Pensar en la muerte

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Para mí, ser patriota (palabra anticuada), es trabajar por un país que difícilmente se alcanza a ver. Los cambios sociales son lentos, y está bien que sean así, siempre y cuando, detrás existe una deliberación democrática, crítica y serena para abordar temas complejos y llegar a soluciones no necesariamente eternas. 

Paola Roldán murió esta semana sin hacer uso del fruto de su lucha. Murió tras una larga batalla contra su dolor que no le impidió abanderar una discusión importantísima en un país en el que solemos gastar saliva en nimiedades. 

Sin importar la posición que usted y yo tengamos frente a la eutanasia, esta mujer nos obligó a repensar la forma en que nuestra sociedad trata a los más enfermos, los límites entre el derecho a la vida y la felicidad cuando chocan contra la decrepitud de nuestros cuerpos. Nos hizo dudar, pensar, discutir y poner en revisión dogmas y posiciones éticas que son la raíz desde donde entendemos la vida y la forma en que compartimos esta extraña experiencia con los demás. 

A veces pensamos que hablamos de leyes, cuando en el fondo hablamos de filosofía, de maneras de entender el mundo y la vida, y claro, la muerte. Solo por el hecho de habernos acercado a lo importante, la vida de Paola valió la pena. Aún más, si pensamos que logró su cometido y dejó un país diferente al que conoció. 

Ella, que pudo despedirse en silencio y sin rendir cuentas a nadie porque contaba con atención médica y legal de calidad, dos privilegios en nuestro sistema ahuecado. Ella puso el pecho, la voz, el dinero, las lágrimas. Hizo patria y nos hizo más humanos porque nos motivó a pensar en el fin. Somos la única especie consciente de su destino por eso hoy les sugiero pensar en ello sin miedos, con valentía y serenidad, en ese fin que habrá de llegar y ojalá nos encuentre como a Paola, con la satisfacción del deber cumplido.