La enseñanza científica, otro pendiente

Históricamente, los costos de los insumos para la enseñanza básica de las ciencias fueron siempre prohibitivos. Por décadas, generaciones de ecuatorianos tuvieron que formarse apenas imaginando o escuchando sobre experimentos, reacciones o fenómenos que jamás alcanzaban a ver o realizar en persona. Este carácter exclusivo de la educación científica afectaba a toda la población, pero afectaba con especial agudeza a los sectores tradicionalmente más excluidos, como las mujeres. Una de las principales ventajas que ha traído el mundo contemporáneo, con el aumento exponencial de la producción y el comercio, es, justamente, el abaratamiento de la tecnología básica; algo que estamos aprovechando.

Cuando se habla de educación en el país, se insiste mucho en los salarios de los profesores —área en la que se dio un sustancial aumento—, en el estado de la infraestructura, en la conectividad e, incluso, en la salud mental y emocional en las aulas. Sin embargo, poco o nada se discuten los contenidos y las cambiantes exigencias del mundo con respecto a la educación. Es como creer que, mientras no se solucione lo primero, no tiene sentido discutir el fondo. Pero, ¿y si fuese al revés? Y, ¿si reformar los contenidos y el método de enseñanza aceleran la productividad social y la visión ciudadana de la educación?

El Ministerio de Educación se encuentra en proceso de contratar 5 mil docentes más y goza de un presupuesto de casi $6 mil millones; muchos países comenzaron con mucho menos. ¿Qué prioridad se dará a la ciencia?