Pantomima electoral

Ante cada elección, el país se ve obligado a lidiar con el enredo de la Función Electoral. El poder electoral que la Asamblea Constituyente de 2008 concibió con el afán de garantizar independencia, reglas claras y juego limpio es hoy un feudo de los partidos en el que las arbitrariedades y las irregularidades están a la orden del día.

La proliferación de partidos y movimientos, y la falta de transparencia en el registro de afiliados —eternamente postergada a su conveniencia— son dos caras de la misma moneda: un sistema de partidos ficticio, dependiente de la recolección fraudulenta de firmas para perpetuarse. Su motivación no es la diversidad ideológica, sino su adicción al presupuesto de fondos públicos. El sistema de financiamiento que predicó una democracia más justa, engendró una plutocracia opaca.

Adicionalmente, la crisis interna de la Izquierda Democrática —que involucra a la justicia ordinaria— recuerda la debilidad del sistema contencioso electoral y la ausencia de reglas claras; un pésimo presagio conforme más partidos enfrentan el mismo choque entre la militancia de base y sus líderes, ideológicamente difusos pero populares en las urnas.

Mientras, el futuro del Consejo Nacional Electoral sigue atado al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social y, por ende, en la mira de la ofensiva política en curso de la nueva mayoría legislativa, en tanto las demandas contra los vocales prosperan.

 ¿Qué se necesita para que los partidos privilegien la democracia antes que sus intereses e impulsen la reforma de la Ley Electoral?

FRASES DEL DÍA

«¿Qué es necesario para matar? Bien poca cosa: un arma y una cobardía.

Rafael Barrett (1876-1910), escritor español

 

«El caos no genera ideas ni valor; apenas alumbra , tarde o temprano, despotismo.

Nélida Piñón (1937), escritora brasileña