Pan y circo

La Roma Imperial comprendió hace más de 2 mil años, que la condición esencial para que el poder pudiera ejercerse sin conflictos ni problemas era mantener a la plebe contenta con un poco de trigo y unos litros de aceite y entretenida con los espectáculos semanales o poco más, que se organizaban en coliseos y anfiteatros, especialmente construidos para el efecto. Las ruinas del Coliseo Romano nos dan fe hasta hoy de la monumentalidad de la obra y su importancia para la urbe.


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Coliseos como éste se replicaban por todo el Imperio, desde Iliria hasta la Galia y las crónicas que nos narran el ascenso al estrellato, efímero por lo general, de gladiadores provenientes de todos los rincones del Imperio, que, tras el brutal proceso de eliminación por muerte del adversario, avanzaban hasta la consagración definitiva en el Coliseo Romano para unos pocos o para mirar el pulgar del emperador, al que saludaban con el ritual “los que vamos a morir te saludan”, marcándoles el camino al inframundo, para la menos afortunada mayoría.

ADMIRADOS ESCLAVOS

Pese a su condición de esclavos, los gladiadores eran personajes admirados por la sociedad romana, invitados a los ágapes y banquetes, que frecuentemente terminaban en excesos de todo tipo. Una medida que nos puede dar luces sobre la decadencia del Imperio, será la despedida de Nerón diciendo “que gran artista pierde el mundo” o conocer de la participación de Cómodo, el hijo del gran Marco Aurelio, mezclándose con los gladiadores en la arena. El abismo abierto en las aficiones culturales de la Grecia clásica, que dio al mundo inmortales piezas teatrales, no hizo más que ahondarse con el pasar del tiempo, para ser reemplazada por la “cultura” del espectáculo masivo y cruel.

La “civilización del espectáculo”

Hace poco más de 10 años, Mario Vargas Llosa publicó un ensayo titulado “La civilización del espectáculo”, provocando una polémica intensa por su crítica a lo que llamó “la banalización de la cultura”, ofendiendo sin duda a amplios sectores que se han sentido aludidos por sus afirmaciones. Dice Vargas que, luego de la II Guerra Mundial, pródiga en privaciones y carencias, se produjo, entre los países occidentales claro, un extraordinario fenómeno de crecimiento económico, con la liberación de las energías creadoras de unas sociedades que habían permanecido bajo la opresión autoritaria, especialmente en Italia y Alemania. Esa prosperidad, tras tantos años de escasez y racionamiento, dio lugar a una serie de cambios sociales profundos, y a un deseo de recuperar tanto tiempo perdido en los conflictos, para poder volver a disfrutar de placeres y actividades de las que habían estado privados por décadas.

LA PROSPERIDAD OCCIDENTAL

Las sociedades abiertas de Occidente, ampliaron muchísimo el alcance de sus libertades, en todos los planos, desde el sexual, con la creciente liberación femenina, hasta el cultural, con la democratización del acceso a la cultura. Vargas sostiene que, en buena medida, se ha perdido la influencia de la crítica.

como filtro de la actividad cultural, reemplazada por la publicidad. La consecuencia, tanto en el arte y la cultura, como en el plano científico, ha sido la desvalorización de quienes, por sus estudios y conocimiento, están llamados a dar orientación sobre sus respectivos campos. En el periodismo esto resulta aún más evidente, ante la creciente avalancha de las plataformas digitales, cuya propia naturaleza excluye la posibilidad de formular una opinión crítica sobre la información que circula, con escasa o nula verificación. Sin duda, el mayor interés del público radica en las noticias de farándula, mientras más cruda y escandalosa, mejor.

El espectáculo en la pandemia.

La pandemia del COVID 19 demostró hasta qué punto el socavamiento de la credibilidad científica había llegado. Recordemos las redes repletas de teorías conspirativas, de anuncios de remedios milagrosos, prohibidos por los gobiernos en contubernio con las empresas farmacéuticas, de anti vacunas que paladinamente afirmaban que con ellas venía un chip para controlar a la población, etc.
Lo sorprendente no era la publicación de tales “noticias”, sino del amplísimo crédito que alcanzaban entre el público.

Releí unas crónicas escritas durante la famosa “peste negra”, que mató al 35% de la población europea entre 1348 y 1360, y no pude menos que sorprenderme por la similitud de muchas de las explicaciones que se proponían, buena parte relacionadas a un castigo divino por los pecados de una época disoluta, así como de los remedios, sangrías, agua bendita de determinadas fuentes, rezos ante reliquias de reconocidas propiedades terapéuticas, bebedizos de cuerno de unicornio, y grandes procesiones, para la mejor propagación de la peste.
Que esto sucediera en una época en que el pensamiento mágico era predominante absolutamente, al punto de perseguir a quienes buscaban explicaciones a través de la razón, y confiar únicamente en la voluntad divina inescrutable, es incluso entendible. Qué tal circunstancia se produzca en el siglo XXI, es insólito.

Que por ahí circulen aún teorías terraplanistas que, hace 2500 años fueron rebatidas por un pensador y matemático griego, por medio de una vara y su cerebro, resulta desalentador, al menos. Eratóstenes, el griego astrónomo y matemático, que incluso logró establecer el diámetro del planeta con un error del 10%, con esas rudimentarias herramientas, está muchos siglos por delante de estos cuasi analfabetos modernos.

Mercantilización

Ciertamente, Vargas señala muchos aspectos válidos en su ensayo, y tal vez el más serio es el que hace referencia a la mercantilización de la cultura, manipulada por una publicidad omnipresente, que fabrica y destruye ídolos efímeros, para reciclar rápidamente el “producto”. La literatura necesariamente se debe adaptar a un público cada vez más elemental. Acertadamente, comenta que las grandes aventuras intelectuales y literarias del siglo XX, el “Ulises” de Joyce, “En busca del tiempo perdido” de Proust, o “La montaña mágica” de Mann, serían imposibles de escribir hoy en día, pues la concentración y el esfuerzo requeridos para leerlas, ésta hoy fuera del alcance de varias generaciones light para las que la complejidad es sinónimo de aburrimiento. La mercadotecnia comprendió que éste es el gran enemigo, y que el tiempo libre, cada vez más disponible, es la perfecta oportunidad para capturar la atención de esa población cada vez más simple y elemental.

Con el auge de la televisión, la telenovela se tomó el espacio de la conversación familiar, al igual que los shows, cada vez más burdos.Para remate, el deporte también se metió a la sala de la casa y más adelante, al dormitorio, para convertirse en otro show mediático infaltable.

La presión del “rating”

Gradualmente, las necesidades de conseguir y mantener el “rating”, esa clave estadística que asigna un valor monetario al número de autómatas anclados al programa, originó una necesidad permanente de novedades, que se expresan en nuevas figuras, artísticas, deportivas, incluso de presentadores anclas de los medios. La competencia por nuevas figuras se vuelve una espiral del absurdo.

El ridículo precio que las figuras deportivas van alcanzando, es un verdadero insulto a los miles de millones de personas en extrema pobreza, que aún en esa condición admiran y vivan a éstos ídolos. Leía la loable historia de la vida de un gran futbolista senegalés, Mané, que con lo que obtiene como ingreso por su actividad, sostiene la escuela, el hospital y varios servicios para la comunidad, además de proveer con 70 euros mensuales a cada habitante de su pueblo de origen, de algo más de 2000 habitantes.

Algunos otros grandes deportistas y artistas mantienen una beneficencia parecida, y qué bien por ellos, pero las astronómicas cifras que rodean el enorme negocio del espectáculo, como que se han salido de control. El ingreso de Mané, que no es de los más elevados en su campo, pagaría el salario de un año de 6000 médicos, pagando $1000 por mes a cada uno. Que con lo que vale la selección inglesa se pagaría, con el mismo sueldo, a un millón de profesores en el mundo menos desarrollado. Que con el sueldo del sr Mbappe, 70 mil personas podrían comer dos veces al día a lo largo de todo el año. Similares observaciones se pueden hacer a otros deportistas en otros deportes, como el básquetbol, el tenis, el fútbol americano, el automovilismo o el box, al igual que a cantantes y artistas de moda.

Virginidad en venta

Una noticia que dio la vuelta al mundo, habla de una jovencita dispuesta a vender su virginidad a cambio de una entrada para un concierto de algún cantante con nombre de tira cómica en la ciudad de Quito. No parecería que Vargas Llosa esté muy descaminado en sus apreciaciones, pero su problema es evidente. Su ensayo, sin ser muy complejo, ya lo es para un enorme porcentaje de los posibles lectores, y aquellos que están dispuestos a dedicar su tiempo a su lectura, no representarán ni el 1% de los cientos de millones que deliran por una Madonna, un Messi o un Bugs Bunny de imitación.

Cuando estorban los principios

El Mundial de Qatar ha permitido, pese a las infantinas cortinas de humo de la FIFA, el constatar cómo, ya con expresa confesión de parte de uno de los principales encargados de las obras de construcción de los grandes escenarios del Mundial, por muy graves negligencias en básicas medidas de seguridad industrial, costó la vida de unos 400 obreros migrantes. Las observaciones a la dirigencia de la FIFA han quedado más que justificadas, y la postura servil de Infantino, al impedir con amenazas que varios equipos se puedan expresar apoyando causas que para ellos son importantes, retratada de cuerpo entero. ¿Le resultará “políticamente incorrecto” expresar alguna condena por el brutal asesinato, por parte de los sicarios de la teocracia iraní, de un ciudadano que osó festejar la eliminación de Irán?

Cuando los intereses y las ambiciones son el norte de cierta dirigencia, la credibilidad de las instituciones se derrumba. Nada raro será escuchar más y más voces que busquen una alternativa ética para administrar los asuntos del Rey de los Deportes. La adjudicación del Mundial a Rusia en 2018, tras la ilegal anexión de Crimea y la represión política contra los opositores de Putin, sin reacción alguna de la FIFA, fue el antecedente de lo que ocurriría 4 años más tarde. Nadie deberá sorprenderse de que, si pintan suficiente dinero, el próximo mundial pueda ser en Irán o Corea del Norte.

Científicos hay muchos.

Volviendo a Vargas Llosa, parecería que esos Coliseos romanos de los que habláramos al principio, cada día están más cerca nuestro, en la sala de la casa o en el café de la esquina. Vemos como los nuevos gladiadores se vuelven semidioses, cuyos pecadillos son el condumio del chisme, el único condimento para unas vidas vacías. Es que ¿cómo poder comparar a un Maradona con un científico que encuentra la vacuna para el COVID? Al fin y al cabo, científicos hay muchos y cada año les dan el Premio Nobel. Maradona hay uno solo, y está a la izquierda del Padre, pues es zurdo. ¡Ave Cesar!

Dr. Alan Cathey