Moreno, el incómodo

Exiliado, ignorado y ahora a punto de ser procesado, el expresidente Lenín Moreno es ese viejo compañero incómodo del que todos buscan desmarcarse. Por su versatilidad ideológica, casi no quedan políticos ecuatorianos que no hayan comulgado con él en algún momento.

Amplios sectores de la izquierda, del ecologismo y del socialismo activista fueron fervientes simpatizantes del correísmo temprano —que devastó la institucionalidad y alumbró la Constitución de Montecristi—, cuando Lenín Moreno era vicepresidente. Muchos de ellos tomaron parte luego, junto a grandes nombres de la casta política, en la ‘descorreización’ posterior a la consulta popular de 2018, también bajo Moreno. Lo mismo sucedió al otro lado del espectro político; su temprano viraje contó con la abnegada asistencia de bloques políticos tradicionales e importantes grupos económicos, entre ellos el del futuro presidente Guillermo Lasso. Rafael Correa y sus lugartenientes —que no lo olviden—, incubaron a Moreno, lo tuvieron como funcionario por más de una década y lo llevaron a la Presidencia. Incluso la propia Justicia, que hoy lo ausculta, le debe su alineación actual a las maniobras de Moreno.

Al momento de lidiar con el legado del expresidente, la Justicia insiste en el juego de querer tocar a unos sin tocar a otros, de revisar ciertos rincones pero fingir que no percibe otros adyacentes. ¿Cuándo se escuchará, finalmente, el pedido de justicia total y verdad completa de la ciudadanía, en lugar de dejar que sea siempre la marea política quien dicta el rumbo y selecciona los blancos?