Falsa bienvenida

Carlos Arellano

En Ecuador la xenofobia está disfrazada de un falso “nacionalismo” que criminaliza a cualquier extranjero latinoamericano que ha osado pisar la «tierra santa», sus habitantes aprovechan la más insignificante o garrafal de las equivocaciones de unos cuantos extranjeros para condenar a cualquier inmigrante, exigiendo su expulsión y el cierre de fronteras.

El imaginario nacionalista ha demostrado que el ecuatoriano es rencoroso, que vive a la defensiva y expectante de que el extranjero cometa un error para desatar su ira en cualquier momento. Aún guarda el resentimiento por ser catalogado “indio feo”, aprovechando cualquier circunstancia para evidenciar su indignación respecto a estos mal conceptualizados y subjetivos términos.

Es el propio ecuatoriano quien cree que al comprar una arepa a un venezolano o colombiano, ha comprado la potestad para insultarlo, sentirse superior, catalogarlo de mal agradecido e incluso agredirlo físicamente. Inclusive existe un creciente hostigamiento cibernético que desencadena la violencia contra los extranjeros.

Es el ecuatoriano quien ha precarizado la oferta laboral; el culpable no es el extranjero, el culpable es el ecuatoriano abusivo que aprovecha la vulnerable situación del forastero para explotarlo a cambio de una remuneración que un ecuatoriano no aceptaría.

Son los ecuatorianos mayoritariamente quienes cometen crímenes contra los propios ecuatorianos; las cifras demuestran que al menos el 95 % de los delitos cometidos en territorio nacional son cometidos por nacionales. Con estos antecedentes, los crímenes deben rechazarse y condenarse sin importar la nacionalidad de los involucrados y asumir la seguridad como una responsabilidad compartida entre el Estado, sus instituciones y la ciudadanía.

Gran parte de los inmigrantes radicados en el país son honestos, trabajadores y están comprometidos con las libertades y derechos individuales y colectivos. Por tanto, el ecuatoriano como el extranjero están obligados a cumplir los principios de una sana convivencia en un irrestricto respeto a la Constitución y leyes del país. ¡Qué la ignorancia y xenofobia no nos gobiernen!