Un juego de amor rechazo y odio

Ahora viene lo bueno. La expectativa y el miedo se disipan. Llega algo de claridad con los resultados de las elecciones. Cualquiera que sea el resultado, nuestro destino será defender la democracia. No llorar, tampoco atemorizarnos. Como dice una canción de Celia Cruz, no hay que llorar que la vida es un carnaval, es más bello vivir cantando.

Recordemos algunos problemas no resueltos antes de las elecciones. El primero, la ley de partidos que permitió la conformación de 280 movimientos y partidos. Fragmentó la votación. El elector recibió información de 16 candidatos y estuvo confundido y tontificado. Enredó el amor, el rechazo y el odio.

El código de partidos está ahí, nadie le toca. Duerme. Los asambleístas, no hicieron ningún esfuerzo para frenar el libertinaje y el desorden político. El país necesita leyes sencillas, prácticas, eficientes que defienda la democracia.

No olvidemos que en estos meses de campaña estuvieron disputándose los votos algunos candidatos con grillete, otros investigados por presuntos implicados en corrupción y delincuencia. Los dirigentes poderosos, tuvieron la desvergüenza de comprar o arrendar movimientos y partidos a vista y paciencia de los vocales del CNA. ¿Tal vez, el Código de la Democracia permite estas insolencias? ¿O a los vocales les traicionó el miedo de cumplir la ley?

Este caos legal nos hace creer que cualquier persona puede ser candidato a presidente o asambleísta de la república. Algunos no tienen idea de los problemas del país. Este desconocimiento es el beso de la demagogia.

En un país con 17 millones de habitantes pobres y de extrema amnesia, resulta fatal una elección con un menú de 16 opciones. La gente decide con el corazón, olvida el sentido común y la historia tanto de los candidatos como de los partidos. Un sector del pueblo ecuatoriano borró de la memoria a los gobiernos populistas crudos y destructores. No obedeció a la experiencia de sufrimiento, ni sintió dolor de esta úlcera, y peor todavía, no reaccionó con rabia.

Los populistas ensamblaron una maquinaria de hacer votos. Conquistan el poder convirtiendo en fichas móviles a candidatos, autoridades y funcionarios. Ellos han barrido los atascos que impidan un fracaso electoral de los magos de la astucia.

La mayoría de electores salieron con su domingo siete depositando el voto a favor del amor al flagelo y la crucifixión. Creyeron que recibirían un puñado de dólares a cambio de la felicidad artificial que todavía no se ha inventado en el mundo.

En la próxima vuelta electoral la población tiene la oportunidad de rechazar el amor falso y el odio voraz a la patria. Cada ecuatoriano puede dar un paso por un posible sendero de respeto social, restitución de la economía y la democracia. Ahí está el 70 % de la población que rechaza el autoritarismo, esperando a alguien que los conduzca por el camino correcto. Sólo así lo sepultarán al señor de la Buena Esperanza del partido UNES.

Nos queda poner en práctica la razón, el frío dominio de la sensatez y la generosidad con el país. Piensen dirigentes, reflexione gente del común denominador. La democracia viene del pueblo. Se crea, se defiende y se renueva diariamente por los ciudadanos, que son los supervisores últimos del sistema. El gobierno por y para ti.