La Policía atrapada por el ‘espíritu de cuerpo’ y un crimen

De estas debilidades humanas, institucionales y políticas, que claramente afectan a la Policía, se están aprovechando los opositores, en especial los correístas y sus aliados. Además, conozca una historia que marcó a la Policía, hace 38 años. 

Hace 38 años, Fanny Ernestina Boada, una mujer humilde, esposa del policía, José Tenorio, también tuvo un final fatal dentro de un cuartel de policía de Quito.

Él, descubierto en bigamia, le había pedido a ella que fuera al Regimiento Quito a recibir la pensión alimenticia que le debía. Varios policías “amigos” de la pareja vieron entrar a Fanny Ernestina, hasta la saludaron, pero no regresó a su hogar.

Sus hijos, uno de ellos ciego, empezaron a buscarla, pero por el ‘espíritu de cuerpo’, todos los policías, incluidos los “amigos”, y sus jefes policiales, se confabularon para negar haberla visto. En algún momento un agente les manifestó ‘extraoficialmente’ su sospecha de que el marido ‘desapareció’ a Fanny Ernestina.

Este hecho ocurrió el 18 de septiembre de 1984, un mes ocho días después de que León Febres Cordero asumiera la presidencia de la república, pero fue descubierto 11 años después por una denuncia periodística publicada en 1995. Sin embargo, no se conoció que hubiese una investigación institucional, de la Fiscalía, ni de alguna institución de derechos humanos. (La historia completa de Fanny Ernestina Boada consta al final de esta nota).

La historia se repitió

El 11 de septiembre 2022, a las 00:42, la joven abogada quiteña María Belén Bernal Otavalo, de 34 años, desapareció en la Escuela Superior de Policía General Alberto Enríquez Gallo,  donde había entrado, en pijama, para comprobar el ´soplo’ de una supuesta infidelidad de su esposo Germán Fernando Cáceres del Salto, teniente instructor de cadetes que, con otros oficiales, dormía allí vigilando a los 400 alumnos y alumnas. Pese a los gritos de María Belén pidiendo auxilio mientras su esposo la estrangulaba, al principio todos negaron haber visto o escuchado algo. Ese silencio cómplice se rompió el momento en que, por presión pública, la Presidencia de la República y los jefes policiales ordenaron una investigación a fondo. Entonces, de a poco, dejaron de lado sus ‘caras de santos’ y abrieron la boca para narrar una historia horrorosa.

María Belén dejó de gritar y varios cadetes y policías que estaban en esa Escuela fueron llamados por el teniente Germán Cáceres para que le dieran los materiales que necesitaba para envolver el cadáver de su esposa con plástico y una cobija.

Luego lo embarcaron en un vehículo e iniciaron el cortejo fúnebre nocturno macabro hasta el cerro Casitagua, colindante con la Escuela Superior de Policía, en el norte de Quito, barrio Pusuquí, donde cavaron una fosa y la enterraron. El miércoles 21 de septiembre fue descubierto allí el cadáver de María Belén. Cada paso que dieron parece fiel copia de esas escenas de las películas de asesinatos macabros.

‘Espíritu de cuerpo’, ‘obediente, no deliberante’

En las películas policiales hay el asesino y un héroe que descubre el crimen; en el caso de María Belén, el supuesto asesino es su esposo policía y el héroe es la comunidad que presionó a las autoridades del gobierno y de la Policía por todos los canales de comunicación para que se descubriera el cadáver, las causas de la muerte (fue golpeada y estrangulada, dice la autopsia), a los autores materiales del crimen (se cree fue el esposo que huyó) y a los cómplices y encubridores (aparecieron involucrados hasta generales).

En el tiempo que llevamos informando sobre hechos vinculados a los derechos humanos, es la primera vez que la policía rompió consignas tradicionales, como el ‘espíritu de cuerpo’ que ha funcionado así: frente a alguna falta o delito que no quieren que se conozca fuera de los cuarteles, ni castigue la justicia ordinaria, todos se acogen al silencio, todos encubren.

Otra consigna rota fue: ‘Ser obediente, no deliberante’, que quiere decir: un mando inferior no debe decirle a un oficial superior qué hacer o no hacer.

Y hay una tercera consigna rota que no es precisamente exclusiva de los elementos de seguridad, sino de todo el público, y dice: ‘En pelea de marido y mujer nadie se tiene que meter’. Es una frase tan enraizada dentro de nuestra sociedad que incluso se la canta a ritmo de vallenato, como un himno que justifica la falta de solidaridad humana.

Neutralizando estas consignas, la Policía logró elaborar el informe preliminar. Varias voces dicen que en ese documento hay omisiones. La Fiscalía que ya tiene el informe confirmará o desmentirá aquello.

Ahora la comunidad exige la captura de Cáceres señalado como el autor material del crimen. Él huyó, unos dicen por la frontera norte, otros por la frontera sur. Para algunas personas, su detención demora, pese a la alerta roja de la Interpol, porque la Policía le está encubriendo “porque sabe mucho”. Por la misma causa, otros creen que sería “silenciado”, aparecería muerto.

Y no faltan quienes imaginan que Cáceres preferiría permanecer escondido o morir, a entrar en una cárcel donde de inmediato lo “eliminarían”.

Como se puede ver, el futuro de este exteniente (porque ya le dieron la baja) es negro.

La Policía debe ir a una modernización profunda

Ojalá esta triste historia de María Belén sirva para que los jefes modernicen el cerebro de los elementos de las fuerzas de seguridad, explicándoles que el ‘espíritu de cuerpo’, ‘obediente no deliberante’ y ‘En pelea de marido y mujer nadie se tiene que meter’, no aplican cuando se trata de un asesinato.

Es hora de hacer una autoevaluación y cambios radicales a nivel personal, institucional y gubernamental para que el policía genere confianza en la gente.

Lo primero que se notó tras el crimen de María Belén fue la gran indisciplina al interior de la Escuela de Policía que, más que una institución educativa, parece un hotel con farras e intensas diversiones. Por el impacto de esta imagen, las autoridades resolvieron pasar de inmediato su administración a oficiales mujeres. Es un experimento interesante en una de institución de seguridad donde predomina el machismo. Simultáneamente debe hacerse una evaluación estricta del pensum y del sistema de calificación para el ingreso de nuevos policías.

Además del estado físico y de los conocimientos académicos, debe calificarse exhaustivamente los valores éticos que, según los expertos, “son las bases por las que las personas rigen su conducta. Los cinco valores básicos son respeto, justicia, responsabilidad, honestidad y libertad”. En la policía ecuatoriana se han detectado problemas de gusto por el alcohol, maltrato a sus parejas, femicidios, bigamias, paternidad irresponsable, coimas, crímenes para robar, asociaciones con mafias, etc.

También debe ser exhaustivo y permanente el control de las emociones. Los expertos dicen: “Las emociones negativas son aquellas que producen malestar psicológico o desagrado. Las más conocidas son el miedo, la ira, la tristeza o la ansiedad”. La ira es lo que más preocupa a los psiquiatras. Un policía sin ‘control de la ira’, es un peligro, como lo hemos visto en este crimen brutal que se salió de la racionalidad.
En síntesis, los policías deben ser bien formados y vigilados constantemente durante su ejercicio profesional porque al entregarles un uniforme y un arma, se les está dando poder a veces mal usado.

Quieren que sea un crimen de Estado

De estas debilidades humanas, institucionales y políticas se están aprovechando los correístas y sus aliados que ya se apoderaron del cuerpo de María Belén y de la mente de su madre para reclamar ‘crimen de Estado’. Asustado, el presidente Guillermo Lasso ordenó cerrar y derrocar el edificio donde se cometió el delito, como si las paredes tuvieran la culpa de lo que hace el humano. ¿El Presidente no se da cuenta de que esa acción dejaría a la Fiscalía sin las evidencias que necesita para acusar a los culpables del crimen? Sin evidencias no habría delito y los responsables quedarían libres.

Estos políticos ya están usando el ‘crimen de Estado’ como bandera para conseguir votos en las próxima elecciones y lograr la ‘reparación económica’ (dinero) que el gobierno da por muertes provocadas.Y parece que la intención también sería acusar al gobierno de este ‘crimen de Estado’ para debilitarlo y ‘calentar las calles’ en busca del tan deseado golpe de Estado que les permitiría tomarse la justicia y borrar los juicios por corrupción existentes en contra de su jefe Rafael Correa y acompañantes prófugos.

Si el crimen de María Belén es de Estado, lo dirán los juristas, pero vale agregar este criterio surgido de la cruda vivencia: El MOVICE, Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado de Colombia, creó este concepto:

Los crímenes de Estado se diferencian de otros al reunir las siguientes cuatro características:
1. Son actos generalizados que se cometen contra una gran cantidad de víctimas, ya sea por la cantidad de crímenes o por un solo crimen contra muchas víctimas.

2) Son actos sistemáticos que se realizan de acuerdo a un plan o política preconcebida, lo que permite la realización repetida de dichos actos inhumanos.

3) Son cometidos por las autoridades de un Estado o por particulares que actúan con respaldo de dichas autoridades, con su tolerancia o complicidad.

4) Están dirigidos contra la población civil por motivos sociales, políticos, económicos, raciales, religiosos o culturales”. (Nota: ¿Qué son los crímenes de Estado? Movice. 20 enero 2020).

La historia de Fanny Ernestina que desapareció en un cuartel

Esta es su historia extraída de los archivos de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (Cedhu) que participó en la búsqueda: “Un día, Fanny Ernestina Boada, lavandera, madre soltera, con tres hijos varones, aceptó casarse con el Policía José Emilio Tenorio Velásquez, algo menor en edad que ella, “aunque mamá nunca se mostró una persona de edad, se la veía joven”, dicen sus hijos Hernán y Jorge Boada.Cuando la señora se casó, “los tres vivíamos con mi padrastro. Era una vida bien normal, se llevaban bien los dos y nunca tuvo un mal comportamiento con nosotros o con mi mamá. Era una persona muy buena, como un padre para nosotros”.

De pronto se produce la separación de la pareja, pero no por eso dejaban de verse, de salir junto a comer, etc., hasta que un día, la Comandancia de Policía se niega a entregarle a Fanny Ernestina la pensión que su marido le pasaba mensualmente. Ella comienza a averiguar por qué y descubre que Tenorio había tramitado su juicio de divorcio en el Juzgado Décimo Primero de lo Civil de Pichincha, pero el 29 de agosto de 1983, el juez Pedro Gustavo Arias declara la nulidad de este divorcio por las siguientes irregularidades: “Aseverando desconocer domicilio, (Tenorio) consigue que la citación con la demanda de divorcio se la haga por la prensa… lo que ha probado valiéndose de cuatro perjuros testigos y por ello obtiene el divorcio dolosamente”. El juez afirma que Tenorio y Boada siempre han vivido juntos, él tiene su ropa en casa, le pasaba hasta junio de 1981 una pensión alimenticia de 200 sucres. Por estos antecedentes, el juez Arias declara la nulidad de la sentencia de divorcio dictada el 27 de noviembre de 1980 por su antecesora, doctora Raquel Lobato de Sancho.

Una vez anulada la sentencia de divorcio, Fanny Ernestina continúa con las averiguaciones y descubre que Tenorio se había casado con otra mujer, cuando estuvo en Loja. “Mamá se fue para allá y sacó la partida de ese matrimonio”. Con ese documento en la mano le amenazó que si no arreglaba su situación económica, le demandaría por bigamia. Esto parece que asustó a Tenorio que un día la llamó por teléfono y la citó al Regimiento Quito para el 18 de septiembre de 1984, a las 7 de la mañana. Fanny Ernestina “deja avisando en la casa, inclusive deja las llaves de su cuarto y cédula de identidad y dice a los vecinos que “si cualesquiera de mis hijos viene, díganle que me he ido a donde el Emilio, porque me ha llamado”. Él la llamó justo el día en el que iba a salir franco”.Cuando llegó al Regimiento Quito, “No fue solamente una persona la que le vió a mi mamá; fue el Policía que estaba de guardia ese día, otros compañeros del mismo cuartel que habían estado ese día. Todos indicaban que había entrado al cuartel, en donde había estado parada, describían inclusive con qué ropa había estado vestida, que era la misma con la que salió de la casa. Por orden del mismo Comandante, delante de la trabajadora social se hizo un careo, y después de que dijeron que estaban dispuestos a declarar que mi mamá había estado ahí, todos se retractaron, dijeron que se habían equivocado”. Los nombres de los testigos no los pudieron obtener porque después ya no les quisieron dar ningún dato.

La Policía había designado a dos agentes para que investiguen el caso, entre ellos, el 051, Guillermo Llerena, involucrado años después en la desaparición y muerte de los hermanos Restrepo. “Cuando salimos del careo, él se subió al carro que nosotros veníamos y nos dijo: ‘Hay una disposición de ayudarle al compañero, de gana van a gastar plata aquí con nosotros, mejor búsquense un investigador particular porque de pronto van a sufrir hasta una agresión, al menos al señor que no ve (uno de los hijos de la desaparecida es ciego), le puede pisar un carro. Yo porque fui amigo de la señora Fanicita les digo eso”.

Como unos 5 años después de la desaparición de la señora, Llerena se acercó a la caseta telefónica donde estaba trabajando una de las nueras que le preguntó: “Señor, ¿no supo nada?, y me dijo: Verá señora, yo lo único que le puedo decir es esto: ya no la busquen porque para mí que la señora está muerta y quien lo realizó fue el señor Emilio’. Eso me afirmó él en confidencia. Yo le dije: ‘¿Cómo?’, y él me dijo: ‘Por las evidencias que hay, yo sé’. Eso fue lo único que me dijo el señor Llerena. Una semana después fue capturado por este problema de los Restrepo”.

Por falta de dinero no contrataron a ningún investigador privado ni emprendieron en ninguna diligencia legal. Por su cuenta, publicaron la foto en un espacio gratuito de la televisión, han estado pendientes de todo accidente, han ido a los hospitales, a la morgue, cuando recibían alguna pista, salían corriendo tras ella con la esperanza de encontrar a Fanny Ernestina, pero hasta la fecha, nada. “Ella era una persona sana, totalmente cuerda, no tenía ningún problema ni enemigos. Nunca recibió una amenaza del señor Emilio. Yo he hablado con él. Hice una revista (para ciegos) y fui para solicitar que me presten unos perros para una foto. Llegué al cuartel y justo había estado él, hablamos normalmente, se portó cariñoso, dice Hernán Boada.

Cuando la trabajadora social le pidió: “Señor, si usted sabe, indíqueles porque son los hijos de la señora, pero él como siempre ha sido de un carácter callado, no decía nada…”

(Tomado del libro: ‘¿Dónde están? Los desaparecidos en el Ecuador’. Autora: Mariana Neira. Auspiciantes: Comisión Ecuménica de Derechos Humanos y Casa de la Cultura Ecuatoriana ‘Benjamín Carrión’. 1995). Mn. 3. 10. 2022.

* Por Mariana Neira.