Temas resueltos y temas pendientes

Daniel Márquez Soares

Hay una regla que rige el mundo del entretenimiento y la política que, si los ecuatorianos termináramos de aprendérosla, nos evitaría muchísimo sufrimiento: los problemas solo se ventilan en las pantallas una vez que ya han sido resueltos. Asimismo, los líos en curso, los verdaderamente importantes, no se mencionan en películas o series; hacerlo significaría invitar a la discusión a las masas, con el caos que ello conlleva.

Las más dramáticas y emocionantes películas y series sobre la Guerra Fría no aparecieron en los sesenta, cuando la disputa era pareja y parecía que podía resolverse por cualquiera de los dos lados. Aparecieron en los ochenta, cuando la debilidad soviética resultaba ya inocultable. Lo mismo sucedió con la supuesta penetración de Occidente por parte de criptonazis sobrevivientes de la Segunda Guerra; el tema solo se abordó a partir de los setenta, cuando quedaba claro que ya no había una amenaza real, mientras que durante los cincuenta o sesenta su discusión fue incómoda y casi vedada.

Así, la mejor evidencia de que el problema del narcotráfico internacional ya ha sido resuelto en las altas esferas es la abundancia de información al respecto y la soltura con que se lo discute y aborda en el ámbito público. En los ochenta y noventa, cuando no estaba resuelto aún, la información al respecto era escasa y, en cierta forma, maldita; hoy, es tanta y de tan fácil acceso que resulta abrumadora.

¿Cómo se resolvió el problema del narcotráfico? Pues con la simple máxima de no salvar a quien no quiere ser salvado y dejar que sea el karma —no las fuerzas especiales norteamericanas— quien se encargue de impartir justicia. Todas las historias, series, telenovelas y películas que se han producido recientemente terminan de reforzar esa negativa.

Así, en lugar de seguir perdiendo el tiempo hablando de “GDOs”, “blancos de alto valor” o demás temas ya superados, los ecuatorianos debemos preguntarnos cuáles son los temas vigentes, aquellos que se están abordando y deliberando a puerta cerrada y de los cuales verdaderamente depende nuestro futuro; más o menos como fue la contención del comunismo en los sesenta, la lucha contra el narcotráfico internacional en los ochenta o la minimización de la influencia nazi en los cuarenta. Seguramente hay muchos más, pero hay uno en especial que no se puede dejar pasar: el alineamiento del Ecuador, con todos sus recursos naturales, ante el reacomodo geopolítico que estamos viviendo. Eso debería robarnos el sueño, no lo que sucede o deja de suceder en ‘La Roca’ o la discusión bizantina sobre si somos o no un ‘narcoestado’.