El gobierno que hoy termina

Solo el tiempo dirá si es que Guillermo Lasso fue una víctima de las circunstancias o, al contrario, el irresponsable derrochador de una oportunidad única. Él, que parecía destinado a inaugurar una nueva vía al progreso en el país centrada en la libertad y el imperio de la ley, termina su periodo prematuramente, con una bajísima popularidad y ante una crítica que lo señala, casi unánimemente, como un fracaso. Tanto insistió, a lo largo de su mandato en emplear a manera de excusa el legado de gobiernos pasados, que incluso quienes podrían defenderlo mencionando por elemental justicia dichos atenuantes, prefieren no hacerlo.

En circunstancias extremas, como el violento levantamiento de junio de 2022, el presidente Guillermo Lasso siempre se apegó a una línea que, en última instancia, pudo haber pecado por ser excesivamente indulgente, pero jamás por injustificadamente violenta o arbitraria. Igualmente, en los momentos de crítica exacerbada, acusaciones infundadas o divergencias con otros poderes del Estado, siempre supo mantenerse respetuoso de la separación de poderes y de la libertad de prensa. No obstante, fue un mandatario incapaz de aceptar sus propias limitaciones, de entender la magnitud de los problemas que enfrentaba y de escuchar las oportunas advertencias. En lugar de asumir los desafíos de gobernar, buscó consuelo demasiado rápido en la comodidad de una corte aduladora.

De hoy en adelante, quienes lo sucedan en el poder podrán emplear al ‘Gobierno del Encuentro’ como chivo expiatorio al que endilgarle la culpa de futuros fracasos. Sin embargo, está por verse si serán capaces de superarlo en sus aciertos y de, en verdad, no repetir sus errores.