De dos en dos

UN CUENTO PREEMIADO. – El jurado del concurso de cuento organizado por la Federación de Profesores Universitarios del Ecuador, (1991-1993) integrado po Raúl Pérez Torres ,Marco Antonio Rodríguez y Abdón Ubidia, declaró tiunfador al trabajo denominado DE DOS EN DOS, su autor:

Arturo Campaña Karolys
Seudónimo: CONEJO

Nacido el 1947 en la Latacunga, graduado de Médico en la Universidad Central, en la promoción de 1973. Obtuvo su especialización como Psiquiatra en el Instituto de Investigaciones Neuropsiquiátricas “Bechterev”, en Leningrado habiendo sido el fundador y uno de los jefes de la Dirección de Salud Mental del Ministerio Salud Pública. Vinculado también, desde hace trece años, al Centro de Estudios y Asesoría en Salud.

JUSTO A TIEMPO

Don Aurelio Vásconez, hermano del Canónigo Bernardino Vásconez había vuelto la madrugada del dos de Octubre de 1946 a su casa, en Latacunga, cerca del parque central. Su retorno fue detectado por sus hijos y por la matrona Doña Mercedes Chiriboga, partera de profesión, gracias al golpeteo de los cascos del caballo sobre el adoquinado de piedra de la calle, que fue aumentando de intensidad hasta llegar al portón en donde cesó de golpe y fue reemplazado por un fuerte resuello del animal y por el tintineo de sus frenos y sus dientes. Fiel a su costumbre de militar retirado, don Aurelio irrumpió en la casa dando órdenes desde el zaguán para que su hijo mayor desensillara el caballo y lo llevara a la pequeña caballeriza del patio trasero. Desperézate ¡… Cómo es eso de recibir a tu padre con tanto desgano!. ¿Y cómo sigue tu madre?… Llego a tiempo? Bien.
De no haber sido por su hermano el canónigo, don Aurelio habría llegado ya muy alto en la jerarquía militar. Muchas veces él mismo llegó a pensar si no habría sido su más grande equivocación dejar el ejército para apoyar la gestión de su hermano cura. ¡Cómo le habría gustado continuar con su tan querida vocación!. Pero persistía en él, el orgullo de haber sido formado en la estrategia militar alemana. Pertenecía pues a una de las primeras promociones a las que se formó en esa estrategia, intransigente, ruda, implacable, nada sentimental. Hasta el uniforme de las pobres tropas ecuatorianas pretendió algún momento parecerse al de los germanos, cosa que lo lograban pero de modo por demás caricaturesco.
Poco afecto a los libros conservaba sin embargo con gran seguridad e idolatría sus colecciones de “La guerra ilustrada” —Primera Guerra Mundial— y de “La Gran Guerra” Segunda Guerra Mundial—, que había hecho empastar con esmero en la imprenta de los hermanos Cristianos y que de cuando en cuando, sobre todo cuando sentía agudizar su estreñimiento, hojeaba en el baño hasta que se sentía invadido por la nostalgia. Alguna vez vociferó: …Lauritaaa: quién carajo me anda sobre los libros… fíjate en esto, serán mocos? … o manchas de dulce? qué diablos es…?

DON AURELIO Y SUS BEMOLES

La derrota final del nazismo le hizo caer en fuerte depresión. De sus consabidas charlas con su hermano cura y con la jorga de terratenientes y comerciantes solía regresar en esos tiempos a casa con el ánimo alterado. Aurelito Jr., el mayor de los once hijos varones, que tenía a cargo ir a sacar a su papá de la cantina los sábados por la tarde, debía escuchar reiteradamente el monólogo de su padre que inyectados los ojos por el aguardiente e interrumpiendo de vez en cuando la perorata para escupir rabiosamente contra el suelo, maldecía al comunismo: José Stalin es la mismísima mierda y la pura encarnación del diablo… de no haber sido por este energúmeno el imperio alemán hubiera llegado con lo más avanzado de la civilización hasta lo más apartado del mundo… ten la seguridad Aurelito de que hasta habría llegado a la misma Latacunga con el progreso…; qué industria! ¡qué capacidad para trabajar con disciplina!. Fíjate nomás en los motores Deutz, que calidad …la luz de Sigchos no le pide con seguridad favor a la de ninguna ciudad Europea! ¡Dios santo! Mientras acá, uno lidiando con toda la sarta de indios vagos… borrachos… ignorantes… Todo es cuestión de sangre Aurelito… los alemanes son otra cosa definitivamente.

Muchas veces, al entrar a casa llevaba a Aurelito hasta el cuarto de escritorio y le enseñaba el baúl con sus reliquias militares: el casco y el uniforme, también la réplica de la insignia svástica y los binóculos que le consiguiera con gran dificultan su hermano cura en su único viaje a Europa; además su sable y las charreteras del ejército ecuatoriano, y sentenciaba:… Qué tiempos aquellos… y pensar que más pudo el demonio del comunismo…, pero, qué caray…! hasta acá el diablo no llegará nunca. Cuando más ebrio se encontraba hasta llegaba a soltar lágrimas de varón lamentando que ´la barbarie` haya terminado con el Imperio Ruso y con los zares y que el poder haya sido tomado por el pueblo y por los obreros! … ¡por los mismísimos indios y por los artesanos ignorantes Aurelito!. Aurelito desde luego poco o nada entendía estos arrebatos verbales, pero disfrutaba a veces matizando el monólogo con alguna pregunta suelta, que le gratificaba con la sensación de que al fin se había podido comunicar con su ceñudo y poco expresivo progenitor.

En fin, ya hacia mucho tiempo que don Aurelio estaba encargado de cobrar los diezmos y primicias en los cantones pertenecientes a la Diócesis de Latacunga bajo la influencia de su hermano Canónigo. Y el trabajo no era nada malo: a la par con el sueldo asignado por la función se beneficiaba del cuarenta por ciento de las tributaciones de los campesinos de la zona. De sus frecuentes periplos de supervisión don Aurelio volvía a casa con cargamento inflado: gallinas, borregos, terneros, maíz, cebada, trigo, máchica, granos, etc. Los animales recaudados iban a dar generalmente a una hacienda cercana de propiedad de los suegros y se les asignaba a los niños: la vaca negra, del Aurelito; el borrego mocho, del Manuelito; la ternera blanca, del Pompe, y así por el estilo. Y los niños Vásconez aprendieron así a la fuerza que los campesinos estaban obligados a entregar a la Iglesia y a su papá la décima parte de lo producido por su trabajo. Ahora mismo estaba por llegar el ayudante de don Aurelio con un par de mulas en que venían suficientes gallinas como para solventar la necesaria cuarentena a la que debía someterse doña Laurita luego de su décimo segundo parto, cuarentena de la cual seguramente se levantaría otra vez embarazada porque, ¡eso sí!, don Aurelio no esperaba nada y venía ostentando su virilidad desde hace catorce años.

ÑA LAURITA BAJO LA LEY DE LOS HOMBRES

En efecto, desde que el Canónigo Vásconez arregló con los padres de Laurita el matrimonio para su hermano cuando ella apenas había ajustado los trece años, don Aurelio no le había dado tregua y estaba obsesionado por la idea de que la mejor manera de alejar a su jovencísima esposa de cualquier juvenil tentación era mantenerla constantemente embarazada.

Solamente el último embarazo había venido con intervalo de un año respecto al anterior, cosa que nunca dejó de preocupar a don Aurelio, quién insistía en justificar obsesivamente ante sus amigos la demora en preñar a su esposa argumentando que el anterior parto había sido muy debilitante, por el inusual sangrado y la consiguiente anemia. Este era a los 27 años de Laurita , su parto número doce. Quienquiera que sin suficiente conocimiento se hubiera puesto a tasar su edad bien podía concluir que ella aparentaba unos 40 años y más. Y si bien su belleza de antaño no terminaba aún de esfumarse del todo gracias al permanente brillo de sus negros ojos, algunos achaques anunciaban su irremisible presencia: La falta de un par de piezas dentarias que le había condicionado a hablar tapando disimuladamente la boca con la mano o con el pañolón, el ya evidente cloasma que manchaba la cara, los senos flácidos y colgantes, el cabello opaco y caedizo y, lo más notable, las várices de sus piernas mal disimuladas por las permanentes medias color carne.

De manera que, a sus veintisiete años reales su apariencia en años se igualaba, casi tas con tas, con la de su cónyuge. Ya nada quedaba entonces de aquella jovencita cuya imagen había sido congelada en toda su frescura por el fotógrafo instantes antes de su boda, vestida de novia e ingenuamente arrimada a los barandales de la casa paterna, con una sonrisa blanquísima de dientes grandes pero muy bien alineados, que podía tentar a cualquier adolescente a estampar sus labios y ensayar un tierno y rápido beso en la foto que más parecía foto de primera comunión. Algunos comparaban con razón la figura estilizada de la foto con las de las artistas de cine más bellas de la época. Ay …Laurita, si hubieras vivido en Hollywood mínimo que te hubieran contratado para hacer películas… le dijo una vieja compañera de escuela al visitarla hace un par de meses, mientras le recordaba esa gracia natural que le había granjeado las consideraciones de las monjas Bethlemitas, al punto que siempre salía en las veladas de la escuela, como princesa, como virgen María, como reina de carnaval, o recitando en las sabatinas y en el día de la madre… Ay… Laurita, es duro pero así es la voluntad de Dios… al fin y al cabo ya eres madre de once guaguitos y ya ves, a mi me impuso esta aburrida soltería y no creo que haya cristiano que quiera embarcarse conmigo a esta edad. Como dice mi mamacita, estoy quedando para vestir santos. Aunque a veces me pongo a pensar si no habría sido mejor quedarme así cuando te veo lidiando y lidiando con tanto y tanto demonio.

Detrás del biombo, en el enorme cuarto matrimonial, se oía a doña Mercedes Chiriboga insistir con voz baja pero muy segura: puje Laurita uniformemente, pero no hacia arriba… hacia abajo, como para defecar… eso, así… a ver, descanse un ratito hasta que vuelva la contracción… Ayyayayaaay Dios mío ten misercordia de mi decía con voz agitada la parturienta … ya no puedo más ¿dónde están mis hijos? Don Aurelio esperaba arrodillado con sus once varoncitos seriamente formados en rondador frente al altar que, como buen católico, había levantado en su cuarto el mismo día que regresó de Baños, al término de la luna de miel.

¿FAMILIA QUE REZA UNIDA PERMANECE UNIDA?

A su iniciativa de Dios te Salve María, llena eres de gracia sus hijos más grandecitos repetían y los otros balbuceaban en coro Santa María Madre de Dios ruega por nosotros los pecadores… hasta llegar al Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre… luego de lo cual Don Aurelio, antes de pronunciar el próximo misterio, soltaba provisionalmente el rosario, acomodándolo en el suelo de tal manera de no perder la cuenta y de la botella de coñac francés que había colocado bajo el altar tomaba un gran sorbo y se lo pasaba, sin respirar, haciendo una pequeña mueca al final mientras algo del licor se derramaba por las comisuras blanqueadas de saliva antes de secar el exceso con su apelotado y sucio pañuelo. Santa María Madre de Dios ruega por nosotros, volvía a incitar aguardentoso el rezo monótono de sus hijos.

A diferencia de otras ocasiones ahora su preocupación por la suerte de su esposa hacía que su interés por mantener rígido el comportamiento de los niños no se volviera muy notorio. De cuando en cuando, y con una inusual suavidad de voz les reconvenía a los más pequeños para que no perturbaran el rosario: shhhhhit,… recen por la salud de la mamacita. Cuando la botella de coñac ya había descendido unos dos dedos por debajo de la mitad, de pronto se escuchó tras del biombo: eso Laurita, eso mamitica… un esfuercito más ya, ya, ya… Ungaaaa, ungaaa, ungaaaa, se oyó luego del seco golpe de la palmotada en la nalga propinada por doña Mercedes Chiriboga a la criatura. Frente al altar todo el mundo quedó en silencio y don Aurelio retorcía unos contra otros los dedos de sus manos.

De pronto surgió de adentro la figura gordita y blanca de doña Mercedes, quien con una alegría que se dibujaba en el rostro y sosteniendo la criatura en una blanca manta con algunas pintitas de sangre, dirigiéndose a don Aurelio dijo:… agradezca al Señor don Aurelito, es una niña….ja, ja… por fin una santita entre tantos y tantos diablillos…ja, ja… y tiene los ojos igualitos a los de la madre. Pero doña Mercedes de pronto se quedó cortada al ver que don Aurelio palidecía completamente hasta ponerse blanco papel, se levantaba como un autómata botella en mano y desviándose suficiente para no exponerse a la cercanía con la partera y con la recién nacida, irrumpía aparatosamente tras el biombo y soltaba en alta voz, cosa que se podía oír hasta la calle, el único pensamiento que brotaba de su mente en ese instante: carajo Laura… no puedo creer… jamás me hubiera imaginado que tuvieras la bajeza de traicionarme… qué diablos es todo esto mujer del demonio… esa niña no es mi hija… me has cuerneado, eso si que no te perdono; y ante la espantada figura de doña Mercedes Chiriboga que prensaba maternalmente a la niña contra su pecho hasta casi asfixiarla y de los niños boquiabiertos, don Aurelio enfilaba con fuertes zapatazos fuera del cuarto, hasta llegar al zaguán desde donde lanzaría contra la pileta de piedra del patio central la botella de coñac que volaba en mil pedazos amarillo verdosos confundiendo su ruido con el de ¡..soy un cabrón! y con el último escupitajo que estampó en el piso antes de alcanzar la calle y caminar rápidamente hacia la cantina de la esquina, sin entender qué mismo le dijo a su paso su consentida lora domesticada que caminaba como siempre garbosamente por una de las barandas del patio, y sin percatarse que había olvidado tocarse con el sombrero que durante años de años había ocultado cuidadosamente su cómica calvicie ante los residentes del pueblo.

LO CORTÉS NO QUITA LO MACHISTA

Qué te sucede macho, le dijo por el apodo Fernando Osorio, al verle tan descompuesto. Y en seguida le hicieron ruedo unos tres amigos más, asiduos de la cantina, que casi al unísono le invitaron: ¡tómate un trago… eso te hará bien… si estás más lívido que un muerto!… Y don Aurelio callaba y respiraba estruendosamente, como caballo recién correteado, hasta que después de zamparse el trago llevando bruscamente la cabeza hacia atrás y temblándole la mandíbula les diría: i… Pues nada… lo que tenía que pasar… sucede en las mejores familias…ustedes son mis amigos y no les puedo ocultar… ¡que ya soy cabrón… que la Laura me ha traicionado!

Silencio sepulcral, hasta que don Fernando sentencia: ¡pero que dices macho,… cómo se te ocurre! Momento en el cual don Aurelio queriendo acomodar el ala de su sombrero cae en cuenta que no lo tiene puesto e inventando el cursi pretexto de que va a poner el revólver fuera del alcance de la Laurita, regresa de un salto a su casa dejando plantados y alelados a sus amigos.
Sus zapatazos y escupitajos volvieron entonces a resonar en el zaguán y a asustar a la lora que más gritona que nunca y sin calcular consecuencias le ensopetó, ahora si con más claridad: ¡… coco pelado quién te pelo! , a lo cual don Aurelio respondió con una rápida persecución que al verse fallida por la agilidad del ave para eludirlo culminaría, en medio de una polvareda matizada de una que otra pluma, con un impotente ¡donde te agarro te mato gallina embustera…! Bullicio ante el cual los guaguas como siempre reaccionaron con manos frías, pero esta vez se sintieron fortalecidos por estar pegados unos con otros al pie del altar, hombro con hombro, y como protegidos por la atmósfera de santidad del lugar. Con un sonoro portazo don Aurelio reingresa al cuarto matrimonial, pero su incursión coincide esta vez con una nueva y seca palmada en nalga de criatura… Ungaaaa, ungaaa, ungaaaaaaa… y la expresión incrédula de doña Mercedes Chiriboga: … hembrita Laurita…. otra reinita en medio de tanto diablillo…. i alabado sea Jesucristo….! descanse madre descanse… aguante la mano en el vientre para que salga la placenta. Y pálido como papel pero pasando súbitamente a colorado y sudoroso, don Aurelio irrumpe como un felino tras del biombo y dejándose caer de rodillas busca desesperadamente las manos de doña Laurita, que al verlo ha virado la cara contra la pared: Laurita, no sé… Laurita mía… perdóname tanta insensatez… soy un vulgar… un vil… un canalla… ¡Cómo pude haber dudado de ti si eres una santa…! Son mías….. son mías… mías carajo. Así si Laurita, mis guaguas nacen así: … los varoncitos de uno en uno … y las hembritas…. las hembritas de dos en dos. No, no me has cuerneado Laurita, noooo! Soy feliz, muaa, muaaa. La pequeñona será Laurita y la grande Aurelita…. Míralas… míralas nomás, si son idénticas a mi. Gracias doña Michita, gracias mil…
¡Guaguas…al patio carajo, dejen descansar a la madre!

Arturo Campaña Karolys