Una papeleta alentadora

Ya sea por inercia o por mero masoquismo cultural, los ecuatorianos nos hemos acostumbrado a descalificar con demasiada facilidad a toda nuestra clase política. Semejante proceder, por más que queramos dotarlo de cierto esnobismo y superioridad moral, resulta profundamente estéril y, en más de una ocasión, injusto. En esta ocasión, tras el cierre de las candidaturas, mal haríamos los ciudadanos en desdeñar prematuramente a todos quienes estarán en la papeleta.

Aunque no haya un candidato ideal para la Presidencia, sí hay varios con valiosas cualidades. Si existe una gran masa de indecisos no es porque no haya un aspirante aceptable para la ciudadanía, sino porque hay más de una opción digna de consideración. Ya sea por su experiencia profesional relevante, su educación formal digna de destacar o su abultada experiencia política y de administración pública, el país tendrá que elegir entre varios candidatos con cierta solvencia. 

También hay otras señales alentadoras. Aunque sean de mediana edad, todos son jóvenes aún para la política. Esto invita a pensar que estamos ante un oportuno recambio y una generación en crecimiento, mucho más globalizada e internacional. Asimismo, ninguno exhibe rigidez ideológica y posturas intransigentes, —algo que resultaría fatal en el momento actual del país— y se nota un paulatino apaciguamiento de los discursos divisivos. Por primera vez en mucho tiempo, el país enfrenta una elección en la que hay más de uno o dos verdaderamente opcionados, y en la que se han reducido sustancialmente los candidatos de relleno.

No es señal de decadencia, sino de una democracia que madura paulatinamente.