Que dificil decir adiós

Jaime López

Las condiciones para quienes estuvimos allí no eran las mejores, fuimos a que se nos informe sobre la prueba sobre el Covid-19 y al recibir el informe que eran positivas nos provocaron desaliento, y al circular por los pasillos del hospital, coincidimos con su hija que agobiada por el llanto nos dijo que a su padre la ingresaron a emergencia por que  estaba muy mal, la camilla estuvo cerca de nosotros y hablamos con él, estrechamos sus manos y juntamos nuestras lágrimas, porque con voz apagada nos dijo que ya no había nada que hacer, que el diagnóstico era implacable, siempre es difícil decir adiós porque el rigor del idioma muchas veces no perdona y nos vuelve agoreros sin quererlo, entonces la despedida tenía que cubrirse de esperanza.

Y allí quedó el último encuentro con quien mantuvimos una amistad enmarcada en los valores que nunca olvidamos, que se revelaban en las reuniones que tuvimos para caminar por el mismo rumbo, ese que ahora parece estar disfrazado, pero que Leopoldo siempre lo mantuvo limpio, porque su identidad era ser noble, franco, guardando su pasado lo que le ayudaba a desarrollar acciones como tenía que hacerlo y satisfacer lo que todos esperábamos.

Nunca nos defraudó y hace rato se convirtió en paradigma, su dolorosa ausencia física no le va a impedir que ingrese al templo de los ancestros de su querido Ambato, porque esa es la herencia que todos debemos aprovechar  y recordar que como muy pocos elegidos, nunca atesoró riquezas desempeñando funciones en diversas instituciones del Estado, incluido ministerio y parlamento, debemos ajustar nuestra memoria y mencionar cuantos de los que conocemos pueden exhibir estados financieros límpidos y no desmesurados, ocultos en lo que cometieron embarcados en la nave de la corrupción, con certificados de discapacitados, lucrando de sus riquezas que los alejó de sus antiguos amigos. Leopoldo cumplió consigo mismo, muchos no lo hacen, desde el espacio otorgado en el Diario La Hora cumplió con sus lectores. Dificil decir adiós y no caer en frases elaboradas, que todos los usan. Mejor recordar las lágrimas vertidas esa última vez y decirnos hasta vernos nuevamente, querido Polo.