Recordatorio Sin Alarma

Pablo Javier Villavicencio García

Pablo Javier Villavicencio García

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El tiempo, un tesoro incalculable en el banquete de la vida, fluye sin pausa y, paradójicamente, se esfuma cuando más lo necesitamos. El reloj se convierte en una insaciable vorágine que nos arrastra en un remolino de tareas, distracciones y preocupaciones. ¿Cuántas veces hemos malgastado sus preciados minutos en trivialidades?.

En esta eterna sinfonía, somos apenas notas fugaces, intérpretes breves de una partitura que no podemos elegir. No hay ensayos ni repeticiones; cada instante es una oportunidad única, un destello irrepetible. Es hora de apreciar la inmensidad de este regalo.

¿Cuántos planes postergamos esperando el momento perfecto? El reloj sigue su marcha inexorable mientras dejamos pasiones en suspenso, palabras sin decir y sueños sin cumplir. No es que el tiempo falte, sino que no sabemos aprovecharlo.

Al valorar el tiempo, nuestra mirada cambia. Las pequeñas cosas adquieren relevancia, los instantes insignificantes se vuelven memorables. Los abrazos, las risas y las charlas cobran vida propia, porque en ellas reside la esencia de la felicidad.

Es vital aprender a conjugar las distintas melodías que nos ofrece el tiempo. Si bien la prisa puede ser imperante, la pausa es su complemento imprescindible. En un mundo saturado de ruidos, tomarse un respiro se vuelve una forma de resistencia.

El presente, esa dimensión donde el tiempo se materializa, es el terreno donde debemos plantar nuestras semillas. Construyamos una cosecha de momentos significativos y experiencias enriquecedoras. No se trata de sumar días a la existencia, sino de hacer que cada día cuente.

El reloj no se detendrá, pero nosotros podemos aprender a bailar al compás de su ritmo. Aprovechemos su inestimable valor para romper la inercia y ser protagonistas de nuestras vidas.

En este garabato de horas y minutos, abracemos la ironía que conlleva: solo cuando entendemos lo valioso que es el tiempo, podemos realmente apreciarlo. Así que, desafiemos al tic-tac implacable del reloj y disfrutemos de la inestimable riqueza que nos brinda cada segundo. La vida es una melodía efímera, pero si la saboreamos con plenitud, resonará por siempre en los corazones de quienes la vivieron con pasión y consciencia.