Recuperar la elemental urbanidad

¿En qué momento los ecuatorianos nos volvimos autores y cómplices de la suciedad y la falta de urbanidad? Basta acercarse a un baño público o caminar por las calles de cualquier centro urbano para comprobar que, como sociedad, perdimos las costumbres hace años.

La presencia de hábitos fundamentales como higiene, cortesía, orden o respeto por la propiedad pública hacen una inmensa diferencia en el cotidiano de una sociedad. En cambio, su ausencia da pie a dramas mayores en salud, seguridad y bienestar.

Por momentos, el Estado y la comunidad parecen haber perdido la convicción de educar a los ciudadanos en estos valores básicos. Por un lado, se asume cómodamente que alguien más se encargará de dicha tarea; se espera que sea la familia o el entorno de cada persona quien asuma el deber de conducir una correcta socialización. Por el otro, se juzga que cualquier esfuerzo por instaurar dichos comportamientos puede resultar intrusivo o discriminatorio. Sin embargo, ambas posturas asumen equivocadamente, que el país todavía cuenta en su mayoría con una estructura familiar, institucional o comunitaria funcional, capaz de educar exitosamente a la población en cuestiones fundamentales de convivencia. Hace mucho tiempo que ya no es así y nadie se pone la tarea al hombro.

El Estado y la sociedad civil necesitan retomar el valioso rol de enseñar valores de civilidad y hábitos saludables a la población. Se necesita masificar material didáctico, llevar a cabo ambiciosas campañas de comunicación y, sobre todo, exigir que sean los propios funcionarios los mejores ejemplos de urbanidad, probidad y civismo. Todo esto podría, por un costo mínimo, suscitar un cambio determinante en la psiquis y la economía de toda la población.