Nueva York no volvió a ser el mismo luego del 11-S

Trabajadores de bomberos y rescate buscan entre los escombros del World Trade Center en Nueva York, Estados Unidos, 13 de septiembre de 2001 .

Se cumple 20 años de uno de los mayores atentados del mundo, en el que murieron 3.000 personas. A raíz de la caída de las Torres Gemelas, Nueva York reforzó la seguridad y las torturas hacia involucrados se mantienen en secreto. Al final del texto participa de un ‘test’ para saber cuánto sabes sobre este suceso.

Nueva York.- Es innegable que Nueva York sigue estremeciéndose cada vez que recuerda el ataque del 11-S y las cerca de 3.000 personas que fallecieron hace dos décadas, pero la ciudad también ha sabido mirar hacia el futuro y reconstruirse casi por completo después del atentado terrorista que cambió el mundo y que hoy cumple 20 años.

Durante este semana se proyectaban imágenes del suceso, a escasos 400 metros de donde estaban las Torres Gemelas. «No puedo, lo siento», dice una neoyorquina mientras se aleja esquivando al resto del público, congregado en los jardines del Rockefeller Park para ver uno de los capítulos de la nueva serie documental de Spike Lee, «NYC Epicenters: 9/11-2021 1/2», que recuerda minuto a minuto lo que sucedió aquel día.

El dolor que aún suscitan los recuerdos de aquel 11 de septiembre de 2001 contrastan con la realidad de un energético Nueva York que ha ido reinventándose año tras año y dejando atrás el peor momento de su historia.

Las torres del World Trade Center se incendiaron poco después de ser golpeadas por aviones la mañana del 11 de septiembre de 2001 en la ciudad de Nueva York.

¿Qué cambió en Nueva York?

Uno de los primeros cambios que implementó la ciudad tras el ataque fueron las estrictas medidas de seguridad, que perduran dos décadas después tanto en los aledaños de la Zona Cero como en los medios de transporte neoyorquinos.

La plaza en la que ahora se encuentra el homenaje a las víctimas está rodeada de puestos de policía, bolardos, barreras metálicas, y, en algunas zonas, señales que indican la prohibición de la presencia de peatones, una muestra inequívoca de la profunda preocupación ante la eventualidad de otro ataque terrorista de gran dimensión.

En el transporte público de Nueva York, la campaña «If you see something, say something» (Si ves algo, di algo) recuerda constantemente a los pasajeros que alerten a las autoridades ante cualquier paquete o bolsa abandonada.

La frase nació el 12 de septiembre de 2001 y fue adoptada por la Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA) unos meses después, y desde entonces ha supuesto una fuente de ansiedad para los transeúntes, a los que se recuerda incesantemente el peligro de un atentado contra la ciudad.

Para el director del Centro Nacional de Preparación de Desastres de la Universidad de Columbia, Jeff Schlegelmilch, se trata de una campaña que ha sido efectiva, evitando por ejemplo un atentado con coche bomba en el concurrido Times Square en 2010.

«Aun así, nos estaríamos engañando a nosotros mismos si pensáramos que algo (como el 11S) no puede volver a suceder», advierte Schlegelmilch.

Una estatua de bronce cubierta de polvo de un hombre con su maletín descansa sobre los escombros del World Trade Center en Nueva York, Estados Unidos, 13 de septiembre de 2001.

El auge de los rascacielos

Todavía más visible dos décadas más tarde es, contra todo pronóstico, la proliferación de rascacielos pese a que ese tipo de estructuras resultaron ser su talón de Aquiles.

«La opinión casi universal de comentaristas y expertos era que nunca habría otro rascacielos, que a la gente le daría demasiado miedo trabajar en ellos, vivir en ellos. Que a los bancos les daría miedo prestar dinero para ese tipo de proyectos», cuenta la fundadora y directora del Museo del Rascacielos, Carol Willis.

Nada más lejos de la realidad, porque como comenta Willis, estos edificios se han multiplicado en Oriente Medio, China y el Sudeste Asiático, y también en la ‘Gran Manzana’.

Y no sólo para albergar oficinas, como era el caso de la mayoría de ellos en 2001, sino para viviendas que van a parar a las manos de los más adinerados.

«Veinte años después del 11-S, Nueva York tiene más súper rascacielos -definidos por nuestro museo como aquellos que tienen más de 380 metros de altura- que cualquier ciudad del mundo», subraya Willis.

En total, 7 de ellos superan los 380 metros, y 17 superan los 300.

Un miembro del personal limpia las placas con los nombres alrededor de las fuentes conmemorativas del 11 de septiembre en Nueva York, Nueva York, Estados Unidos, 08 de septiembre de 2021.

El otro lado de la moneda: las torturas luego del atentado

Las torturas de la CIA siguen clasificadas como «alto secreto» en Estados Unidos, la cárcel de Guantánamo permanece abierta y algunos de sus antiguos presos han vuelto al poder en Afganistán con el regreso de los talibanes.

A falta de un relato oficial sobre uno de los episodios más oscuros de la historia de Estados Unidos, EFE conversó con algunos de sus protagonistas: una senadora que arriesgó su carrera para investigar a la CIA, un exagente del FBI que se opuso a las torturas y una abogada que defendió presos en Guantánamo.

La senadora demócrata Diane Feinstein fue la principal impulsora de un informe de 6.700 páginas que hasta la fecha supone la mejor fuente de información sobre las cárceles clandestinas de la CIA y los abusos que se cometieron contra supuestos miembros de Al Qaeda bajo el Gobierno de George W. Bush (2001-2009).

«El programa de torturas de la CIA fue un error terrible. No solo contradecía nuestros valores, sino que no sirvió para lograr información valiosa de inteligencia», dijo Feinstein.

Los secretos que están escondidos en cajas fuertes

La senadora logró que en 2014 se hiciera público un resumen de 525 páginas, pero la versión íntegra permanece clasificada.

El informe fue grabado en unos discos, que a continuación fueron metidos en sobres con la frase «alto secreto» y guardados en cajas fuertes de la CIA, el Pentágono y los Departamentos de Estado y de Justicia, donde siguen hasta ahora a la espera de un presidente los desclasifique.

Nada más llegar a la Casa Blanca, Barack Obama (2009-2017) prohibió el programa de torturas, pero rechazó hacer público el informe por miedo a que avivara la ira contra EE.UU. en muchas partes del mundo.

Pese a los riesgos, Feinstein cree que EE.UU. debe hacer examen de conciencia para evitar que las torturas se repitan: «Sigo creyendo que el informe completo de 6.700 páginas debería ser desclasificado y creo que un día lo será. Es una lección crítica que nunca debemos olvidar».

El presidente estadounidense, Joe Biden, se ha comprometido a desclasificar documentos relacionados con el 11-S siempre que no pongan en peligro la seguridad del país.

Y eso rebaja las expectativas sobre la desclasificación del informe, en el que se rumorea que aparecen los nombres de los miembros del Gobierno de Bush implicados en el programa de torturas. EFE