Latinoamérica sin representación entre los premios Nobel de ciencia

Autor: Fausto Jaramillo Y. | RS 61

El matemático argentino-estadounidense Luis Caffarelli, nacido en Buenos Aires, Argentina en 1948, ha ganado el Premio Abel 2023, considerado el ‘Nobel de las matemáticas’, por sus contribuciones para resolver los llamados problemas de frontera libre, aquellos en los que se describe la superficie de separación de un sistema dinámico que tiene dos fases, como el agua y el hielo o un frente atmosférico. El galardón, dotado con 676.500 euros, ha sido anunciado este miércoles por la Academia de Ciencias y Letras de Noruega.

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El premio, el mayor reconocimiento a una carrera matemática, «es muy merecido, muy justo «Tiene que ver con modelos matemáticos importantes para la física fundamental, y supone un gran paso adelante en problemas enquistados durante varios siglos, algunos desde la Ilustración». Un ejemplo del estudio de Caffarelli es la observación de la mezcla de agua y hielo, para comprender cómo es la superficie de separación entre las dos fases sólido-líquido. Habrá una zona de contacto en la que la membrana coincide con el obstáculo, mientras que fuera su forma debe satisfacer las ecuaciones de la elasticidad, ¿cómo es la curva frontera de la zona de contacto?

Frontera desconocida

“Aquí es donde sus contribuciones son fundamentales, marcó un antes y un después y construyó un edificio maravilloso. Entendió en profundidad la geometría de los problemas no lineales” Alberto Córdova, catedrático universitario.
¿Y todo esto, para qué sirve? “Cuando en matemáticas se hace esta pregunta, hay que tener siempre mucha precaución, porque los resultados a largo plazo pueden modificar las costumbres y maneras de vivir, o tal vez, no se produzca nada.

En estos ya más de 100 años desde que se instituyó el premio Nobel, Sudamérica ha contribuido humildemente a este escenario de sabiduría, con cinco ganadores en total, repartidos en el campo de la química y fisiología.

Luis Caffarelli se ha convertido en el primer latinoamericano en recibir el Premio Abel, que se concede anualmente desde 2003 a uno o dos matemáticos. Hasta el momento, lo han obtenido 26 investigadores, entre los cuales solo hay una mujer, Karen Uhlenbeck, en 2019.



El Nobel no es para latinoamericanos
El Nobel es el premio de mayor prestigio en el ámbito científico. Ganar este galardón suele ser el sueño de miles de jóvenes científicos, y el máximo objetivo de prestigiosos investigadores en todo el mundo.

Cada año, durante las primeras semanas de octubre, el Comité del Premio Nobel anuncia los nombres de los ganadores, elegidos por el impacto y relevancia de sus aportaciones en los ramos de Medicina o Fisiología, Física, Química, Literatura y Paz. Además, el Banco Central Sueco otorga el Premio de Economía en memoria de Alfred Nobel.

Tras recordar un poco la tendencia de los últimos años surgieron varias preguntas en mi mente: ¿Por qué no hay investigadores de países en desarrollo? Y más específicamente ¿Por qué no hay Latinoamericanos entre los ganadores? En los últimos 30 años, sólo un latino ha ganado el Nobel. De los seis ganadores, sólo dos recibieron el premio por investigaciones desarrolladas dentro de la región: Houssay por sus aportaciones al entendimiento del metabolismo de los carbohidratos en la hipófisis; y Leloir, discípulo de Houssay, por la identificación de azúcares-nucleótidos y su rol en el metabolismo de los carbohidratos. Ambos obtuvieron sus resultados mayoritariamente en laboratorios en Argentina.

Por otro lado, la mayor parte del trabajo de Milstein en anticuerpos monoclonales fue desarrollada en la Universidad de Cambridge (UK), el trabajo de Mario Molina sobre el efecto de los clorofluorocarbonos en la capa de ozono fue desarrollado en diversas universidades en Estados Unidos.

Benacerraf descubrió los genes del Complejo Mayor de Histocompatibilidad mientras trabajaba en su laboratorio en Nueva York. Mientras que Medawar emigró a una corta edad a Reino Unido y su trabajo en inmunología fue realizado en la Universidad de Cambridge; renunciando incluso a la nacionalidad brasileña para evitar realizar el servicio militar obligatorio.

Con este contexto ahora mi pregunta era ¿Por qué sólo seis Latinoamericanos han ganado el Premio Nobel en la historia?

El ideal original de Alfred Nobel plasmado en su testamento indica que los ganadores deben ser elegidos por el mérito de sus aportaciones, sin importar su nacionalidad, origen racial o género. Lamentablemente las estadísticas no reflejan aquel ideal.

La inmensa mayoría de los galardonados en las 119 ediciones del Premio Nobel pueden ser catalogados como “hombres blancos”.

Desde la primera edición en 1901 hasta 2019, sólo en 54 ocasiones el Premio Nobel se ha otorgado a una mujer, de un total de 950 ganadores (5.6% del total).
El Nobel es un premio de gran prestigio que usualmente está reservado para investigadores con una amplia carrera, consolidados en una posición de liderazgo en una universidad o centro de investigación de élite. Estas características reducen considerablemente el número de personas elegibles para recibir el premio.

Las mujeres galardonadas son menos propensas a estar casadas (63% vs 97%) y/o a tener hijos (55% vs 86%) que sus contrapartes masculinas. Adicionalmente, las mujeres tienen menores recursos para publicar, lo que se refleja en que las premiadas tienen un menor índice de publicación (219 vs 358).

A pesar de los esfuerzos, aún falta un largo camino por recorrer para lograr una verdadera equidad de género.El Nobel es cosa
de hombres… blancos

En los últimos años la Fundación Nobel ha sido duramente criticada por la falta de diversidad en los premios. Lo cual se fundamenta en que, Asia, África y Latinoamérica han aportado sólo el 10.4% de los ganadores a pesar de representar al 84% de la población mundial, y una porción importante de la producción científica global.

En toda la historia sólo un científico negro ha recibido el galardón en áreas académicas: William Arthur Lewis de Santa Lucía quien ganó el Premio de Economía en 1979. Efectivamente, nunca un científico negro ha ganado el Premio Nobel en las disciplinas de Medicina y Fisiología, Física o Química. Una cantidad desproporcionada de los ganadores son de origen europeo y estadounidense, con un 91.7% del total, y un 92.5% de los premiados. Estados Unidos lidera esta lista por nacionalidad con 380, seguido por el Reino Unido con 132 y Alemania con 108. Sólo seis Latinoamericanos han ganado el Nobel: tres Argentinos, un Mexicano, un Brasileño y un Venezolano. Además, llama la atención el bajo número de galardonados provenientes de China, India y otras naciones asiáticas. Estados Unidos, Reino Unido y Alemania son países con una larga tradición en ciencia y tecnología, las Universidades de Oxford y Cambridge en Reino Unido tienen más de 900 años de existencia, una edad mayor a la de todos los países actuales de Latinoamérica.
Las universidades y centros de investigación en esta élite cuentan con mayores recursos e infraestructura en comparación con las instituciones en países en desarrollo. Debemos voltear a ver lo que estamos haciendo mal en nuestros países.

Los latinoamericanos y los premios Nobel de ciencia
La falta de representación de latinoamericanos entre los ganadores de las categorías de ciencia, responde a factores, como el insuficiente apoyo a la investigación, la falta de una cultura científica sólida y la escasa visibilidad de las investigaciones realizadas en las universidades de la región. Es posible argumentar que, durante gran parte del siglo pasado, nuestros países estuvieron demasiado ocupados tratando de subsistir a la inestabilidad política, a dictaduras militares, y a numerosos golpes de estado; lo que los dejaba con poco tiempo y recursos para enfocarse en el desarrollo científico. Contra esa tesis habría que recordar que los países Europeos, Estados Unidos y Japón siguieron haciendo ciencia en los tiempos de las Guerras Mundiales.

Un débil sistema educativo tecnológico
A pesar de que en la región existe un inmenso talento humano, es un hecho que la ciencia y la tecnología no son y nunca han sido una prioridad para los gobiernos de la región. La inversión pública y privada en I+D se ha mantenido estática en la región y sólo Brasil tuvo inversiones superiores al 1% de su Producto Interno Bruto durante la década pasada. Sumado a una escasa inversión pública, es poco común que las empresas de la región inviertan decididamente en investigación, desarrollo e innovación, en parte debido al alto riesgo que estas actividades implican. En términos de infraestructura, tenemos un severo rezago en comparación con países desarrollados. Lamentablemente, es poco probable que esta situación cambie en el corto plazo.

Para lograr descubrimientos meritorios de un Premio Nobel, es necesario contar con un sistema educativo e industrial propicio para la innovación; realizar una inversión sostenida durante varios años para generar resultados que trasciendan a los problemas políticos constantes. Los investigadores en América Latina enfrentan diversas barreras que no son tan notorias en países desarrollados, como los largos tiempos de espera y los altos costos implicados en la importación de reactivos, la poca disponibilidad de equipos de vanguardia y los complicados trámites burocráticos para obtener financiamiento gubernamental.

Entonces, estamos ante un problema en el que intervienen múltiples factores:
1. Escasa o nula visibilidad del trabajo de los científicos de países en desarrollo, que se traduce en una ignorancia de su trabajo.
2. Escaso o nulo apoyo a la investigación científica y tecnológica en países en desarrollo. Los gobiernos prefieren invertir en propaganda o publicidad política y, en ciertos casos, en su propia corrupción.
3. Otros factores económicos, políticos y sociales

¿Qué debemos hacer para cambiar esta situación?

Un cambio realista

Hoy en día vivimos en un mundo mucho más conectado, con más oportunidades para la colaboración internacional. A diferencia de la ciencia de hace 100 años, hoy en día, los proyectos involucran a decenas de investigadores, por lo que es difícil, cuando no imposible, otorgar el mérito adecuado a todos los involucrados en las investigaciones y descubrimientos.

La solución más básica sería que nuestros gobiernos se comprometieran a invertir, al menos 1% del PIB, en investigación, desarrollo, innovación, comunicación y educación científica; además de facilitar los trámites, reducir los impuestos a la importación de equipos y reactivos, simplificar los procedimientos de financiación para la investigación, inversión en la fabricación de insumos de investigación, e incentivar la inversión del sector privado y la contratación de científicos jóvenes.

En este sentido, el primer paso es promover la cooperación a nivel regional y generar intercambios permanentes entre los países de la región.

Recordemos, que a diferencia de Europa, donde existen varios idiomas y lenguas, en América las prevalecientes son dos y eso supone una gran ventaja. 

Si ponemos la mitad del empeño que hemos puesto en buscar al próximo “mejor jugador de fútbol del mundo” en buscar y apoyar a los próximos investigadores y científicos, pronto podremos tener más premios Nobel, y el sueño de miles de niñas y jóvenes investigadoras dejará de ser un sueño imposible.