El llanto mudo de los cementerios, sumado al terrible impacto social y económico que mina la existencia del hombre en general, refleja el alcance de la pandemia del Covid-19 en el mundo; pues se trata de un fenómeno que sorprendió a la humanidad, viendo incluso las grandes potencias, como el patógeno ha sobrepasado los límites de la ciencia, sintiéndose el humano incapaz de detener sus secuelas y aceptando diariamente el aumento de contagios; y como consecuencia, de muertes que ha llevado al mundo a la desesperación, marcando sin temor a equivocarnos, un antes y un después de este abominable suceso.
En nuestro país, las secuelas son impredecibles, habiéndose sumado una diabólica actitud de unos desalmados compatriotas que, revistiendo su actitud de corrupción, amenazan con desestabilizar al Estado y destruirnos como personas y familias. Nunca pensamos existan mentes enfermizas que, sin importarles el dolor y la angustia de sus compatriotas azotados por una pandemia, busquen réditos económicos para satisfacer sus diabólicos fines, entronizándose, merced a favoritismos políticos, en una prometedora entidad del Estado: el IESS, creada con el supremo fin de asegurar precisamente la atención de sus afiliados en varios frentes sociales y económicos. Esperamos con alentadora fe, que no decaiga la mano salvadora de la Fiscalía, para que sea la ley, la que nos permita a los afiliados recuperar lo robado en decenas de hospitales y devolvernos la lejana tranquilidad, porque no estamos dispuestos a entregar un céntimo de nuestros escuálidos e inexistentes recursos, a saldar vacíos dejados por el mal manejo y la corrupción comentada.