Como en el fútbol

Alejandro Querejeta Barceló

Con rapidez, dados plazos electorales tan cortos, los candidatos a todas las dignidades se han ido definiendo. Aparecen viejos conocidos, en particular entre los caballeros. Los que triunfen ejercerán el poder por un tiempo relativamente corto, según la Constitución.

Abundan las encuestas en medio de los escarceos, polémicas y desórdenes. En estos casos se suele aconsejar a los votantes que es necesario que todos pensemos en el largo plazo, aunque ese “largo plazo” brille por su ausencia en las promesas preelectorales. Como se sabe, la mayor enemiga de la prosperidad compartida es la incertidumbre.

Comienza a ganar espacio la futura revancha de unos contra otros, con los ya conocidos machos alfa al frente, y los anuncios de ‘regreso victorioso’ de aquellos que se autoproclaman como ‘perseguidos políticos’. Como si no nos importara la verdad, premiando sus desaseadas prácticas.

El término ‘hubris’, es decir, la desmesura, lo opuesto a la sobriedad y a la moderación, es lo que suele conquistar mayor porcentaje de votos. Y es también un recordatorio de la imprescindible transparencia y vigilancia que, como ciudadanos, debemos observar en este accidentado período.

Son pocos los que expresan arrepentimiento por sus decisiones porque reconocer errores propios, cuando el poder o la imagen están de por medio, es muy difícil. Pocos hablan de pactar, de ponerse de acuerdo y generar previsibilidad y expectativas de crecimiento a largo plazo. Sería una sorpresa en un país en el que, no obstante, las sorpresas son frecuentes en el plano político.

El otro es el mal, aplastarlo es bueno. ¿Cuáles son los costes morales, económicos, sociales y políticos? En este contexto es muy difícil abordar un debate sereno y clarificador sobre cualquier tema. También en nuestra política, como en el fútbol, las épocas de exaltación de las emociones y la ignorancia tienen partido de ida y partido de vuelta.

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