La necesidad y el hambre lo obligan a trabajar

PERSONAJE. Con un cartel, Miguel Alvarado, ofrece sus servicios de cerrajero, gasfitero y electricidad.
PERSONAJE. Con un cartel, Miguel Alvarado, ofrece sus servicios de cerrajero, gasfitero y electricidad.

Miguel Stalin Alvarado Mejía, de 43 años, sale todos los días a buscar el pan diario en una esquina de El Guayacán.

Mientras todos descansan, Miguel Stalin Alvarado Mejía, de 43 años, está parado en una esquina ubicada al ingreso de la parroquia El Guayacán, en el cantón Quevedo, en la provincia de Los Ríos, con un cartel, buscando el pan diario para su familia, conformada de cuatro miembros.

Los días para él transcurren iguales. La necesidad y el hambre lo acechan más que el coronavirus. En su hogar, en medio de la desesperación han llegado a limitar las comidas: plátano verde y huevo, es el menú más frecuente, pero si un ‘buen samaritano’ se acerca y le regala un atún, su comida cambió ese día. Eso les ha permitido subsistir en todo este tiempo.

Pese a que lleva 15 días parado, buscando solvencia económica en el mismo lugar, asegura que sólo lo han contratado tres veces. “Estábamos esperando una ayuda, pero nada. Tomé la decisión de salir a buscarla por mi cuenta, ya no teníamos ni qué comer”, contó desconsolado.

El oficio de cerrajería, gasfitería y electricidad, lo aprendió cuando tenía 13 años. Su maestro fue su padre. Su primer trabajo fue elaborar puertas enrollables. Ahora, este trabajo le está salvando la vida a él, su esposa y sus pequeños de 3 y 6 años, pues no ha podido conseguir un trabajo fijo. “No se pudo antes, mucho menos ahora”, lamenta.

“Por la seguridad de mis hijos no quería salir, estaba esperando que se mejore esto, haciéndole caso a las leyes, porque de todas maneras hay que respetar a los mandatarios”, expresó.

Alvarado asegura que siempre respeta las leyes de cuarentena, por lo que su jornada empieza a las 7:00 y termina a las 14:00. Es allí cuando se regresa a su casa, unas veces desesperanzado y otras, feliz porque algún buen ciudadano le regaló así sea 2 dólares para la comida.

“Cuando veo a la gente trabajando de esa forma, me veo a mí mismo, porque yo estaba desesperado, es una situación agobiante, más que sea yo salgo, pero hay personas que no pueden ni salir y eso es una verdadera lástima”, expresó.

La otra preocupación es su madre, una mujer de la tercera edad, quien vive al lado su casa, por lo que también tiene que velar. “Por ella también salgo a la calle, nunca le aprobaron el bono, no trabaja, ya es de la tercera edad, mis hermanos nos han ayudado en cualquier cosa, pero ellos también tienen necesidad”, contó.

Él se suma a tantas personas que en estos momentos se encuentran desesperados en busca de comida, y salen a la calle, pese a que el coronavirus ya es comunitario y hasta se estima como mortal. “Siempre adelante, con la frente en alto, aquí se sale porque se sale”, lo dice con optimismo a pesar de todo.

Con su rostro entristecido y su voz entrecortada, espera que las autoridades colaboren con los ciudadanos que no tienen empleo, pero reza porque velen por los derechos de aquellos que se quedarán desempleados durante y luego de la pandemia, sin importar su situación.

Al igual que todos, anhela que el virus se acabe en el país y mundo entero. Desea que todo vuelva a la normalidad, aunque lo ve como un sueño muy lejano, ya que siente morir lentamente ante la crisis, pero no cree que sea imposible. (EHL)