Navidad en Galápagos

En esta breve reseña navideña, no voy a detenerme en referencias históricas de los varios dioses que la humanidad reconoce como nacidos un 25 de diciembre, es decir, en el solsticio de invierno.


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Tampoco quiero referirme a esta fecha en cuanto una tradición o costumbre repetitiva marcada por el signo del comercio, las ventas, los regalos o el décimo tercer sueldo; sino a lo que representa para mí, un quiteño cincuentón, suelto en San Cristóbal, el Nacimiento de un niño que mueve mi fe.

He de decir primero que la noche de Navidad tiene un particular tono de tristeza, y mucho más en estas dos últimas, en donde el fantasma del COVID, rondó en cada casa del planeta y en Galápagos, no fue la excepción, provocando que el tradicional encuentro familiar tenga una mascarilla de por medio, y una pantalla de computador.

De todas maneras, aún sin COVID, la navidad siempre me ha provocado tristeza y también ver el mar. No sé porqué estos dos elementos tienen para mí el denominador común de la tristeza y mucho más cuando oigo canciones que tienen estos elementos. Desde niño me intrigó la canción de Perales sobre navidad especialmente en la parte que dice: “toda la tierra se alegra, y se entristece la mar” o porqué -esto ya de adulto y con una que otra cuita de amor a cuestas-, la letra del “Triste” de José José, al hacer referencia a la soledad más profunda y usaba la metáfora: “los mares de las playas se van”. Ver la inmensidad del mar es alucinante, y en la noche, aunque la visión de su extensión es limitada, se siente su fuerza y belleza con un halo inevitable de tristeza, inclusive, de soledad. Creo que esa sensación de tristeza no es más que el encuentro con el yo interno. Es como escuchar el Adagio en sol menor de Albinoni y dejarse llevar por la sensación de fascinación y trascendencia que te transmite tal melodía.

LA ISLA Y LA SOLEDAD

Hay una relación directa entre una isla y la psicología de la soledad, eso se explica no sólo en la historia de Robinson Crusoe (que se dice sucedió en la Isla Floreana de Galápagos) , o en la magistral película el Náufrago protagonizada por Tom Hanks, donde los diálogos internos son profundos y abundantes en busca de sentido, al día a día, de los personajes, sino también en que la geografía marcada por la inmensidad del mar circundante, individualizan al máximo a la persona, convirtiéndolo en el centro de toda actividad sin que los demás existan. A pesar de la individualidad que referimos, nunca deja de existir un anhelo, una esperanza.

Crusoe o el Náufrago guardaban un anhelo, una esperanza, la de encontrar a otro ser humano. Claro que, mientras ese anhelo se cumplía, el solitario conversaba con Viernes (el loro de Crusoe) o con Wilson (su pelota de volley al que le dio la calidad de dios). El significado de la navidad es esa esperanza de encontrarse con los propios anhelos del corazón. Es ese encuentro con el yo introvertido. De hacer una pausa en el camino y reflexionar sobre la trascendencia de la vida. Lo dice Perales también en su canción: “Marinero, ¿adónde vas? Deja tus redes y reza. Mira la estrella pasar”.

EL PODER DE LA SOLEDAD

Entender el mundo y su trascendencia es más fácil desde una isla que desde el Ecuador Continental porque la soledad está en el ambiente. El poder trascendente de la soledad ha marcado la vida de los humanos; inclusive, el Niño que nació en un pesebre un 25 de diciembre, ya de adulto decidió pasar 40 días y 40 noches en el desierto encontrándose consigo mismo. Moisés, Buda, Mahoma, en su historia buscan la soledad donde tienen profundas epifanías, revelaciones que luego las trasladan a la sociedad. O sea, sin soledad, sin desierto, no hay revelaciones.

La relevancia del nacimiento de Jesús se entiende con lo relevante de su accionar descrito en los evangelios; es decir, la importancia de la fiesta de la natividad de Él, no sería ninguna si su vida no habría contenido tanta historia sublime de bondad, sabiduría y humanidad. La sociedad humana ha aplaudido más a las personas de acción que a aquellos que han sido contemplativos, pero al mismo tiempo busca la privacidad de la familia y el silencio para reflexionar sobre la espiritualidad, para la trascendencia.

LA AÑORANZA DEL HOGAR

En la Odisea de Homero, donde el protagonista empieza llorando en la playa, y lo que lo mueve para ese épico viaje es la añoranza del hogar, es decir, un velo de tristeza, un “anhelo inconsolable de no sabemos qué”, tal como lo dice C.S Lewis, que al mismo tiempo de que puede ser nostálgico impulsa como si fuera alegría. (Lo que en psicología se conoce como la paradoja de la tragedia). Ese sentimiento especial de la noche de navidad puede ser igual a ese sentimiento que movió a Homero en su Odisea. Es un sentimiento misterioso propio de la soledad y que al mismo tiempo genera paz.

LA FIESTA DE LA TRISTEZA

El 25 de diciembre es de fiesta, sin duda, para unos con ese toque de tristeza al que me he referido y para otros, causa de celebración. La vida, que se celebra en navidad y que viene con un nuevo ciclo, es causa de alegría. Una vida que siempre continua, una vida que no termina pero que se debe cuidar. La naturaleza tiene ciclos, y esos ciclos son susceptibles de protección, forman parte de los derechos de la naturaleza; y es bueno y noble que así sea. La Constitución dice al respecto de los ciclos que deben ser respetados íntegramente en su estructura, funciones y procesos evolutivos (Art.71).

LOS CICLOS DE LA NATURALEZA

Sentir a la naturaleza y sus ciclos tan cerca, genera un estado mental y anímico que me hace ahora comprender a Darwin de manera especialísima. Él, en Galápagos, debió sentir la fascinación del silencio y por tanto el estímulo mayor para su creatividad y capacidad de análisis, mucho más cuando de lo que se conoce, en su ciudad natal daba largas caminatas por el bosque y rechazaba enfáticamente invitaciones a fiestas. Y, aun cuando su teoría era completamente ajena a las creencias católicas de la época sobre la creación del hombre, su espiritualidad se habrá estimulado a un nivel sublime con la belleza de estas islas y la lógica de lo viviente.

LA NOCHE DEL ANHELO

En conclusión, diré que estar cerca del mar en la noche de navidad, rodeado de esta inmensidad y fuerza natural, torna a la noche en un momento indescriptiblemente especial. El anhelo indica el camino a lo sagrado nos cuenta Susan Cain en la charla TED: “The hidden power of sad songs and rainy days”, y la noche de navidad es para mí una noche llena de anhelo. Entiendo recién a los cincuenta años, porqué en Navidad toda la tierra se alegra y se entristece la mar; se alegra porque la humanidad está empapada de lo sublime, y la tristeza de la mar en realidad es el anhelo que encierra un ciclo que termina y otro que empieza al mismo tiempo.
Feliz Navidad desde Galápagos, amigos y amigas, no les puedo decir vengan a mi casa esta noche porque los tickets y estadía están carísimos, pero sí, dejad el llanto esta noche, que el niño está por llegar.

Milton Castillo Maldonado