El esmeraldeño nace donde quiere

FABRICIO GUERRERO
FABRICIO GUERRERO

“El esmeraldeño nace donde quiere”. Eso me dijo alguna vez mi querido abuelo Edgar Guerrero Montalvo (exgobernador), riobambeño que amó y murió en Esmeraldas, donde se sentía mejor que en ningún otro lugar. Desde entonces me he planteado más de una vez ¿Qué significa ser esmeraldeño? ¿Es aquel que ama su tierra aun si haber nacido en ella? ¿O es aquel que conoce la historia de su provincia y la predica con orgullo?

Somos una provincia cruzada por ríos visibles y ríos subterráneos de poesía popular en forma de populares décimas en peligro de extinción. Somos una provincia que usó la marimba “pa’ que cures tu dolor, bailando” pues “Cuando escucho la marimba me dan ganas de bailá, pero cuando no la oigo me dan ganas de llorá” (Andarele y andarele). Somos la tierra rebelde, aquellos que siempre se resistieron a la conquista, conservando autonomía y libertad bajo el grito “Libre por rebelde y por rebelde grande” en el primer grito de independencia en Río Verde (1820).

El esmeraldeño ha de ser orgulloso por naturaleza, ha de inflar nuestro pecho al ser conocidos (a nivel nacional e internacional) como la cuna eterna de deportistas por ver nacer leyendas como el difunto Alex Quiñónez, la Halterófila María Alexandra Escobar, el voleibolista Danny León Nieves, el actual campeón mundial de kickboxing Ismael Toala o los seleccionados tricolor como Walter Ayoví, Carlos Tenorio, Iván Hurtado y Piero Hincapié.

Sin embargo, el esmeraldeño ha de inflar más el pecho en vista de la diversidad gastronómica, cultural además de la cantidad de playas hermosas que puede presumir y disfrutar. Somos una provincia con un total de 13 playas, Las Palmas, Atacames, Tonsupa, Cumilínche, Súa, Estero de Plátano Mompiche, Isla Portete, Isla Jupíter, Laguna de Cube y mágicas comunas como Tongorachí donde al sur está el mar y a pocos pasos al norte, el río Tongorachí. Cada una de ella plagadas de una diversidad gastronómica envidiable en cualquier lado del mundo gracias a sus mariscos y pescados, es decir, también somos una cuna de sabor y playas hermosas.

En efecto, creo que el esmeraldeño nace donde quiere, dado que muchos han llegado a estas tierras quedando enamorados de corazón, y ¿Cómo culparlos? Si esta tierra lo tiene todo y aquel que ame, la respete y haga respetar, es digno de llamarse rebelde.