Violencia simbólica: éxito millonario de Shakira

Shakira y su laberinto, Una profesional nos da una
polémica visión diferente de lo que significa en realidad este enfrentamiento.


“El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal”.
(Simone de Beauvoir)

El 11 de enero de 2023 la cantante de nacionalidad colombiana “Shakira”, lanzó BZRP Music Session 53, un sencillo que ha superado los tres millones de reproducciones en YouTube, por su controversial canción Bizarrap, en la que transgrede verbalmente al padre de sus dos hijos menores de edad, que lo único que pone de manifiesto, es el resentimiento hacia su expareja, Piqué por haberle sido infiel con Clara Chía.

Esta canción no ha dejado a nadie indiferente, ya que en la letra expresiones como:
“(…) Sorry, baby, hace rato que yo debí botar ese gato. Una loba como yo no está para novatos. Una loba como yo no está pa’ tipos como tú. Pa’ tipos como tú. A ti te quedé grande y por eso estás con una igualita que tú.«Tanto que te dabas de campeón y cuando te necesitaba fuiste tu peor versión», (…) «Me dejaste de vecina a la suegra», (…) «Cambiaste un Ferrari por un Twingo» o (…) «Cambiaste un Rolex por un Casio», (…) «Yo solo hago música, perdón que te salPIQUE» o «Tiene nombre de persona buena (…) CLARAmente no es como suena»(…)”.

Mostrando como la violencia simbólica ha sido construida socialmente dentro del contexto de esquemas asimétricos de poder, caracterizados por la reproducción de roles sociales, estatus, género, posición social, categorías cognitivas o de estructuras mentales, puestas en juego como parte de una reproducción encubierta y sistemática; como la letra de esta canción cuya violencia invisible está soterrada en la creencia de que la vejación o la deslegitimación por aspectos físicos, económicos, culturares u otros nos hacen superiores a los demás.

Como lo ha señalado Bourdieu, el “Habitus”, se desarrolla en los seres humanos a través de la reproducción cultural; así como de la naturalización de determinados comportamientos y valores, que la sociedad ha ido incorporando en las relaciones simbólicas que repercuten en efectos directos sobre la mente de los sujetos sociales, volviéndolos normales, divertidos e incluso admisibles o justos para resarcir comportamientos improcedentes.

Si bien, la tristeza, la ira; así como la decepción o la depresión son un tipo de trastorno emocional resultado de una acción que afecta los pensamientos y el comportamiento de una persona que le provocan dificultades para continuar con la vida, y que incluso pueda hacer pensar a muchos que no vale la pena vivir; no es a través de la violencia simbólica como se va a recuperar la autoconfianza o el amor propio.

La validación de este tipo de acciones por parte de la sociedad ponen de manifiesto, el menoscabo moral y la incursión de sociopatías que pueden exteriorizarse en personas “muy agradables e incluso carismáticas” que pueden llamar la atención y a veces despertar admiración y elogios de los demás; sin embargo, sin darnos cuenta y aprovechándose de la vulnerabilidad de los demás; y, de situaciones análogas de muchas mujeres u hombres, las utilizan en su propio beneficio siempre con un motivo oculto, lastimar más a los otros sin comprender que las personas tienen sentimientos y que se van a ver afectadas también por sus actos.

El sentirse con el derecho de lesionar a los otros, al parecer no ha sido remediado desde la Edad Media, ya que al igual que Michel Foucault, desde la Edad Media el suplicio era un riguroso modelo de demostración penal, cuyo objetivo era el de manifestar la verdad que se había obtenido gracias al resto del proceso penal, y que hacía del culpable el pregonero de su propia condena al llevar el castigo físicamente sobre su propio cuerpo (paseo por las calles, cartel, lectura de la sentencia en los cruces…).
Al parecer en plena era de la globalización los espectáculos punitivos siguen subsistiendo como medios punitivos para juzgar toda una serie de pasiones, instintos, anomalías o inadaptaciones; haciendo efervescer a las sociedades, cuyo concepto de “humanidad” se vuelve dudoso, porque evidencia solo al derecho de defenderse a cualquier costo, conservando el antiguo modelo inquisitorial.