Para los indefensos

Giana Villalva

El minimizar el valor de la vida porque se estipula que la inteligencia del ser que vive es inferior a la de un humano es darle poca importancia a la crueldad. Cuando actos de maldad se vuelven hechos cotidianos contra los indefensos y se quedan impunes. El creer que un animal de compañía es inferior porque no pueda darse a entender por el mismo lenguaje, no minimiza el sufrimiento que siente cuando es agredido o abandonado.

En Ecuador las constantes luchas en contra del maltrato animal dieron paso a la implementación de la sección segunda del Código Orgánico Integral Penal (COIP) denominada Delitos de Acción Privada Contra Animales que Forman Parte del Ámbito para el Manejo de la Fauna Urbana en donde se detallan en pocos artículos algunas formas de agresión animal y su penalización, sin embargo, a pesar de estar establecidas las penas no generan mayor impacto en los agresores evidenciando esto en los incontables casos diarios que logran ser expuestos mediante redes sociales.

Spayk, un perro similar a un husky siberiano, sentó un precedente en Ecuador contra el maltrato animal, no solo porque es un caso que conmocionó al sector de la Argelia en Quito fomentando la concientización sobre el maltrato animal por los aspectos que rodeaban al caso sino también porque se hizo justicia al condenar al procesado a tres años de prisión, a una reparación integral a los tutores y a disculpas públicas, además de ordenar un tratamiento psicológico para este y la prohibición de poseer animales de compañía. El caso de Spayk es uno de los muchos que se suscitan a diario, un ejemplo de que no existen límites para la maldad. Así mismo Ambato no queda exento cuando a principios de este mes se presentó el caso Angelita, una cachorra asesinada a golpes.

Aún si las leyes imponen una compensación por parte de la persona procesada hacia los tutores del animal no existe monto alguno que cubra el dolor de perder a un integrante más de la familia, a un ser vivo.