Julio César Trujillo

POR: José Albuja Chaves

Alguna vez escuché a un orador ignoto afirmar que los primeros 50 años son los “más difíciles de la niñez”, contradiciendo abiertamente a aquella clasificación de marras que distingue al hombre en grupos etarios predeterminados, confiriendo a cada cual sus características, sus potencialidades, fortalezas y, claro, a los más avanzados en acumulación de años, sus debilidades y cercanía a rendir culto a la existencia.

En la antigüedad, el hombre maduro, el más veterano devenía en asesor y consejero de una comunidad, pues era un contenido acumulado de experiencias, conocimientos y hasta de innegable sabiduría para influir en la sociedad de su entorno hacia senderos y recorridos en la búsqueda de la satisfacción de sus mínimas necesidades, cuando no de la felicidad misma, o al menos el hecho cierto de una madurez para reciclarla en las demás generaciones.

Innegable el hecho de que el hombre está para nacer, crecer, reproducir y morir, como parte de un acontecer vital de connotaciones cíclicas inevitables. Pero el hombre, ciertos hombres, han remontado aquella curva o parábola y se han hecho también para trascender.

Cuando Ortega y Gasset dijo que “soy yo y mis circunstancias”, al mismo tiempo nos afirmaba que deseaba ser un “hombre de tamaño natural”, advirtiendo que edad, valores, interioridad anímica y cerebral, gestualidades, empatías y hasta el perdón, no admitían límites para determinar a un hombre que no sea su propio convencimiento de lo que él mismo representa a sí mismo y entre un conglomerado cualquiera.

Un hombre transparente, íntegro desde adentro, luchador con las inequidades de los demás, de probidad indiscutible, rebelde ante la corrupción, no es viejo o inoperante, si su lucidez es luz social, su energía es dinamia social, y su presencia asusta a los débiles de manos en bienes ajenos. Si su presencia es ejemplo refulgente para vislumbrar un país que puede resurgir desde la adversidad, cuando los aviesos, que ahora son muy pocos o quizás se han escondido, revolotean la carroña que se les va extinguiendo.

Nuestro homenaje a Julio César Trujillo que camina por su tierra natal y por el país con la frente en alto, mirando al frente y anhelando un nuevo Ecuador que casi nos secuestra generacionalmente.