Ser justos

Jorge Oviedo Rueda

¿Quién se atreve a sostener que la justicia está por arriba de los intereses económicos de las clases sociales? Que la justicia es ciega es un cuento que se inventó en Roma para defender a los latifundistas que eran los que nombraban a los césares. Ni la justicia divina ha logrado ser imparcial aquí en la tierra, porque la Iglesia, que la representa, siempre ha estado al servicio de los poderosos.

Tomás Moro, en los albores del capitalismo, advirtió con mirada zahorí cómo los señores de la tierra usaban la justicia en contra de los campesinos siervos y, cuando adviene la revolución industrial, se legaliza formalmente la esclavitud asalariada por medio de una legislación draconiana que Marx desentrañó de manera irrefutable.

La justicia ciega es un cuento perverso para sostener el edificio de los regímenes clasistas. Si se enseñara el derecho con verdad, se tendría que enseñar que lo que penan nuestras leyes es en un 98% delitos contra la propiedad privada. El sistema jurídico al servicio de los intereses del capital.

En el Ecuador nadie se atrevería a levantar la mano si preguntáramos si la justicia alguna vez ha estado al servicio “de los de poncho”. Desde Flores, hasta Lenin, sólo se ha hecho justicia para el de arriba. Si la Constitución de Montecristi reconoció derechos a la naturaleza, no pudo borrar su sello de clase.

Esta verdad, Moreno nos la quiere ocultar aderezándola con la pasta engañosa de la decencia burguesa. Se ha conseguido, para eso, a un viejo carcamal que estuvo siempre liado a las élites más retrógradas del país, un anciano que jamás tuvo el valor de dudar de lo que les enseñaba a sus alumnos. Maestros como él son necesarios para mantener el establishment, con el aplauso de una legión de ingenuos, por supuesto.

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