Los costos del populismo

Un recuento de los populismos y las tragedias que siempre dejan.

Generalmente asociamos el populismo con sociedades de limitado desarrollo, tanto en su economía, como en sus estructuras de gobierno y sus instituciones. Se ha vuelto un lugar común atribuir a estas sociedades, una exclusividad en la adopción de formas de gobierno populistas, que ofrecen soluciones milagrosas a los complejos problemas y a las frustraciones, que se acumulan ante la poco eficaz gestión de unas frágiles democracias. Así, se ve al populismo como un problema tercermundista, originado en la ignorancia y las carencias educativas de la sociedad.

HASTA EN LAS MEJORES FAMILIAS

Nada más lejos de la realidad. Prácticamente, sin excepción, las sociedades humanas en uno o varios momentos de su historia, han sucumbido a los cantos de sirena de líderes populistas, cuyos ofrecimientos de bienestar, progreso, equidad o seguridad, sin costos ni sacrificios, que no sean aquellos que se demandarán a los “otros”, por naturaleza malvados, sea por su condición racial, económica, religiosa o social, declarados por el líder como los responsables de las penurias y sufrimientos del “pueblo”, una entelequia nebulosa sobre la que se magnifican sus rencores, envidias y resentimientos.

AUGE DE LOS POPULISMOS

El siglo XX, con sus conflictos, revoluciones y guerras mundiales y regionales, fue terreno abonado para el surgimiento de populistas de diverso cuño, que, exaltando raza, nación o clase, se encaramaron al poder, aferrándose por décadas a él, provocando unas tragedias inéditas en cuanto a crueldad y sevicia. Los costos que significó esta irrupción del peor de los pasados, el de las autocracias, el de los poderes omnímodos, sin controles ni límites para el “líder iluminado” ni para sus adláteres y corifeos, se mide en decenas de millones de muertos, en las guerras y luchas emprendidas para extirparlos, luego de las agresiones que emprendieran contra otros Estados, de los asesinados en los campos de trabajo o de exterminio que se tragaron por millones a los declarados enemigos, de clase o de raza, y en unos niveles de destrucción material que evaporaron cientos de años de esfuerzos e inversiones de incontables generaciones. Populistas fueron Mussolini y Hitler, como lo fue Franco, Lenin o Mao, que inspiraron a muchos imitadores por todo el mundo.

EL HEREDERO DE MUSSOLINI

En Juan Domingo Perón, Mussolini encontraría un heredero ideológico, que sin sufrir los graves estragos de una guerra que arrasó con Italia y la sumió en la miseria, logró similar efecto en la Argentina, con su desbocado populismo, que, en diez años, liquidó los esfuerzos de 60, que habían llevado a la Argentina a ser, para 1945, según unos la quinta, la séptima según otros, economía del mundo.

Un país que se había constituido en el granero de un viejo mundo arrasado por la guerra, capaz de alimentar a los millones de hambrientos de una Europa desolada, a la vuelta de 80 años durante los cuales, en los intervalos en que gobernaban el General, su esposa o sus epígonos, cada vez lograban hundir un poco más al país, hasta llegar hoy a exhibir un impresionante 43% de su población por debajo del índice de pobreza. Cuatro de cada diez argentinos están hoy en tal condición, y uno de cada 10, en situación de indigencia. En el otrora granero del mundo, el 15% de sus niños, se hallan en condición de desnutrición. Esos son los costos del populismo.

EL DISFRAZ DEL SSXXI

A principios de este siglo, América Latina fue escenario de una ola de gobiernos que, de una u otra manera, se cobijaron en lo que se conoció como el Socialismo del Siglo XXI, una quimera ideológica postulada por el sociólogo marxista Heinz Dietrich, que sirvió como plataforma de lanzamiento de varios líderes populistas, que lo incorporaron, con escasa comprensión del contenido, como la plataforma política de proyectos populistas de cambio.

EL SAQUEO DE EL DORADO

En Venezuela, un ex Coronel del ejército, un golpista que intentó derrocar a un gobierno democrático, Hugo Chávez, logró, aprovechando los vacíos de una organización partidista anquilosada, hacerse con el poder tras vencer en las elecciones. Para el año 2000, Venezuela era un gran productor de petróleo a nivel mundial, con las más grandes reservas petroleras del planeta. Era uno de los países más ricos de Sudamérica, con una importante producción de hierro y bauxita, de la que se obtiene el aluminio, de las que el país tiene más de 300 millones de toneladas probadas, así como de una zona minera muy rica en lo que se conoce como El arco del Orinoco.

Cierto es que se daban situaciones de desigualdad, pero ciertamente se trataba de un país con enorme potencial, donde no se daban situaciones de hambre entre su población, pues además había desarrollado una importante capacidad agrícola y ganadera, y una pujante agroindustria. Con la presidencia de Chávez, en pocos años, buena parte de las industrias fueron expropiadas por el régimen, que metió mano también a la principal fuente de divisas del país, la petrolera estatal PDVSA, la gallina de los huevos de oro de la economía venezolana. La absoluta ignorancia administrativa, unida a la voracidad desmedida de las hordas de fieles corruptos de Chávez, puestos a gerenciarlas, provocaron algo que parecía imposible, la debacle de una empresa que había sido la más productiva, sostén principal de los programas sociales del régimen, pensados, no como alivio para la población, sino como fuente de comisiones, chanchullos y negociados para los altos cargos del régimen.

CON LA MAFIA SI SE JUEGA

Como Mussolini con la mafia siciliana, nunca dudaron en establecer sólidas relaciones con algunas organizaciones criminales asociadas a los narcotraficantes colombianos, para establecer una base de operaciones impune en Venezuela, bajo el patrocinio del “hombre fuerte” de las Fuerzas Armadas, con total protección, para que se apoderaran de este filón en el retaceo del país entre diversas bandas criminales.

VEINTE AÑOS DESPUÉS

Dos décadas más tarde, el 93% del país se halla bajo el índice de pobreza, la desnutrición infantil afecta al 33% de los niños, la producción petrolera cayó de 3,5 millones de barriles por día, a menos de 600 mil, y cerca de 7 millones de venezolanos salieron a buscar esperanza de una mejora económica, jugándose muchas veces la vida y la dignidad, atravesando las selvas del Darién, los Andes o el Mar Caribe. Esta condición de miseria es también el precio del populismo.

RACISMO Y POPULISMO

El populismo racista volvió a mostrar su peor rostro con el desmembramiento del estado multinacional yugoslavo, durante la última década del siglo pasado, cuando los grupos nacionalistas serbios implementaron lo que se definió como una “limpieza étnica”, sobre todo en Bosnia, donde se dio el genocidio de miles de bosnios musulmanes, así como las violaciones sistemáticas de mujeres y niñas por parte de las fuerzas paramilitares serbias.

Estos crímenes contra la humanidad, tras la intervención de la OTAN para detener las matanzas perpetradas por los nacionalistas, en su propósito declarado de apropiarse de los territorios bosnios, darían lugar al inicio de juicios internacionales contra los autores materiales e intelectuales de éstos horrores, con el líder y premier serbio, el extremista Slobodan Milosevic a la cabeza, acompañado del serbobosnio Radovan Karadzik,

presidente de una “república” serbia dentro de Bosnia, condenado a 40 años de prisión, elevada a cadena perpetua, por genocidio y crímenes de guerra y contra la humanidad. Nuevamente, los costos de los populismos rabiosos se miden en miles de víctimas e inconmensurables daños materiales.
BREXIT Y POPULISMO

Sin tener que llegar a los extremos terribles antes descritos, incluso dentro del mundo más desarrollado, la presencia del populismo se manifiesta, provocando unos devastadores terremotos al interior de sus países. Hace 3 años, entró en vigencia la resolución adoptada por la Gran Bretaña de separarse de la Unión Europea, a raíz de un referéndum celebrado en 2016, por el cual una mayoría de la población, inducida por una propaganda populista nacionalista muy bien orquestada, apelando a las tácticas ya probadas del “enemigo externo” y de los redentores, optó por separarse de ese mercado gigante donde los países que lo conforman eran sus principales socios comerciales, representando casi el 70% de sus transacciones.

EL DOLOR DE PENSAR.

No se requería mucha imaginación para comprender que una decisión así traería graves consecuencias para la economía del Reino Unido, como en efecto aconteció. Los líderes que encabezaron esta suerte de harakiri económico fueron Nigel Farage y Boris Johnson, llegando, el segundo, a ser designado Primer Ministro, tras conducir a su partido a una contundente victoria, basada en su promesa de conducir el proceso de salida de la UE, sin afectar ni la “dignidad” ni la economía del país. La promesa se demostró vacía, como se comprueba al mirar la situación actual. Ninguno de los dos está hoy en cargos de poder, ni deben responder por sus acciones y los catastróficos efectos que la economía británica registra. Ese muerto lo deben cargar el actual, y quien sabe cuántos gobiernos futuros. Se estima que, en los últimos 4 años, Gran Bretaña ha perdido 100 mil millones de Libras por año, una suma superior al PIB del Ecuador, por ejemplo. Esa enorme pérdida se ha visto reflejada en una significativa degradación en la calidad de vida de sus habitantes y en la, cada vez más lejana oportunidad de acceso a los servicios públicos de salud para la población, algo especialmente dramático considerando la pandemia.

INVOLUCIÓN

En la Gran Bretaña encontramos el más alto índice inflacionario del espacio comunitario, con pocas perspectivas de frenarla en el corto plazo, y el índice de crecimiento es en este momento negativo, esperándose que en 2023 se contraiga en un 0,3 %, con el peor desempeño de todas las economías desarrolladas. Increíblemente, su desempeño es incluso peor que el de Rusia, enfrascada en una guerra y afectada por duras sanciones a su economía. El descenso en la calidad de vida de la población, y el retroceso de los salarios por la inflación, está generando una creciente insatisfacción, expresada ya en la movilización sindical, con paros y protestas de gran envergadura, involucrando a sectores clave de la producción y servicios, desde los de transporte, a los de salud y educación. Al momento, las encuestas señalan que un 57% de la población estaría a favor de un retorno a la UE, con apenas un 32% que continúa en favor del Brexit, una caída de más de 20% respecto de 2016.

DE GRAN BRETAÑA A INGLATERRA

El descontento que el Brexit generó, en Irlanda del Norte, pero sobre todo en Escocia es hoy una espada de Damocles que pende sobre el futuro de Gran Bretaña, ante las demandas escocesas de un referéndum para su independencia, pues en Escocia más del 60 % se pronunció contra el Brexit, por ser contrario a sus intereses.

El caso irlandés es también motivo de rechazo al Brexit, y se ha llegado a hablar de una integración a la República de Irlanda, separándose también del Reino Unido, del que poco quedaría si se dan estas divisiones. A cien años del auge imperial británico, encontrarnos con una Inglaterra reducida a su mínima expresión, sería una durísima lección de los costos del populismo.

La erosión del capital político que el Partido Conservador promovió a lo largo de muchos años, que le dio un indiscutible liderazgo en el electorado durante una década, ha sido malbaratado por una facción demagógica y populista que se impuso al tradicional sentido común y pragmatismo del partido.

Para unas próximas elecciones, las perspectivas de los conservadores no son nada halagüeñas, y si la oposición laborista logra proponer un candidato sensato, con toda probabilidad va a ganarla.

El riesgo, naturalmente, sería que se entre al baratillo de ofertas de campaña, lo que implicaría para Gran Bretaña el ingresar de manera permanente al mercado populista, para continuar indefinidamente en su caída, que entre el 2019 y hoy, acumula ya casi un 5% de contracción. Esto es también el costo del populismo.

EL POPULISMO ES DE TODOS

Como vemos, el retraso no es patrimonio de ningún pueblo del mundo, ni de las veleidades del subdesarrollo. En todas partes se cuecen habas, y que el que esté libre de culpa, que lance la primera piedra.

Hace no mucho, y con todas las posibilidades de regresar, en los Estados Unidos de Norteamérica la más antigua de las democracias vigentes, un populista se tomó el poder y pretendió no devolverlo, a través de un golpe de estado.

El que mantenga una apreciable base de apoyo, da la medida de la fuerza atávica del autoritarismo.
La democracia es un permanente ejercicio de razón, de reflexión y de acuerdos. Para el populista, la comodidad está en la tiranía.

Dr. Alan Cathey