La victoria bolchevique

Hace justo un siglo, Nicolás II, último zar de la dinastía Romanov, abdicó al trono y Rusia dejó de ser una monarquía. El torbellino que se vivió en 1917 causó conmoción mundial. Tras la caída del régimen zarista, el poder quedó en manos de los bolcheviques de Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, y dio inicio a la Unión Soviética.

Y es que el marxismo, de hecho, fue una especie de revelación mesiánica: el anuncio de un futuro libre y feliz, un mundo sin clases sociales ni propiedad privada; la conquista de esa tierra prometida en la que el trabajo sería vocación y nunca esclavitud. Unos pocos profetas iluminados descifraban el destino del proletariado con un solo libro en sus manos, ‘El Capital’, la Biblia.

Lo cierto es que la teoría revolucionaria de Marx, su premisa política por excelencia, no se cumplió en la Europa occidental, donde el capitalismo y sus excesos jamás desembocaron en la dictadura del proletariado. Y en otras partes del mundo, el sistema social-comunista ha demostrado ser un fracaso total.

Por eso la victoria bolchevique, que era celebrada anualmente tanto por la Unión Soviética como por otros países con desfiles y un feriado nacional -como ocurre en Cuba, Nicaragua, Bolivia y, por supuesto, Venezuela- ya casi ni se recuerda. Ni siquiera en el Krermlin. En muchos países los jóvenes y férreos revolucionarios se convirtieron en viejos y retrógrados dictadores y no hicieron nada por sus países. Al contrario: los acabaron. Una de las razones por las que la histórica fecha pasó desapercibida.


En el capitalismo, el hombre explota al hombre. Bajo el comunismo, es justo al contrario”. John Kenneth Galbraith Economista estadounidense (1908-2006)

En política hay que sanar los males, jamás vengarlos”. Napoleón III Emperador de Francia (1808-1873)