Esto explica muchas cosas

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Nicolás Merizalde

Entre las muchas consecuencias del conflicto entre Israel y Hamás, esta semana se ha constatado, para vergüenza de USA y de occidente, el crecimiento impune del antisemitismo en el corazón del mundo libre.

Estados Unidos fue desde siempre país de migrantes, de acogida y mestizaje, y estoy convencido, que eso enriqueció en gran medida su civilización. En la Segunda Guerra Mundial fue refugio de las mentes más brillantes del siglo, que huían de la barbarie nazi y prestaron sus fuerzas y talentos en beneficio del triunfo de los aliados. Buena parte de ellos, desde mi adorada Hannah Arendt hasta el mismísimo Albert Einstein, eran judíos.

Ahora, en las universidades más emblemáticas del país: Harvard, Yale y Columbia, se han registrado terribles actos de odio contra estudiantes judíos por defender la causa palestina. En lugar de encontrar una respuesta contundente y ejemplar, las universidades han decidido hacer mutis por el foro o dar pronunciamientos tibios. La academia no tiene ningún sentido si no garantiza la libertad de expresión y la de pensamiento de sus miembros. Los estudiantes judíos o pro Israel han sido atacados, los campus violentados y la pasividad de las autoridades es el resultado de una sociedad decadente incapaz de reconocer la urgencia de defender sus valores básicos o perecer cocidos en el caldo de los fanáticos.

No se han cumplido ni 100 años del auge del nazismo y parece que empiezan a rebrotar los vicios que lo engendraron. No sólo por la intolerancia, el racismo y el culto a la nación, también por el crecimiento del gasto en armas que sólo en China es del 60% extra. Eso, más las ambiciones imperialistas de Putin y esa flojera con la cual los países libres tienen para defender la democracia -así lo demuestra la reacción de la academia- no alimenta muchas esperanzas.