47% de niños trabajadores en Ecuador, en situaciones de riesgo

Trabajo infantil, trabajo tóxico
REALIDAD. A las dos de la tarde, todos los niños comienzan su desfile en las montañas con sus uniformes para iniciar en las labores como el pastoreo.

Casi 5 de cada 10 niños que trabajan en el país están expuestos a situaciones de riesgo. La mayoría no recibe remuneración. La exposición a químicos y a condiciones extremas en la agricultura es el principal ejemplo.


TEXTO Y FOTOS: Alexis Serrano Carmona

Dos de la tarde. Comienza un desfile incesante de niños que suben por la montaña como ‘hormiguitas’: por todos lados y apresurados por la llovizna que comienza a caer en Zumbahua. Ni bien llegan a sus casas toman cualquier rama del suelo y comienzan a pastorear las ovejas. Aún con sus uniformes, con las mochilas en sus espaldas, corretean a los animales de aquí para allá como si fuera un juego.


Quito está a 2.800 metros sobre el nivel del mar y los jugadores de fútbol suelen quejarse de jugar a esa altura. Las casas de estos pequeños están a 3.600 metros y en unos minutos irán aún más arriba, hasta lo que llaman ‘monte’, para ayudar a preparar los terrenos de sus familias y ninguno se queja. Es el segundo día en que llueve y esa es una gran noticia para todos en esta parroquia de Cotopaxi porque cuando llega la lluvia, es momento de sembrar.


En Zumbahua, los niños empiezan a trabajar en la tierra desde pequeñitos. A alguien de seis años ya se lo considera grande y a alguien de 14, prácticamente un adulto. Al principio como ayuda familiar, pero luego, aunque no sea remunerado, es un asunto de tiempo completo, en el que están expuestos al sol, al frío, a la lluvia, a gran cantidad de humo y tierra, y a los químicos que usan para la agricultura.


El último estudio sobre el trabajo infantil en el país, que realizaron el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) y Unicef muestra que al 2013, el dato más reciente, el 2,6% de los niños de entre 5 y 14 años trabajaba. Pero, además, define que casi 5 de cada 10 de estos pequeños hacen trabajos considerados peligrosos.


La gran mayoría de estos peligros se resume en dos: exposición a productos químicos, y enfrentar fríos y calores intensos. Aunque también están el fuego, el ruido, el confinamiento…


Y hay tres datos adicionales que hacen de Zumbahua un ejemplo de esta realidad. Primero, que el trabajo infantil primario (a tiempo completo) se concentra mayoritariamente (86%) en las zonas rurales. Segundo, que la agricultura se lleva de largo la delantera (66%) como su principal actividad. Y, tercero, que el 91% de los niños trabajando en zonas rurales declaró que no recibe una paga. Hay que sumarle a eso que Cotopaxi, con el 76%, es la provincia en la que más niños trabajadores están expuestos a algún peligro.

«Nosotros realmente no sabemos si nos venden ‘sello rojo’ o ‘sello verde’, solo ponemos. No sabemos cuánto tiempo dura el efecto nocivo de los químicos. Jamás usamos máscaras, ni gafas. Nada”.

Marco Vega,
vicepresidente del comité local de salud

La rutina de estos sectores


María Berta vive en una de las tantas montañas de Zumbahua, en una comunidad que se llama Yanaturo. Tiene 34 años y cinco hijos, el mayor de 12 y el menor de uno. Su esposo emigró a Quito, donde trabaja como albañil, y los visita, literalmente, cada que puede. Además, solo de vez en cuando puede aportar con dinero para su familia. Prácticamente todas las papas, la cebada, los mellocos, las habas y la cebolla que ella y sus hijos cultivan sirven exclusivamente para alimentarse.


Su casa no tiene más de 20 metros cuadrados, unos cuantos muebles atiborrados y está llena de ovejas y un pato. Ella es delgada, bajita y tiene una sonrisa que nadie le puede quitar.


Desde hace unos años para acá, dice la joven madre, la tierra ya no es tan productiva como antes. Para obtener lo suficiente para comer, ella necesita poner en la tierra dos tipos de químicos: uno para estimularla y otro contra las plagas y contra una helada que va calcinando la cosecha a la que todos conocen como ‘lancha’.

En Yanaturo, cuando el viento sopla, se siente como agujas que se hincan en piernas y brazos. Sus hijos tienen que ayudarla porque ella sola no se alcanza para labrar, sembrar, cosechar, vender algo que se pueda y, aparte, arreglárselas con la limpieza del hogar y la cocina.

TIEMPO. Los niños trabajan desde tempranas edades. A los seis años, ya son considerados grandes para estas labores.
TIEMPO. Los niños trabajan desde tempranas edades. A los seis años, ya son considerados grandes para estas labores.

Existen dos tipos de estos químicos: los de ‘sello rojo’, que según las normas internacionales son más tóxicos; y los de ‘sello verde’, que son menos tóxicos, aunque ellos creen que son menos efectivos para las labores agrícolas. Las autoridades fomentan los frascos de ‘sello verde’,

precisamente para evitar riesgos mayores en la salud de quienes los utilizan, pero María Berta, como todos en la comunidad, no sabe qué tipo de químico le venden. “Yo solo voy al almacén y pido lo que necesito. A veces veo que viene con una cosita roja y a veces con una verde”, confiesa con su sonrisa infinita.


Según cifras de la Junta Parroquial, Zumbahua tiene un poco más de 13.900 habitantes y más del 90% se dedica a la agricultura.


Marco Vega es el vicepresidente del Comité Local de Salud. Ha vivido en el sitio sus 36 años y también es agricultor. “Claro que hay riesgos para los niños –confiesa-. Por ejemplo, después de haber regado el químico, no es raro que una madre ponga a su niño de brazos acostado en el piso mientras prepara la tierra con el azadón.

Nosotros realmente no sabemos si nos venden ‘sello rojo’ o ‘sello verde’, solo ponemos. No sabemos cuánto tiempo dura el efecto nocivo de los químicos. Jamás usamos máscaras, ni gafas. Nada”.


Y claro, los niños desde muy pequeñitos entran en contacto con todo eso. Ahí aran, ahí siembran, ahí cosechan… De vez en cuando, ahí mismo juegan. Además, están las grandes polvaredas que se levantan con los vientos y el hecho de que muchos siguen quemando la hierba porque les han dicho que eso mejora el terreno.


Y esta es una realidad que no se puede ocultar. Fabián Agualongo, director del recientemente inaugurado Centro de Salud, revela que las principales enfermedades en la parroquia son las afecciones en la piel, como dermatitis y micosis, y las infecciones respiratorias, que son la principal causa de morbilidad. El médico está seguro de que al menos la dermatitis tiene que ver con los químicos usados en la agricultura, pero asegura que esta también podría ser una de las causas para todas las demás.


Los hijos de María Berta han mostrado muchas veces “ronchas” o irritaciones de la piel. Pero ella jamás los ha llevado donde el médico. “Eso también es común, no tenemos la costumbre de ir nomás al doctor”, explica Vega.

Los paisajes de Zumbahua son como extraídos de un colorido cuadro. Para llegar, hace falta recorrer una serpenteante carretera desde Pujilí, rodeada por todo lado de montañas y de rocas. Hay que pasar por las casonas de los pintores de Tigua, llenas de máscaras y de cuadros. El viaje toma casi una hora en vehículo liviano y uno queda a 10 minutos del Quilotoa.

PERJUICIO. Incluso niños de brazos acompañan a sus madres durante las jornadas en la agricultura.
PERJUICIO. Incluso niños de brazos acompañan a sus madres durante las jornadas en la agricultura.

Hace 10 años, las calles del pueblo eran casi todas de tierra, ahora, casi todas están adoquinadas. En el centro hay una feria de comidas, víveres y artesanías que se ofertan a los escasos turistas. Arriba están las comunidades apostadas en las montañas donde la imagen de los niños en los terrenos se repite.


Zumbahua refleja la realidad del trabajo infantil en situaciones peligrosas pero solo es un ejemplo de todas las poblaciones que habrá con casos similares en las provincias que constan en el estudio del INEC y Unicef: Chimborazo, Bolívar, El Oro, Imbabura, Cañar, Carchi…


Plan Internacional es una oenegé que trabaja por el cumplimiento de los Derechos de la Niñez. Lleva en el país más de 30 años y está en varias provincias. Su directora, Rossana Viteri, tiene un halo de molestia en sus ojos cuando dice que: “En ninguna parte de la Convención dice que el niño tiene derecho al trabajo. Los niños tienen que jugar, que prepararse, que descansar, que educarse. El trabajo les quita horas para hacer todo eso. Es decir, les quita tiempo para ser niños y para desarrollar sus capacidades”, recalca.


Además, la experta explica que los efectos a largo plazo de la exposición de los menores a estos peligros pueden llegar en varias facetas. En lo físico, su cuerpo no desarrolla como debería porque desde pequeños están sometidos a grandes esfuerzos; en el caso de los químicos, como se ha demostrado, traen problemas directos a la salud; y por el exceso de horas de trabajo, se ven limitados su sociabilidad y el aprendizaje.


“¿Por qué se produce el trabajo infantil? Porque los padres no tienen las condiciones adecuadas para solventar los gastos. La pobreza está siempre presente, sobre todo en el área rural. Yo creo que las cifras de trabajo infantil esconden el trabajo rural, que empieza como apoyo a la familia pero también como enseñanza de las habilidades. Y eso ha evitado que se tomen acciones más fuertes al respecto”, argumenta Viteri.


Ella cree que algo que sí han mejorado respecto a lo que era hace 10 años, por ejemplo, en el acceso a la educación. Y eso coincide con las cifras del INEC y Unicef, que establecen que en 2013 apenas el 0,5% de los niños trabaja y no estudia, mientras que en 2001 la cifra era de 3,9%.


La experta piensa, sin embargo, que una mejor información para los padres en las zonas rurales sobre los riesgos de este tipo de actividades para los niños es la gran deuda del Estado.

El futuro es el día a día


Lejana a las cifras, María Berta sigue con sonrisa infinita. Tiene una esperanza: que la cosecha que vendrá será buena y le alcanzará para comer y para vender algo más en el mercado. Cree que los mellocos se le darán muy bien. Sus hijos siguen pastoreando. El penúltimo, de 6 años, corre feliz hacia el horizonte lleno de montañas, como si estuviera jugando a las ‘cogidas’ con las ovejas. María Berta entra a la casa. Va a servir la mesa. Habrá “sopita de cebada”.

Trabajo infantil, trabajo tóxico

Afecciones y progresos


Según el estudio presentado por el INEC y Unicef, el trabajo infantil está ubicado con mayor intensidad en la zona centro sur de la Sierra. En Cotopaxi, Bolívar y Chimborazo, la incidencia está en alrededor del 20% de los menores de 15 años.


Además, aunque Guayas es la provincia con mayor número de niños trabajadores (llega al 13% de la cifra nacional), entre Cotopaxi, Chimborazo y Azuay llegan al 30% de todo el país.


En varias publicaciones, el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) ha resaltado la reducción que en trabajo infantil se ha dado en el país en los últimos años. El INEC lo refrenda. Según sus cifras, en 2001, el 11,4% de los niños trabajaba; en 2007, el 8%; y en 2013 ya era apenas del 2,6%.


Según el MIES ya no hay pequeños trabajando en los basurales del país y la siguiente meta son los mercados.

Trabajo infantil, trabajo tóxico

Consecuencias
Problemas de salud y violencia

° Gritos
° Agotamiento
° Fiebre
° Insultos
° Problemas respiratorios
° Golpes
° Lesiones, fracturas, dislocaciones
° Quemaduras
° Problemas digestivos
° Problemas en la piel

FUENTE: INEC/Unicef

Trabajo infantil, trabajo tóxico
REALIDAD. En las zonas agrícolas de Zumbahua, los niños comienzan a trabajar apenas salen de la escuela.