiriendo las etiquetas de novelista gráfico y escritor de teatro. Para él, también esquivar la designación de dramaturgo es crucial.

Su incursión en la fotografía comenzó en 2005, alcanzando su primera exposición en 2008. Ha capturado la esencia de mujeres jóvenes, mayormente quiteñas, retratándolas en colores, antes de sumergirse en el mundo de la fotografía del desnudo en blanco y negro durante los últimos cuatro años.

Sus modelos provienen del mundo escénico, incluyendo actrices, modelos y bailarinas, aunque también ha inmortalizado a profesionales como dentistas y abogadas. Lo notable es que el 80% de las modelos jamás habían posado ante una cámara antes de su colaboración.

«Técnicamente cometo un montón de errores que podrían señalarse en academias, pero lo que hago es un registro, más que ser un fotógrafo. Capturo un momento etnográfico del país y la sociedad», explicó el artista, cuya obra ha resultado en alrededor de 300 sesiones de fotos.

Además de su destreza fotográfica, se destaca como dramaturgo con 20 obras escritas y 12 estrenadas. Su estilo teatral, caracterizado por la simplicidad y la narración de historias cotidianas, refleja su deseo de crear una auténtica comedia romántica que resuene con la sinceridad expresada por la actriz Julia Roberts: yo soy solo una mujer queriendo que un hombre la ame.

En su obra más reciente, ‘El Camarote de Santa Marta’, busca explorar esta autenticidad, aunque admite que sus intenciones se tuercen en el camino, revelando una obra más oscura y hermética de lo que había concebido inicialmente. (EC)

Una crítica a las opciones de ocio para los jóvenes quiteños

Fabián Patinho compartió sus reflexiones sobre cómo las dinámicas globales están afectando la forma en que los jóvenes quiteños experimentan y ocupan los espacios urbanos.

Destacó que en este siglo, y con los acontecimientos mundiales, los jóvenes parecen estar optando por quedarse en casa debido a diversas razones, desde pandemias hasta inseguridad, paros y huelgas.

El fenómeno de la reclusión se manifiesta en la preferencia por la dispersión y evasión a través de plataformas de streaming y la computadora. Patinho señaló que esto no es exclusivo de Ecuador, sino que es un problema mundial.

Lamentó la pérdida de la vitalidad en los parques y barrios de Quito, recordando con nostalgia sus propios momentos de la infancia, cuando los parques estaban llenos de amigos y actividades. Destacó que, en la actualidad, los parques están deshabitados, el concepto de barrio se está perdiendo.

Aunque reconoce la rebeldía inherente a la juventud y la búsqueda de alternativas, Patinho considera esencial que el Estado garantice la rehabilitación de los parques y fomente el uso del espacio público.

Patinho subrayó la importancia de retomar la idea de comunidad y espacios que unen a diferentes generaciones. A pesar de la actual tendencia hacia la virtualidad, confía en un renacer de la conexión humana y la ocupación positiva de los espacios urbanos en Quito.

En Ecuador, según Patinho, existen aproximadamente una docena de personas que realizan este trabajo.

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