No deben representarnos

Iván Paredes

El dictamen de la muerte cruzada fue un respiro y alivio para el gobierno, pero se convirtió en el oportunismo esperado para unos cuantos que han estado buscando por los rincones y la oscuridad pérfida para candidatizarse, cuyo primer paso lo han logrado, el figuretear; para luego, con las artimañas que, conjuntamente, con su grupo de malandrines ocupar un espacio en el poder estatal como padres de la patria o representantes de la Nación, sin siquiera, poder expresarse o conocer los mínimos lingüísticos y fenológicos; peor aún, aquellos que teniendo controversias con la justicia, responder a su comportamiento social, responsabilidades que cumplir, en especial, con sus hijos menores, se convertirán en representantes de una provincia y sociedad que está muy lejos de tener similitud con estos personajes.

Por supuesto, que hay mínimas excepciones que le toca al votante identificar, lo cual, no es nada fácil porque vienen auspiciados por un movimiento o partido político que no escoge a los mejores ciudadanos, sino, a quienes son parte del caudillismo político, cuyo objetivo es mantener el control del poder dejando de lado los intereses y beneficios del Estado en su conjunto. Aprovechan de la fuerza política actual que tiene un espacio político para infiltrarse sin el menor escrúpulo, porque, saben que se escogimiento no es por individuo, más bien, por afinidad, querer o gusto a una organización política. Un candidato a asambleísta por Tungurahua, tiene una gran deuda atrasada por pensiones alimenticias, estando imposibilitado de acuerdo a lo que dictamina la Ley, pero sus artificios, posiblemente, le lleven a ocupar una curul. ¿Acaso el ambateño y tungurahuense se merece tener una representante de esa magnitud? Se hace menester que la ciudadanía honesta y transparente exija candidatos con altos valores humanos, de lo contrario, la muerte cruzada no servirá de nada y volveremos a tener asambleístas similares a los que rechazamos.