Fernando Villavicencio

Hoy, 10 de Agosto, cuando Ecuador debía celebrar su valentía durante la Independencia, el país amanece consternado y sumido en el miedo. El vil asesinato de Fernando Villavicencio marca un punto de quiebre.

La imparable escalada de violencia espeluzna a cada habitante. El Estado, perplejo, no atina a proteger, de un mal que resulta ya incomprensible, a sus ciudadanos, funcionarios y servidores.

Queda claro que nadie está a salvo cuando, en pleno centro financiero de la Capital de la República, se asesina a una figura pública rodeada de seguidores y custodios. El terror rebasa la lógica e, inevitablemente, contaminará las decisiones políticas, sociales y económicas, en todo el territorio nacional, en los años por venir.

El asesinato de un candidato a la Presidencia, a 10 días de la elección, hubiese resultado impensable en Ecuador, pero la memoria histórica nacional y regional deja lecciones. El asesinato en 1990, en Colombia, de tres candidatos, y en 1994, en México, el del virtual presidente electo, entre otros en la región, ahondaron la tenebrosa era de violencia. Pero asimismo, la indignación que desató el asesinato en 1978 de Abdón Calderón Muñoz sirvió para que los ecuatorianos se unieran en defensa de una democracia que se escabullía.

LA HORA extiende su más profunda solidaridad a los familiares, amigos y seguidores de Fernando Villavicencio. Esta inconmensurable tragedia debe y puede convocar a todos los actores políticos y sociales. La salida a esta crisis no será sencilla, pero empieza por recobrar la serenidad, lograr que este crimen no quede en la impunidad y sembrar, desde ya, paz en cada rincón del país.