Fracaso en la venta del Banco del Pacífico

Ningún ecuatoriano debería celebrar el fracaso de la venta del Banco del Pacífico. Más allá del compromiso moral que tiene el Estado de desprenderse de dicha institución, el que no se haya presentado ninguna oferta digna de consideración demuestra las tremendas dificultades que enfrenta el Ecuador para atraer inversión extranjera.

El Banco del Pacífico es una empresa altamente rentable y el proceso de venta fue diseñado de forma pulcra y transparente para esquivar actores con intereses oscuros. Asimismo, la banca es un negocio considerablemente seguro en el país. Sin embargo, todas esas ventajas pesaron muy poco frente al altísimo riesgo que implica hacer negocios con el Estado ecuatoriano o, peor aún, al de vivir al vaivén de las revanchas políticas y la inseguridad jurídica.

Ecuador necesita, a toda costa, inversión extranjera. Además, el presupuesto del próximo año ya asumía que el Gobierno iba a disponer de esos recursos procedentes de la venta del banco. Resulta desalentador que, de cara a un futuro cercano muy desafiante — en el que no es seguro que el país cuente con el mismo apoyo financiero de los multilaterales ni con la misma recaudación tributaria, y en el que el servicio de la deuda se sentirá más— los potenciales inversionistas se vean disuadidos por la inestabilidad política e institucional del país.

Un país con un mercado tan pequeño no puede darse el lujo de ser, además, complicado y hostil hacia la inversión extranjera. Ojalá la clase política y las autoridades acepten que el Ecuador está pagando un altísimo precio, en oportunidades perdidas, por la convulsión política permanente que ellos instigan y azuzan.