Una muerte digna

Giuseppe Cabrera

En Ecuador se ha planteado un recurso para declarar inconstitucional la penalización de la muerte asistida o eutanasia, quien lo ha hecho plantea el derecho a la muerte digna como elemento desarrollado en nuestra actual Constitución. No voy a dejar mis convicciones que apuestan por un constitucionalismo democrático sostenido en los órganos colegiados electos, como la Asamblea Nacional como garantes del desarrollo normativo y, tristemente creo que, sigue dándonos un modelo paternalista que fácilmente puede retrotraerse por fuerzas retrógradas, así que no ocultaré que preferiría que el tema sea tratado a través de una reforma al COIP en el legislativo pero, dado que por el momento nuestra democracia es lo que es, no puedo más que apoyar la eutanasia como concepto y esperar que la Corte Constitucional declare su constitucionalidad y permita a quienes lo desean morir con dignidad, una dignidad que la definen ellos mismos, porque no estamos dando paso libre al suicidio que tampoco es penado, sino a morir asistido por personal médico, cuando se sufre una enfermedad catastrófica y degenerativa, que va complicando tu vida y haciéndola dolorosa durante el tratamiento que se recibe, entiéndase el cáncer como la más conocida o el Sida en su etapa terminal, distinto claro está al VIH.

En esos casos y, con seguimiento y ayuda psicológica previa que avale una decisión consciente que no deriva de cuadros o diagnósticos psicológicos tratables, todos deberíamos tener la opción de decidir dejar de sufrir, porque aunque morir con los tratamientos no es indigno, se pierde la dignidad cuando estoy dando una batalla que no quiero cruzar, sufriendo dolores y viendo reducida mis capacidades físicas e intelectuales sin que haya decidido eso y, con la frustración de saber, que aun siguiendo el tortuoso tratamiento que me han dispuesto, mis posibilidades de sobrevivir son mínimas y dependen más de un milagro que del avance de la medicina o de la tenacidad con la que enfrente la enfermedad.

Dejar morir a nuestros enfermos no es misericordia, es libertad, es decidir cuando ya he sufrido suficiente y quiero ser recordado como quien fui en mi mejor momento.