¡Abajo la iniciativa privada!

Carlos Freile

El Gobierno ha dado dos muestras clarísimas de su talante político autoritario y retrógrado: dos graves limitaciones al emprendimiento privado en el ámbito de la economía; en ambos casos ha puesto freno al único motor capaz de sacar de la crisis a cualquier país, como lo demuestra hasta la saciedad la historia reciente del mundo.

En primer lugar al coartar el libre ejercicio empresario en la movilización motorizada, en segundo al hacer lo propio en la oferta de alojamiento a clientes de paso. Los estatistas gubernamentales han dado señales evidentes de no querer solucionar la falta de empleo y la renuencia a invertir, imperantes en este absurdo espacio geográfico.

En referencia al segundo caso, la regulación draconiana (estalinista la ha llamado algún agudo escritor de opinión a la plataforma Airbnb,) impedirá de manera definitiva que esta modalidad prospere y ayude a mejorar la economía de centenares de hogares. No se sabe si maravillarse más por la complejidad de las normas que deberían cumplirse o por la ignorancia transparentada en alguna de ellas.

Por otro lado no se entiende, si es que la noticia fuera verdad, que se prohíba el arrendar cuartos a estudiantes, costumbre que viene desde la Edad Media y ha ayudado a innumerables familias a redondear sus entradas. Nuestros burócratas no han salido de sus oficinas, no se han percatado que en ciudades como Riobamba, por dar un ejemplo, con abundante población universitaria en relación a su tamaño y potencial económico, el arriendo de cuartos es un rubro fundamental de la economía.

Lo grave de todo esto estriba en la mentalidad escondida detrás de estas disposiciones que cortan de cuajo la libertad de emprendimiento y la capacidad de crear formas nuevas de servicio a la comunidad.

Sin libre competencia no existe progreso económico; está muy bien que se dicten normas para toda actividad económica, pero con mesura y racionalidad. El mejor control nace siempre de los mismos consumidores o usuarios de los bienes. O cambiamos o el exceso de control terminará de matar a la economía.

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