Tal vez por lo extraño que me resulta el manejo de las distintas aplicaciones, he guardado prudente distancia de las denominadas redes sociales; mas, no pudiendo abstraerme de ellas, he soportado en las últimas semanas un bombardeo de mensajes particularmente de los adherentes a las candidaturas que se autoproclaman como las más opcionadas, en las que sin rubor alguno, emiten mensajes llenos de mentiras y agravios a sus ocasionales “enemigos”.
Por más de 40 años he dedicado mi vida a la política y a despecho de lo que muchos creen, es una actividad que me honra y a la que seguiré dedicando mis mayores esfuerzos, porque considero que una persona no puede estar ajena a lo que representa el destino de una nación; por eso me siento en el derecho de reclamar a quienes en los últimos años han denigrado a esta actividad, al extremo de convertirla en una letrina en la que se vierte lo más negativo de la conducta humana.
Si queremos que la gente comience a elegir bien, dejemos que se entere de la trayectoria y los planteamientos de los candidatos a través de los canales regulares; por nuestra iniciativa y con interés por nuestro destino, hemos de procurar conocerlos; la pandemia no puede ser pretexto para utilizar el rumor y la mentira como medio de campaña; no es mejor quien más estiércol echa a su adversario; basta de creer que debemos elegir al menos malo, como si de nuestra elección no hubiera consecuencias que nos conduzcan a todos a situaciones cada vez peores.
Basta ya de esparcir lodo y permítannos un momento de silencio para escoger la mejor opción; de otro modo, en medio de tanta falsedad, hay cada vez mayor riesgo de equivocarnos y pronto hemos de arrepentirnos de ello. No desoigamos las lecciones de la historia: nuestra mejor maestra.