Incómodo y necesario: denunciar la pedofilia

Pese a todos los defectos técnicos, artísticos e, incluso, políticos que se le puedan achacar a la película ‘Sonido de libertad’, su éxito radica en lo que muchas organizaciones han fracasado: aterrizar el debate sobre el abuso y explotación sexual de menores a lo cotidiano. En el caso de Ecuador, por ejemplo, el debate alrededor del aborto por violación dejó en claro que la opinión pública local estaba dispuesta a tolerar casi cualquier cosa con tal de no tener que ventilar un tema tan doloroso como ese.

En ciertos sectores, se glorifica el abuso y la explotación de menores. Poblado de apologías que buscan explicarlas como costumbre rural o como rezago de otra época, en Ecuador las relaciones sexuales, físicas o de poder con mujeres jóvenes —adolescentes o púberes, incluso— es aún un símbolo de estatus en ciertos círculos. Es común que no se sepa, ni importe, si la persona se encuentra en edad de dar su consentimiento legal, y en ocasiones quienes lo dan son sus padres. Como frente a muchas otras circunstancias desfavorables y despiadadas, son niñas y niños de bajos recursos quienes sufren del extremo más espinoso de la vara.

El debate es incómodo y políticamente incorrecto, aunque necesario pues la defensa de la niñez no debe tener tapujos ni tabúes. Dejar de lado el tinte político, religioso e ideológico que se le adjudica a un largometraje como este es, sin embargo, vital para debatir sobre su mensaje.

Hace varios años, cuando se hablaba de la penetración del narcotráfico en todos los aspectos de la vida civil en Ecuador, había ‘negacionistas’. Sobre la trata de menores y la pefofilia, los hay también; el Estado debe reconocer esta atrocidad y actuar acorde.