La trampa

Los partidos y movimientos políticos extremistas, antidemocráticos, de derechas o izquierdas, defienden, cada cual a su manera, las dictaduras abiertas o disfrazadas, sea para mantener un estado de cosas que les favorece o para, presuntamente, construir una sociedad equitativa y justa. Fascismo y comunismo proclaman, del mismo modo, la necesidad de sistemas de partido único.

Como en el contexto del fin de la Guerra Fría era impresentable proponer un modelo de esta naturaleza, el Socialismo del Siglo XXI, para perpetuarse en el poder, optó por un sistema hiperpresidencialista, fundamentado en la experiencia del Partido Revolucionario Institucional de México (PRI), que gobernó en solitario a ese país por más de sesenta años. Los teóricos consideraron, además, superada la alternativa de la dictadura del proletariado y atribuyeron al caudillo iluminado, capaz de representar los intereses populares, el liderazgo del proceso que llevaría a derrotar al imperialismo y a la dictadura burguesa, para construir la sociedad sin clases y sin explotación.

En Ecuador, la estrategia les funcionó bastante bien: Llegaron al poder utilizando las instituciones de la democracia y sistémicamente destruyeron los fundamentos republicanos, en particular, la división de funciones y el sistema electoral. Si en 2005 participaron en las elecciones nacionales 85 organizaciones políticas, en 2009, lo hicieron 255. En la actualidad existen en el país 283 organizaciones políticas.

Posteriormente, de modo arbitrario, inconstitucional e ilegal impusieron el método de D’hondt de distribución de escaños y suprimieron, en su beneficio, las restricciones para el uso de los recursos públicos en las campañas políticas de los candidatos oficialistas. El escándalo del caso denominado ‘arroz verde’, muestra hasta qué extremos estaban dispuestos a llegar.

Al iniciar el nuevo proceso electoral, con 17 precandidaturas a la presidencia de la República y con la elección de asambleístas en la primera vuelta, el problema mayor se presentará en la composición fragmentada de la función Legislativa, convirtiéndola en espacio propicio para componendas, repartos y venta de votos. En otro orden, en el futuro, quien resulte elegido presidente podrá disponer de todo el aparato del Estado para intentar mantenerse indefinidamente en el poder.

Por las razones antes expuestas, es importante lograr acuerdos urgentes, antes de las elecciones próximas, para que, en las anunciadas propuestas de consulta popular, se tome en cuenta la reforma del mal llamado ‘Código de la Democracia’ para así poder rescatar la institucionalidad que el interés nacional reclama.