El cerebro en la maternidad

Autor: Dra. Gladys Llanos Vega de Ordoñez| RS 56

“La maternidad cambia a la madre para toda la vida”, en el embarazo la mujer vive y respira por dos en cuerpo y alma y se dice se convierten en una unidad. Transforma el cerebro de una mujer, estructural y funcionalmente con carácter irreversible. La naturaleza asegura la supervivencia de la especie.

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En el código genético están los disparadores de una conducta maternal básica, formados por las hormonas del embarazo, activados por el parto y robustecidos por el contacto directo, físico, con la criatura.

Los circuitos cerebrales innatos de una mujer, así como los de otros mamíferos responden casi siempre a consignas básicas: el crecimiento de un feto en su vientre, el nacimiento de la criatura, la lactancia, el tacto, olor y mayor intimidad, de la piel contra piel.

Incluso los padres adoptivos, las mujeres que han tenido problemas en el parto y no han podido vincularse de inmediato con sus hijos, así como aquellas que no han estado nunca embarazadas, pueden responder de modo maternal después de tener contacto íntimo y diario con un bebé.

Estas claves físicas generan nuevas pistas neuroquímicas en el cerebro de la madre, que crean y refuerzan los circuitos del mismo, ayudadas por una modificación química y grandes aumentos de la oxitocina. Este cambio cerebral da origen a un cerebro motivado, siempre atento y protector, que obliga a la nueva madre a cambiar sus reacciones y prioridades en la vida.

En la sociedad moderna, en la que las mujeres no son sólo responsables de alumbrar niños sino de sostenerlos económicamente, como hoy ocurre, estos cambios en el cerebro crean la responsabilidad más profunda en la vida de una madre.

El bebé en el cerebro femenino
La biología puede invadir circuitos a pesar de nuestras mejores intenciones y gran cantidad de mujeres experimentan los primeros síntomas del “cerebro maternal” mucho antes de concebir un hijo, especialmente si lo han estado intentando durante un tiempo.

El ansia profunda de tener un hijo puede afectar a una mujer poco después de que haya acunado al recién nacido, suave y cálido, de otra mujer. En el cerebro materno, la transformación acontece desde la concepción y puede dominar incluso los circuitos de la mujer más dedicada a su profesión, modificando la forma en que piensa, siente y da importancia a las cosas.

A lo largo del embarazo el cerebro de una mujer está inundado de neurohormonas elaboradas por el feto y la placenta. Los niveles de progesterona empiezan a aumentar en el aparato circulatorio de la mujer gestante. Sus senos se sensibilizan y su cerebro se serena. Está soñolienta, siente necesidad de descansar y comer más de lo corriente, sus centros cerebrales de la sed y el hambre se ponen en marcha por efecto del alza de las hormonas.

La mujer debe producir el doble de su volumen normal de sangre. Con sensaciones de antojos frente a ciertos olores de los alimentos y a veces le provoca náuseas, la mayor parte del tiempo y puede llegar a vomitar todas las mañanas. Al cuarto mes puede comer con apetito.

Tanto su cerebro consciente como el inconsciente están focalizados en lo que está ocurriendo en su útero, en el quinto mes, empieza a sentir pequeñas burbujas de gas en el abdomen. Ha estado embarazada durante casi medio año y su cerebro cambia y amplia los circuitos del olfato, sed y hambre, frenando las células pulsantes del hipotálamo que habitualmente disparan el ciclo menstrual. Y está dispuesta para que crezcan los circuitos del amor.

Con cada nueva patadita o movimiento empieza a conocer a su bebé y fantasea de cómo será tenerla o tenerlo en brazos. No puede imaginarlo de todos modos, espera con ansias que llegue el momento.
A veces la mujer gestante tiene antojos de comidas raras.

La progesterona sube de diez a cien veces su nivel normal entre el segundo y el cuarto mes de embarazo y el cerebro queda inundado con esta hormona cuyos efectos sedantes son similares a los del diazepam. El efecto tranquilizante de la progesterona y el aumento del estrógeno ayudan a proteger contra las hormonas del estrés durante el embarazo.

Estas sustancias químicas son producidas por el feto y la placenta, de modo que inundan el cuerpo y el cerebro de la madre.Al final del embarazo, los niveles hormonales de estrés son tan elevados en el cerebro de una mujer como estarían durante un ejercicio extenuante. Su influencia hace que la embarazada vigile su seguridad, nutrición y entorno, además de estar menos sintonizada con otra especie de tareas como las de preparar conferencias y organizar su agenda como en épocas anteriores.

El tamaño y estructura del cerebro de una mujer. Entre los seis meses y el final del embarazo, los escáneres cerebrales MRI han mostrado que el cerebro de una mujer gestante se encoge.

Puede ocurrir porque algunas partes de su cerebro crecen mientras otras se reducen, estado que se recupera gradualmente alrededor de los seis meses después del parto.

En estudios sobre animales se ha visto que la parte pensante del cerebro -el córtex- aumenta durante el embarazo revelando la complejidad y flexibilidad de los cerebros de las hembras.

En la semana o quincena anterior al parto, el cerebro vuelve a crecer en tamaño, mientras construye amplias redes de circuitos maternales.

Cerebro maternal durante el nacimiento
Los circuitos cerebrales de la madre se ponen en alerta máxima, saca fuerzas de flaqueza.

En el momento del parto el cerebro de la mamá está conectado con precisión para este feliz momento mediante una cascada de oxitocina, impulsado por señales que parten del feto, enteramente desarrollado cuando está dispuesto para nacer, el nivel de progesterona desciende de repente y flujos de oxitocina inundan su cerebro y su haciendo que el útero cuerpo, empiece a contraerse.

En el mundo de los mamíferos no tienen nada de particular estos cambios cerebrales en el parto. Tomemos por ejemplo a las ovejas.

Cuando la ovejita pasa por el canal materno del nacimiento, los impulsos de oxitocina rehacen los circuitos cerebrales de la madre en unos minutos haciéndola exquisitamente sensible al olor de su cría, a los cinco minutos o menos después del parto, puede registrar el olor de la recién nacida. Por eso, luego solo permite que mame su cría y rechazará a otras que tienen olores extraños. Si la oveja no logra oler a su cría en aquellos primeros cinco minutos, no la reconocerá y la rechazará. Para la madre humana, los adorables olores de la cabeza, la piel, de su recién nacido, hacen brotar la leche del pecho.

Otros fluidos corporales que la han bañado durante estos días quedarán químicamente implantados en su cerebro y podrá distinguir el olor de su bebé entre todos los demás con un 90% de precisión, al igual que los llantos del niño y sus movimientos corporales. Al tocar la piel del bebé, el aspecto de los deditos, manos y pies, los breves llantos y gritos entrecortados quedan tatuados en el cerebro de la madre. En el plazo de horas o días, embarga un abrumador afán de protección y se establece en ella la fortaleza y agresividad maternal para cuidar al bebé. Esos cambios se apoderan por completo de los circuitos cerebrales maternos.

La madre, con su instinto agresivo y protector intensamente exacerbado, se vuelve en extremo celosa en todos los aspectos del manejo de su casa, especialmente en lo tocante a la seguridad infantil. Los centros cerebrales de una madre para la vista, sonido y el movimiento están orientados a monitorizar y seguir a su bebé. Las madres pueden tener mejor memoria que antes, que las que no han tenido hijos y pueden ser más flexibles, adaptables y valerosas.

El cerebro del Padre
En los futuros padres hay cambios hormonales y cerebrales. Es verdad que hay esposos que presentan síntomas de gestación que hoy se llama “Síndrome de la Incubación” estos síntomas, son frecuentes hasta en un 65 % de papas en todo el mundo. Investigadores han descubierto que en las semanas anteriores al parto los padres tienen una subida del 20 % en su nivel de prolactina, la hormona de la cría y la lactancia. Al mismo tiempo su nivel de hormona del estrés -el cortisol- se dobla aumentando la sensibilidad y la alerta.Estos cambios hormonales producen en el cerebro del padre vínculos emocionales con sus bebes, en los varones hay niveles inferiores de testosterona que les permite oír mejor los llantos de los bebes y también es útil para que su impulso sexual esté un tanto disminuido. Varios científicos creen que las feromonas producidas por una mujer embarazada, causa tales cambios neuroquímicos en su pareja preparándolos para ser un padre solícito y a través del olfato hay algún mecanismo de atención del cerebro maternal.

Disminución del placer
Cuando el parto es normal las humanas tardan más de cinco minutos en vincularse con su bebé. Cuando una mujer no ha tenido experiencia de parto normal y ha sufrido anestesia, cesárea y trabajos de parto prolongados, la mujer se priva de la oleada de amor maternal, porque la anestesia y la medicación cambian los efectos de la oxitocina, pero luego si se presenta el circuito maternal sensible.El escáner el cerebro maternal se parece mucho al del amor romántico.

En ambos tipos de amor hay aportes de dopamina y oxitocina en el cerebro que crean el vínculo madre e hijo con circuitos de placer que producen sentimientos de júbilo y apego.

Científicos de la University College de Londres señalan que La dopamina se incrementa en el cerebro maternal por el estrógeno y la oxitocina en el mismo circuito de recompensa disparado en un cerebro femenino por la comunicación íntima y el orgasmo.

Esto permite que la madre tenga un estado permanente del espíritu, que no le afectan las pruebas y tribulaciones de cuidar al nuevo bebé. Las madres novatas pierden un promedio de setecientas horas de sueño en el primer año después del parto.

El botón del placer maternal se acciona una y otra vez para estar físicamente con el bebé.

Lactancia materna
Un efecto secundario de la lactancia puede ser la falta de concentración mental. La madre lactante padece falta de sueño y el tamaño de su cerebro no vuelve a la normalidad hasta seis meses después del parto.

Para la mayoría de las mujeres en la lactancia las hormonas liberadas por el contacto de piel con piel excitan el cerebro maternal para crear nuevas conexiones neuronales, cuanto más tiempo y más a menudo lacte un bebé, en mayor grado se produce la prolactina en el cerebro materno.

Una madre siente que sus pechos se animan y gotean, ante la simple idea de amamantar. La recompensa inmediata para el niño es alimento y comodidad. La oxitocina dilata los vasos sanguíneos en el pecho de la madre, calentando a su bebé, y también recibe con la leche materna sustancias que le dan bienestar “la leche ensancha el estómago del bebé mientras se alimenta y libera oxitocina en su cerebro, esto sosiega y calma al bebé no solo por la comida sino por esas ondas relajantes de las hormonas”.

Es un estado neuroquímico más que psicológico Las madres lactantes experimentan también síntomas de abstinencia cuando destetan a sus bebes. En el trabajo el suministro de oxitocina se interrumpe pues solo dura de una a tres horas en la circulación sanguínea y el cerebro, por ello es útil el extractor la leche durante el trabajo.

Cuidar el cerebro maternal
Los científicos también consideran que los entornos estresantes creados por las exigencias del lugar del trabajo y las demandas del hogar reducen la calidad y cantidad de atención maternal para los hijos y puede afectar hasta los nietos.

Se ha demostrado que un cuidado intenso por parte de un adulto cariñoso que infunde confianza puede hacer que los niños sean más listos, sanos y aptos para hacer frente al estrés y poseerán estas cualidades toda la vida y la transmitirán a las vidas de sus hijos. Por el contrario, los niños que reciben un trato maternal desatento e insuficiente sufrirán estrés, serán hiperactivos, enfermos y temerosos como adultos.

Un trabajo demostró que los adultos en edad universitaria que habían sufrido una atención maternal deficiente en la infancia, mostraban respuestas hiperactivas cerebrales al estrés según la exploración de Pruessner 2004 Hall.

Hay relatos acerca de abuelas que hacían sentir bien a sus niñas y niños con influencia muy positiva. A estas mujeres sustitutas de las madres se las llama “Alomadre”

La mayoría de las madres se encuentran presionadas porque deben optar por las responsabilidades y presiones de los niños y su necesidad de trabajar para lograr recursos económicos o emocionales. En estos casos los hijos reaccionan con rabietas. Estos contratiempos hacen que la mujer decida por dejar el trabajo y dedicarse a su hijo.

Tiempo de crianza
Los primates de la selva no son madres a tiempo completo más que muy raras veces, muchas equilibran el cuidado de sus hijos con su trabajo de buscar forraje, alimentarse y reposar.

También apoyan al cuidado de otras crías es la llamada alo paternidad. Un sugestivo estudio sobre la caza entre las mujeres de la tribu de los Agtanegritos de Luzón – Filipinas- subraya las funciones propias de las redes de parientes porque no es compatible que las madres lactantes se entiendan de la caza.

Cuando se vieron mujeres cazando, llevaban a sus niños de pecho con ellas o habían entregado los niños a sus madres o hermanas mayores para que los cuidaran Glazer 19

Vivir para dos
La independencia y autosuficiencia de la mujer cambia al tener un hijo, dado que el cerebro de una madre se ha ampliado para incluir al bebé y sus necesidades se convierten en un imperativo biológico para la madre.

Toda mujer debe planificar por adelantado el embarazo y la dinámica de su maternidad, hay que recibir ayuda exterior como lo que hoy se llaman alomadres para evitar madres estresadas e hijos inseguros. Mientras el niño viva bajo su techo su sistema GPS o sistema de posicionamiento de circuitos cerebrales estará dedicado a seguir al niño amado, porque cada hijo es una extensión de su propia realidad según su cerebro le indica.

Los psicólogos del desarrollo creen que la extremada capacidad del cerebro femenino para conectarse mediante la lectura de las caras, la interpretación de los tonos de voz y el registro de los matices de la emoción, son rasgos que fueron seleccionados evolutivamente desde la Edad de Piedra. Cuanto más se sepa acerca de las diferencias de las realidades emocionales de los cerebros femenino y masculino más esperanza tendremos de que esas parejas se conviertan en familias colaboradoras que es lo que el cerebro maternal necesita para defender a la prole y a la pareja.

La depresión postparto
Uno de cada diez cerebros femeninos estará deprimido dentro del primer año de haber dado a luz. Por alguna razón ese 10% de mujeres tiene cerebros que no se reequilibran por entero después de los enormes cambios hormonales que siguen al parto. Los cambios psiquiátricos posparto pueden comprender desde melancolías de la maternidad hasta psicosis, pero el más común es la depresión posparto. Según se cree las mujeres que lo padecen sufren un aumento de la susceptibilidad genética a caer en depresión por efecto de cambios hormonales, Ken Kendler, de la Virginia Commonwealth University, descubrió que puede haber genes que alteran el riesgo de depresión en la respuesta de una mujer a las hormonas sexuales cíclicas, especialmente en el periodo posparto.

Dichos genes influirían en el riesgo de depresión importante en las mujeres, pero no en los varones, porque los varones no sufren cambios hormonales significativos.

Estos resultados sugieren que los cambios en el estrógeno y la progesterona intervienen para precipitar los síntomas propios del talante entre las mujeres con depresión posparto. Dicho 10 % de mujeres parecen deprimirse después del parto por múltiples razones. El cerebro ha tenido durante el embarazo puestos los frenos como respuesta al estrés, para proteger a la criatura y de repentinamente, después del parto.En los circuitos cerebrales de la mujer en la maternidad se incrementan las conexiones neuronales de acuerdo a los estudios de las tomografías que miden el mayor riego sanguíneo en las zonas específicas de la producción de prolactina, oxitocina y otros neurotransmisores que ayudan a la lactancia y al desarrollo de la criatura.

Frente a la depresión post parto se recomienda prevención, atención emocional y afectiva de la pareja y el entorno familiar para que ciertas mujeres con tendencia a deprimirse superen estas reacciones en beneficio de la unidad madre-hijo.