Pandemia e innovación

Quizá la única consecuencia positiva de la pandemia es que ha acelerado la innovación. El trabajo y la educación en modalidad remota exigieron que las instituciones, públicas y privadas de todo el mundo, tengan que acogerse a plataformas tecnológicas que permitan su desarrollo. No ha sido fácil. Las cosas funcionan, con altibajos, aunque únicamente donde existe acceso a la tecnología y al internet.

Muchas comunidades rurales desarrollaron sus propios mecanismos de innovación. Y lo hicieron con autogestión, porque el Estado demostró una vez más su incapacidad ante los desastres. En comunidades indígenas, la medicina tradicional junto con plataformas como WhatsApp, han salvado muchísimas vidas. Se abrió un gran nicho de investigación sobre las propiedades de las plantas y las herramientas que estas comunidades han utilizado con éxito en su lucha, desde el aislamiento y la pobreza, contra la pandemia.

Este año, Corea del Sur continúa liderando el Índice de Innovación de Bloomberg, relegando a Alemania durante siete años seguidos. El indicador calcula el trabajo creativo, la inversión en investigación y el número de patentes registradas. Corea del Sur registra al año más patentes que todos los países latinoamericanos juntos. Supera a Alemania y a EE.UU., que está en el puesto 11, y a todos los países nórdicos, conocidos por su innovación.

Este es el momento oportuno para que el país se enfoque en la investigación para la innovación, lo cual no implica competir en tecnología con Corea del Sur, Japón o EE.UU.

Muchas de las iniciativas de autogestión en la contención de la pandemia son una verdadera oportunidad. Las patentes de innovación que desarrollemos deben tener un sello verde. De esas plantas pueden surgir productos que pueden ser más innovadoras y potentes no solo para una vacuna sino para la cura del Covid-19 y las pandemias que han de venir.