Lecciones de liderazgo

Cuesta despedir a personas como Gustavo Noboa Bejarano, porque no andamos sobrados de ecuatorianos con esas características. O al menos, no en la palestra pública.

Un hombre que comandó el país en momentos muy críticos cuando el derrocamiento de Mahuad puso en jaque el orden constitucional con un clásico golpe de fuerza que, aunque justificado no podía romper el Estado de Derecho saltándose la norma y el respeto por el otro, como hoy sugiere el candidato Pérez.

Un Presidente que no requirió de “carisma” para reconciliar una sociedad roída y levantar los cimientos de una economía temblorosa tras el feriado bancario.

Consolidó la dolarización, jugó con un Congreso obstáculo e imprimió durante toda su carrera un aire de dignidad al servicio público que hoy muy rara vez reconocemos.

Poner el pecho a las balas, alzar la voz para clamar calma, y tener autoridad aun cuando no se tiene poder; esas son verdaderas señas de liderazgo desaparecidas.

Sobre todo, si lo comparamos con el triste comportamiento de las tres más altas dignidades de Tungurahua y Ambato en esta semana. Cuya más brillante aparición la hicieron en conjunto en un post de Facebook, 12 horas después de tener (literal) la casa en llamas. Sin importar las causas, el pueblo siempre merecerá una mejor respuesta tomando en cuenta que la Prefectura y la Alcaldía fueron ocupadas por mandato popular.

Gobernar con la indiferencia, responder desde la ausencia y continuar como si nada, tiene muchos nombres, pero ninguno se acerca al verbo liderar.

Respetar la voz disidente, creer en la unión, educar en todo el sentido de la palabra, y servir por vocación; es el legado de Noboa. Debemos responder a él, ahorrándonos los discursos de odio y desprecio propio, dejando la desidia, participando con valor y sentido del honor. Eso marca la distancia del cabecilla al líder.