Trabajo y paz

La jornada de protestas convocada por Leonidas Iza, al mando de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, no fue una jornada trágica para el país, sino todo lo contrario.

Pese a las amenazas de cerrar vías, “tumbar” al Gobierno, sancionar a los comuneros que no se plegaran al paro o secar los pozos petroleros “hasta la última gota”, el lunes 13 de junio la gran mayoría de ecuatorianos salió a estudiar y trabajar, como cada día.

De manera oportuna, aunque un poco tarde, el Ministerio de Educación decidió no cancelar la jornada académica, pese a que algunas universidades sí lo hicieron y el cierre de vías dejó sin clases a cerca del 1% de la población estudiantil. Las instituciones públicas trabajaron con normalidad y los transportistas siguieron brindando su tan necesario servicio.

Leónidas Iza y su facción anarquista demostraron tener poco poder de convocatoria, pero eso es mérito de la ciudadanía, no del Gobierno. El presidente Guillermo Lasso y su equipo no deben cometer el error de usar este episodio como una excusa más para la autocomplacencia. Ya no se puede negar que existe descontento. Esa misma población que ayer optó por salir a trabajar y llevar el sustento a sus familias, enfrenta obstáculos absurdos en su día a día, que hacen que cada vez le resulte más difícil ver el futuro con optimismo.

La de ayer fue una jornada pacífica que demuestra que el Gobierno, pese a todo, aún goza de la confianza de la gente. Sin embargo, las medidas urgentes y decididas deben llegar, y rápido. La educación, la desnutrición, la implacable violencia, la inflación y el avance del narcotráfico exigen acciones inmediatas. Si insisten en no hacer nada, puede ser que la próxima vez la paciencia se agote.