Leopardos

Alan Cathey hace un análisis profundo del futuro de la guerra en Europa y los peligros de un estallido generalizado y sus consecuencias.

El martes pasado se cumplieron once meses de guerra entre Rusia y Ucrania, originada en la invasión, con cerca de 200 mil soldados, artillería, misiles, tanques, aviación, navíos y otros vehículos, de un país con el que Rusia había alcanzado, tras la disolución del Imperio Soviético, del que ambas fueron parte hasta 1992, unos muy precisos y claros acuerdos de límites, con fronteras definidas con total precisión. Efectivamente, en 1994, en Budapest, se definieron solemnemente las fronteras, en el tratado homónimo.

En este se establecía además que las armas nucleares soviéticas ubicadas en territorio ucraniano, se entregaran a la Federación Rusa, nombre adoptado por la exrepública soviética rusa.

VIOLACIÓN AL DERECHO INTERNACIONAL

La intangibilidad de los tratados y acuerdos internacionales es uno de los pilares sobre los que descansa toda la arquitectura del Derecho Internacional Público, como medio para el mantenimiento de la paz entre los Estados. Esta arquitectura ha sido en buena medida la razón por la que, después de 1945, no se hayan producido guerras entre Estados europeos, algo inédito en al menos 1000 años de historia. Desde la perspectiva del Derecho Internacional, la agresión rusa no se puede justificar bajo ningún criterio, constituyendo una violación a todo principio de derecho. Es por esta razón que la agresión rusa haya sido rechazada de manera prácticamente universal. Únicamente las dictaduras de Siria, dependiente de Rusia para su supervivencia, la de Corea del Norte, la de Bielorrusia, vuelto ya un Estado satélite ruso, y la de Nicaragua, se expresaron apoyando la agresión. Ahí si cabe perfectamente el dicho del “no me ayude compadre”.

ERRORES DE CÁLCULO

Seguramente, parte de las razones por las que Rusia resuelvió atacar, se originaron en un cálculo sobre la falta de disposición que Rusia veía en Europa y en Estados Unidos, de apoyar decisivamente a Ucrania, y otro, sobre la capacidad militar de ésta para resistir al ejército ruso, más allá de unos pocos días.

Ambos cálculos se demostraron totalmente equivocados, y el propósito ruso de presentar a la comunidad internacional unos hechos consumados, como sucediera en 2014 con la unilateral anexión de Crimea, se vino abajo ante la inspirada resistencia ucraniana que logró detener y luego rechazar los intentos rusos por una rápida captura de Kiev para decapitar al Estado ucraniano, instalar un gobierno títere, y eventualmente anexionarse el país, o al menos el territorio entre el rio Dnieper y el mar de Azov. Estos errores se dan por la deficiente información que recibe Putin sobre las capacidades de sus fuerzas armadas para obtener una rápida y decisiva victoria sobre Ucrania, por parte, tanto de la FSB, la sucesora de la KGB, como del GRU, encargado de la inteligencia militar rusa.
PLAN FALLIDO

Con el plan de batalla ruso caducado en un mes, por la grave derrota de sus fuerzas en el intento de una temprana captura de Kiev, y su “retirada estratégica”, como Putin denominó a la desbandada de las fuerzas empleadas en ese ataque, el carácter del conflicto cambió radicalmente, entrando en una fase distinta, una guerra de desgaste estática, parecida a la I guerra mundial, con Rusia buscando, por su superioridad artillera, desangrar a las fuerzas ucranianas, al obligarlas a defender sus ciudades, como fue el caso de Mariupol.
Mientras tanto, la OTAN y Estados Unidos no se quedaron de brazos cruzados, pese a las intimidaciones y amenazas rusas, incluso del uso de sus armas nucleares contra los países que apoyaran a Ucrania suministrándole las armas que ésta pedía para su defensa. Para paliar en algo la superioridad rusa en tanques y aviones, Ucrania recibió misiles antitanques y antiaéreos, muy bien aprovechados por la defensa ucraniana para detener el ataque en el norte y el noreste, frente a Kiev y Jarkov. El pedido ucraniano de unidades de artillería modernos finalmente fue atendido, con la provisión de los sistemas HIMARS, que han resultado altamente efectivos y han ayudado en la contraofensiva ucraniana de septiembre pasado, que tomó a Rusia a contrapié, y le permitió a Ucrania recuperar importantes territorios ocupados.

EL “GENERAL INVIERNO”
Como se había supuesto, el severo invierno ha frenado operaciones en gran escala, con excepción de la persistente acción rusa para la captura de la ciudad de Bakhmut, todavía en poder de Ucrania.
La exitosa contraofensiva ucraniana mostró las costuras de las fuerzas rusas, y Putin se vio obligado a convocar a más de 300 mil reservistas, con graves consecuencias para la moral rusa. Cientos de miles de posibles llamados a filas, optaron por escaparse del país y refugiarse donde pudieron, mostrando su poca disposición de ir, posiblemente, a su muerte, tanto a causa de la efectividad de la defensa ucraniana, como la incompetencia del propio mando ruso, que ha dado lugar al cambio de los encargados de la conducción de la guerra en varias oportunidades, y a la humillación de ser ninguneados por el jefe de las bandas de mercenarios del ejército privado de Putin, el “chef” Prigozhin, que hoy se ufana de la conquista de Soledar, el primer éxito ruso en el campo de batalla en muchos meses, a menos que se quiera considerar así a la otra gran “retirada estratégica” de Jerson o la campaña terrorista de bombardeos a las centrales eléctricas ucranianas para utilizar el frío como arma de exterminio, copiando el modelo staliniano de 1930/34, del exterminio por hambre de la población ucraniana, en el genocidio conocido como Holodomor.
VAN LOS LEOPARD…, Y LOS ABRAMS
La noticia, tras largas deliberaciones entre los aliados de la OTAN, de finalmente aceptar entregar tanques de batalla equiparables o hasta superiores a los tanques rusos, así como el importante apoyo económico al gobierno de Kiev, ha provocado una reacción rusa de menosprecio, anunciando que tanto los tanques Abrams norteamericanos, como los Leopard alemanes, serán “incinerados” en Ucrania, afirmando que no cambiarán nada en el conflicto, pero también de certeza de importantes problemas futuros. Es posible que alguna razón tenga, pues no parecería que se vaya a entregar suficientes unidades como para marcar una diferencia decisiva, pero después de ver el muy inteligente y efectivo uso que ha dado Ucrania a los equipos disponibles, es mejor no anticipar criterios. En cualquier caso, la decisión adoptada abre la puerta a entregas futuras, ante lo que aparentemente podría ocurrir en un corto plazo, esto es, una nueva gran ofensiva rusa, habida cuenta que los reservistas incorporados en la leva de septiembre pasado estarán terminando ya su entrenamiento básico, y podrán ser enviados al frente.

Se ha mencionado insistentemente sobre la posibilidad de un nuevo asalto desde el norte, hacia Kiev, con la participación del ejército bieloruso de Lukashenko, quien ha resistido hasta ahora todas las presiones de Putin para entrar al conflicto, más allá de permitir el uso de su territorio para que las fuerzas rusas ataquen desde ahí.

Es evidente que Rusia ha perdido muchos soldados de primera línea y gran cantidad de equipo militar, pero las bajas ucranianas no se quedan atrás. Esa guerra de desgaste no es un buen escenario para Ucrania, dada la diferencia demográfica y económica entre los dos países, además de que el conflicto, y por tanto los daños y destrucciones se están produciendo en su territorio, y que son sus ciudadanos civiles los que están siendo masacrados en los ataques terroristas rusos.

Como demostró ya en septiembre, la mejor oportunidad para Ucrania esta en una guerra de gran movilidad, donde la capacidad de sus mandos medios para desplegar su iniciativa les dé la ventaja sobre una oficialidad rusa a la que se ha inculcado a martillazos una ciega obediencia y la disposición de esperar órdenes, antes que tomar decisiones. Para eso requiere Ucrania de esos tanques, que por tanto tiempo ha estado pidiendo.

Las unidades blindadas con que contaba al inicio de la guerra eran antiguos tanques soviéticos T-72, cuyos repuestos y partes, así como las municiones, provenían de Rusia, y por ende les era imposible acceder a éstas. Varios de los ex miembros del Pacto de Varsovia tenían en sus inventarios esos tanques, que pronto fueron transferidos a Ucrania, ante promesas de ser reemplazados por tanques Leopard de nueva generación, lo que ayudó a Ucrania a superar los difíciles momentos iniciales de la agresión. Tras derrotar a las fuerzas rusas ante Kiev, Rusia se convirtió en el principal proveedor de tanques para Ucrania, después de dejar abandonados cientos de vehículos involucrados en ese ataque y quedarse sin combustible por la desastrosa logística rusa, además de aquellos perdidos por daños mecánicos elementales o más serios. A los primeros, los ucranianos los repararon, con piezas canibalizadas de los más dañados. Se estima que Ucrania obtuvo así más de 250 tanques operativos, según la inteligencia británica, tras las contraofensivas de Jarkov y Jerson.

EL FRENTE INTERNO

El decreciente entusiasmo por la guerra entre la ciudadanía rusa, a la que se había asegurado que no habría movilizaciones de reservistas ni envío de conscriptos al frente, queda evidenciada por la estampida de rusos en edad de combatir, que se mandaron a cambiar tan pronto se ordenó la movilización. Seguramente, esa es la razón para haber dado carta abierta al Grupo Wagner para el reclutamiento de mercenarios entre los más peligrosos delincuentes rusos, presos por los más execrables crímenes, con promesas de amnistía si combatían por 6 meses. Ése es el nivel al que ha llegado el otrora temido ejército ruso, compitiendo con delincuentes comunes por el favor de Putin. Es importante comprender que, al momento, el 25% de las fuerzas rusas en Ucrania, son mercenarios del Grupo Wagner, en el orden de 50 mil, que combaten por la paga, el botín y el perdón de sus crímenes. Fácil es contextualizar las noticias sobre las atrocidades y crímenes de guerra cometidas por las fuerzas rusas en Ucrania, conociendo el origen de sus tropas. La noticia sobre el interés del más peligroso asesino serial ruso, con más de 80 mujeres asesinadas tras violarlas, por incorporarse al Grupo Wagner, causó general revuelo. Con su hoja de vida, seguramente entrará al Grupo, mínimo, como Coronel.

Incluso para la sociedad rusa, debe resultar difícil digerir que sus peores delincuentes se hallen próximos a ser hombres libres, sueltos para reanudar sus actividades criminales, con la experiencia de una guerra y la capacitación recibida en el uso de armas de guerra.

RIESGOS DE ESCALADA
Putin es consciente de que su posición en Rusia se ha visto erosionada y menguada por lo que sucede en Ucrania, cada vez conocido por más personas, pese a la censura y a la asfixiante propaganda, pues hay ya mucha gente que ha visto regresar a sus hijos, o a los de sus parientes y amigos, en ataúdes, cuando no mutilados, de algo que su líder no se atreve a llamar por su nombre.

IMPERDONABLE, LA DERROTA

Putin sabe muy bien que, si algo no perdona la sociedad rusa, es el fracaso militar. La memoria de 1905, con la derrota rusa ante Japón, que sería el inicio del derrumbe de la dinastía Romanov, estará rondando la mente de quien se considera el heredero y continuador de la vocación imperial rusa y soviética; y, la escasa eficacia de sus fuerzas armadas ciertamente no va a contribuir a su tranquilidad. La posibilidad de una derrota rusa en una guerra convencional, como lo han expresado ya algunos de sus adláteres, podría abrir las compuertas para la escalada del conflicto, más allá de las armas convencionales, al uso de armas atómicas. Putin sabe que está totalmente solo en caso de llevar adelante sus amenazas, pues hasta su aliado supuestamente incondicional, el premier chino Xi Jingpin, fue enfático en rechazar la utilización de las amenazas nucleares, y mucho más el eventual empleo de tales armas.

CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD

Putin es además consciente de que sus tropas han cometido atrocidades en Ucrania, como lo es la opinión pública internacional, a la que una prensa libre de las mordazas que la acallan en Rusia ha podido mostrar las comprometedoras imágenes de los crímenes de guerra y contra la humanidad, cometidos por los ocupantes rusos. Tampoco su táctica para aterrorizar y matar de frío a la población civil ucraniana será olvidada, y menos aún los ataques indiscriminados contra viviendas, escuelas y hospitales. Seguramente, recordar el destino de los líderes serbios juzgados por la Corte Penal Internacional por similares delitos, tampoco alentará a Putin, ni a su camarilla de fanáticos, a buscar una solución no militar al conflicto. Viéndose perdidos y en riesgo de ser señalados como responsables de la catástrofe, el riesgo de alternativas desesperadas ciertamente está presente.

Aún en el evento de continuar una guerra por medios convencionales, Rusia dispone de una industria potente y de recursos, cierto que, menguados por las sanciones, pero que le permiten mantenerse en operación. Cierto es que se terminará dañando gravemente a la economía rusa, con la caída del nivel de vida, pero estas consideraciones no afectan, ni a Putin, ni a su círculo de oligarcas, por lo que la guerra convencional puede extenderse por largo tiempo. No se avizoran salidas que no pasen por el campo de batalla, con todo lo doloroso que esto significa para Ucrania, pero la pretensión rusa de quedarse por la fuerza con territorios ucranianos sería abrir una peligrosísima Caja de Pandora, para que las diferencias entre los países, en adelante, se resuelvan a los tiros. En un mundo en el que la proliferación nuclear va en aumento, tarde o temprano se producirá una tragedia, que podría llevar a un desastre inimaginable.