Venezuela, la salida cubana

Rafael Rojas

El historiador argentino Pablo Stefanoni, estudioso de las nuevas izquierdas latinoamericanas observa que con Maduro toma forma un “retroceso nacional-estalinista” que escinde el socialismo regional. A algunos parece excesiva la definición de “estalinismo” pero, bien entendida, adquiere sentido como vuelta a una reconstitución endógena del campo político, que parte de la exclusión o la purga del bando opositor.

En América Latina la izquierda que respalda a Maduro es la procubana, es decir, la comunista. No la neomarxista ni la populista que se desmarca de Maduro, y que es mayoritaria no solo en Venezuela sino en todo el continente latinoamericano. Los comunistas o, más precisamente, los estalinistas, son minoría en la región y lo saben. Prefieren camuflar su doctrina bajo el discurso populista y no porque vivamos una atmósfera macartista.

Desde la caída del Muro de Berlín el estalinismo latinoamericano ha vivido encubierto en la retórica del populismo porque se sabe minoritario. En su versión geopolítica más burda el llamado a defender a Maduro parte de la premisa de que su caída reforzará el giro a la derecha en la región. Además de suponer el cinismo de que a la izquierda hay que preservarla en el poder, aunque se vuelva despótica.

Los socialistas democráticos gobiernan en unos países y pueden regresar al poder en otros. De hecho, la izquierda es más sólida, como opción política, ahí donde ha gobernado sin desarticular la constitucionalidad democrática. La ciudadanía latinoamericana descree de la democracia, pero más descree del despotismo.

La única salida que queda al régimen venezolano es la vía cubana y opta por la misma en medio de la crisis. Pero para transitarla precisa de algunos imposibles como el exilio de más de la mitad de la población o un respaldo de Rusia o China. Aún así, Maduro puede sobrevivir aislado aprovechando la experiencia de los cubanos. Solo la unidad y la lucidez de la oposición venezolana pueden impedir ese otro anacronismo en el Caribe.

El régimen madurista ha sido siempre un poder resistente a la apertura interna y la integración global de Cuba. Ahora amenaza no sólo con revertir el tímido pragmatismo que introdujo la política exterior de Raúl Castro sino con fracturar a la izquierda latinoamericana. Esa fractura será positiva porque la izquierda democrática saldrá fortalecida. Lo veremos cuando una emergente generación de políticos, desentendidos del neoliberalismo y del neopopulismo, lidere los nuevos gobiernos y las nuevas oposiciones del siglo XXI.

*Editado del original publicado
por la revista mexicana Nexos del 1 septiembre de 2017.