La desigualdad

Jorge Oviedo Rueda

El Foro Económico Mundial ni tan siquiera es la tribuna de las naciones más poderosas del mundo, sino el cónclave de los dueños particulares del poder mundial.

Ellos son los que deciden la suerte del 98% de la población planetaria. El conflicto entre libre-cambio y proteccionismo no es un invento de Trump, Inglaterra lo inició en el siglo XVIII en contra del proteccionismo feudal y ha sido la esencia del capitalismo. Naciones poderosas como Inglaterra, EE.UU., Francia y Alemania son fruto de esa política. Por eso resulta sorprendente que ahora la élite mundial, alineada con Trump, se muestre partidaria del viejo proteccionismo.

De adoptarse esta filosofía económica se estaría acelerando la ahora muerte lenta del tercer mundo. Sin transferencia de tecnología y con severas limitaciones al comercio, el resultado solo puede ser la muerte o la esclavitud.
Son pocos los que tienen el destino del mundo en sus manos. No son humanos, envuelven sus intereses en un discurso humanista que ellos mismos han sembrado en las grandes mayorías, convirtiendo a los esclavos en defensores del sistema que los explota.

Este capitalismo lejos está de ser un sistema ético. Aquí hay hombres que son dueños de fortunas colosales que, aunque traten de socializarse -como es el caso de Bill Gates-, siguen generando riqueza que se acumula en manos particulares. Esa mega acumulación es la que tiene al mundo oliendo a carroña.
Un nuevo socialismo, el socialismo americano de raíz ancestral andina, parte del principio del equilibrio dinámico, según el cual, la riqueza personal está permitida, pero prohibida la acumulación innecesaria. Los seres humanos podemos crear un sistema ético en el cual no será posible la igualdad, pero sí el equilibrio ético y dinámico de la vida.

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