Autonegación

El 12 de octubre, antes fecha muy importante, denostada ahora por el complejo de algunos ultristas para quienes la historia solo tiene significado cuando coincide con su punto de vista, o morigerada convenientemente por otros que sienten amenazada su cómoda imparcialidad, nos ha dejado sin nada: sin historia, sin ancestro, sin orgullo, y lo que es más grave, sin identidad.

Hace algunos años había escrito al respecto: “Cuando nos despojamos de complejos y volcamos nuestros ojos hacia nosotros mismos, pero lo hacemos sin olvidar la historia que ha vivido cada uno de los actores de esta gran epopeya, no podemos sino sentir un enorme orgullo, porque somos el producto de la fusión de dos inmensas culturas, porque el habla que hoy nos identifica es de una riqueza y una sonoridad inigualables; porque los múltiples componentes étnicos del hombre americano no significan otra cosa que la creación del hombre nuevo, múltiple, vital. Porque en los ojos de cada uno de nosotros: cafés, verdes, negros, celestes o amarillos, se reflejan siglos de victorias y derrotas, de dolores y alegrías, de frustraciones y esperanzas. Porque la sangre que ha corrido por torrentes hasta la consolidación de lo que hoy es la América Hispana es sangre enriquecida; porque todo eso significa que esta tierra, nuestra tierra, nuestro país pequeño y querido, nos plantea un reto insoslayable : ser consecuentes con ese origen tan rico y tan diverso, y procurar cada día ser dignos de esta herencia…”

Si negamos nuestro origen, y lamentablemente ni siquiera lo hacen otros, pues se trata de una autonegación, lo único que hacemos es desmerecer nuestro ancestro, convertirnos en hijos del viento, perder de vista nuestros valores intrínsecos y renunciar a nuestra identidad.

Sin ella, cual si pretendiésemos vivir sin documentos de identidad: no existimos, no vamos a ninguna parte.