Las mujeres que mueren

Ecuador ha visto recientemente una serie de crímenes macabros que tienen algo en común: las víctimas eran mujeres y los victimarios —o presuntos victimarios— hombres cercanos a ellas. Casos como el de Lisbeth Baquerizo —asesinada a golpes en su casa—, de Johana Guayguacundo —estrangulada en una callejón— o de la bebé de once meses asesinada por encargo son algunos de los 20 femicidios perpetrados en lo que va de 2022, un preocupante aumento de 50% en comparación con el año pasado, que ya había sido el más violento hasta entonces. A eso se le suman otros casos que han conmovido a la opinión pública, como la violación que sufrió Brenda, la muerte aun no aclarada de Naomi Arcentales y el apuñalamiento de una mujer en un parque de la capital.

Pese a ello, el Estado ecuatoriano se rehúsa a destinarle a este gravísimo problema la atención y los recursos que requiere. Con su comportamiento, recrea el mismo vicio que enfrentamos como sociedad ante la incomodidad y vergüenza que suele suscitar la violencia de género, prefiere mirar a otro lado. El tema ha sido instrumentalizado y manoseado políticamente en campañas y discursos hasta la saciedad, pero las acciones concretas siguen pendientes.

El sistema de justicia requiere operadores entrenados para actuar con enfoque de género e invertir en tecnología y herramientas necesarias para garantizar la protección de mujeres en riesgo. Se requieren también los recursos para proveer casas de acogida y asistencia profesional, y así la vulnerabilidad inherente de las víctimas que la sociedad se niega a reconocer. Sin ello, seguirá la pantomima de rasgarse las vestiduras cuando ya es demasiado tarde.

FRASES DE DEL DÌA

«Hablar es de necios, callar de cobardes y escuchar de sabios.”

Carlos Ruiz Zafón (1964), escritor español

«No hay héroes, sino que ante hechos terribles, el contraste hace que la gente corriente buena se torne aun más visible.”

Banana Yoshimoto (1964), escritora japonesa