La rebelión de los deportistas

A la generación de ecuatorianos a la que pertenezco nos ha sido permitido sufrir, por largo tiempo, las amargas derrotas deportivas de nuestros representantes.

No importaba el lugar ni la disciplina en la que algún atleta competía, el resultado era siempre el mismo: retornar en silencio a nuestro suelo con la esperanza de que otro día habría de llegar, en el que el triunfo nos sonreiría.

Allá a mediados del siglo pasado, eran tan pocos los éxitos deportivos que los ecuatorianos teníamos el tiempo y la oportunidad de conocer, al detalle, sus triunfos y a quienes lograban lo que parecía un imposible. Por ejemplo, Pancho Segura Cano, el tenista guayaquileño nos brindó la satisfacción del primer gran triunfo deportivo ecuatoriano al lograr ser reconocido como “el mejor tenista masculino individual del mundo”. Claro, eran tiempos en que no había los torneos que ahora atraen a miles de aficionados, auspiciantes millonarios y la atención de todos los medios de comunicación del mundo deportivo.

Años más tarde, en mayo de 1982, otro guayaquileño, Andrés Gómez, vendría a ratificar el gran nivel del tenis de su ciudad, al conseguir el campeonato del torneo italiano. Dos años después ganó el Abierto de Roma y en 1989 se consagró en París al vencer el torneo Roland Garros.

En 1986, el cuencano Rolando Vera sorprendió al mundo deportivo al vencer en Sao Paulo, Brasil, la conocida carrera de San Silvestre; y mayor sorpresa cuando repitió su triunfo los años 1987, 1988 y 1989.

Por esos mismos años, Alberto Spencer, nacido en Ancón, provincia del Guayas, asombraba al mundo del mundo, alcanzado a ser considerado dentro de la alineación ideal del fútbol a nivel mundial, a pesar de no haber jugado ni un solo partido en los campeonatos mundiales de este deporte.

En Uruguay se convirtió en una leyenda anotando 326 goles, ganando tres Copas Libertadores, dos Copas Intercontinentales y ocho Campeonatos Uruguayos.

Y cuando terminaba el siglo, en 1996, Jefferson Pérez, otro cuencano, sin respaldo ni apoyo se presentó a las Olimpíadas de Atlanta en la marcha y puso en aprietos a los organizadores de las competencias, cuando debieron postergar, unas horas, la entrega de su medalla, porque, al no estar previsto su triunfo, no tenían el disco del himno nacional del Ecuador para la ceremonia. Su triunfo lo convirtió en el primer ecuatoriano en alcanzar la medalla de oro, en este tipo de competencia mundial.

En resumen, el siglo XX, resultó un escenario muy pobre para el deporte ecuatoriano. Fueron, apenas, los casos citados, los que mantuvieron encendida la alegría de todo un pueblo ávido de buenas noticias y triunfos.
En esta lista habría que incluir a varias atletas femeninas como Nancy Vallecilla, y las esmeraldeñas Alexandra Escobar y Seledina Nieves, que gracias a su afición y esfuerzo personal escribieron sus nombres entre las triunfadoras en competencias internacionales.
Con la llegada del siglo XXI parecía todo seguiría igual: viajes de las delegaciones, retornos silenciosos, y la eterna promesa de que las cosas cambiarían.

Y LAS SORPRESAS LLEGARON

Al parecer, el día en que todo cambiaría, ha llegado.
Siguiendo los pasos del cuencano Pérez, la primera sorpresa llegó de la mano, o, mejor dicho, de los pies de una pequeña atleta imbabureña, Glenda Morejón que, con apenas 17 años y con zapatos rotos y sin el sostén de su entrenador, venció la prueba de marcha del campeonato mundial de Atletismo sub -18 realizado en Nairobi en el 2017.

Dos años después, el 2 de junio de 2019, Richard Carapaz, ciclista carchense, escribía su nombre en el Giro de Italia, al consagrarse campeón de ese evento. Pero no fue el único ciclista triunfador. Poco tiempo después, Jonathan Narváez, de la provincia de Sucumbíos y la riobambeña Miriam Núñez le acompañarían en sus triunfos internacionales, para decir alto y fuerte que el ciclismo sería, a partir de ese momento, uno de los deportes más destacados en el país.
Luego vendrían las medallas en múltiples competencias de lucha masculina y femenina, en judo, en atletismo, en karate, en box, en marcha masculina, en natación, en surf, y tantos otros deportes.

LA CONSAGRACIÓN

Las Olimpíadas llevadas a cabo en Tokio, Japón, en el año 2020, constituyeron el escenario ideal para que el pabellón patrio flamee en innumerables ocasiones: Los ecuatorianos no salíamos del festejo de un triunfo de algún compatriota, cuando el cable internacional nos informaba que otro ecuatoriano también había alcanzado alguna medalla. Era una catarata de medallas de bronce, de plata y de oro que nuestros atletas acumulaban y hacían más ligero el encierro al que estábamos sometidos por la pandemia del Covid-19.

Richard Carapaz, Glenda Morejón y las hermanas Martha Dajomes y Angie Palacios, los primeros con medallas oro, mientras que la cuarta con una medalla de plata, fueron las personas que más brillaron en esas competencias; se convirtieron, por así decirlo, en los representantes de una pléyade de jóvenes atletas ecuatorianos que, venciendo toda clase de obstáculos, se hicieron presentes en el podio de los triunfadores.

UNA REVOLUCIÓN DEPORTIVA

En el transcurso del año pasado, los cables internacionales traían a raudales los éxitos y triunfos de nuestros compatriotas. Casi todos ellos provincianos, pobres, pero con ansia de triunfo, disciplinados, con la mente y cuerpo entregados a sus entrenamientos que los llevarían a conseguir sus objetivos y cuando eso sucedía, lograban emocionarnos y confiar que, como país, “si se puede” vencer la adversidad.

No importa que los juegos se llamen, Olimpíadas, Bolivarianos, Campeonatos mundiales, Sudamericanos, Panamericanos, de Latinoamérica y el Caribe, u otro nombre; lo verdaderamente importante es que nuestros representantes ahora diputan los primeros puestos y los consiguen.

Son tantos que resulta imposible que en un pequeño artículo como el presente pueda recogerse los nombres y apellidos de todos ellos.

Recientemente, en Valledupar, Colombia se llevaron a efecto los Juegos Bolivarianos, en los que el Ecuador estuvo representado por 259 deportistas, casi un centenar menos que en la anterior versión de Santa Martha en el 2017, y sin embargo los números son elocuentes: 40 medallas de oro; 51 medallas de plata y 55 medallas de bronce; es decir: un total de 146 medallas.

A pesar de esa dificultad, hay que destacar algunos nombres ya que sus logros rozan los límites de una hazaña: Jonas Koreiva, un joven, apenas un niño, de 11 años, quién obtuvo el oro en la competencia de veleros; y, a Kerly Lascano, una atleta de pequeña estatura y que, sin embargo, ganó en su categoría en levantamiento de pesas en los pasados juegos paralímpicos.

Las preseas provienen de todas las disciplinas: atletismo, carreras, natación, halterofilia, salto con pértiga, judo, hípica y otros.

¿Qué ha pasado? ¿En dónde radica el secreto o los secretos para que se haya producido este cambio?
Usted tiene la palabra, querido amigo, lector…

Autor: Fausto Jaramillo Y.
Catedrático, Abogado, Doctor en Jurisprudencia.