Razón versus emoción

Positividad tóxica
Personaje lojano

Álvaro Peña Flores

Qué bonito y bien combinado suele verse un teléfono de última tecnología con nosotros, acorde a nuestros rasgos físicos y estilos de vida; una colonia de marca, se la percibe mejor en personas eminentemente bien parecidas; mientras más similares seamos a los modelos o maniquíes de los almacenes, mejor atracción hay sobre las prendas de vestir; y, por supuesto la casa se vería fenomenal renovando los artículos del hogar.

Cuando las empresas apoyadas en la ciencia descubrieron que las personas deciden sus compras mediante la activación de las emociones, no dudaron en emplear sus estrategias a través del neuromarketing; cuyo resultado final es: “me encanta, me lo compro”, “me lo merezco” o “para eso trabajo”. Estudios indican que el 95% de las decisiones que se toman al momento de comprar son irracionales e inconscientes, por lo que se puede concluir que la necesidad de comprar es creada en ese momento a través de un accionante emocional que impulsa a adquirir lo deseado, pero no necesitado.

Con el Black Friday a las puertas y el inicio de un periodo de consumo excesivo, estamos frente a una batalla comercial que nos gana partida. Consumir es una actividad básica diaria y repetitiva, lo ideal sería que el proceso de consumir vaya acompañado de una gestión eficaz de las emociones, con una simple pregunta: ¿en qué afecta mi vida si no compro lo que deseo?, si la respuesta es “en nada”, no vale la pena comprarlo.

Como el anterior, hay muchos ejemplos que nos permiten identificar qué es lo que realmente necesitamos. Las necesidades suntuosas son creadas, las básicas no, porque a como dé lugar hay que satisfacerlas. Lo ideal en el comportamiento del consumidor es equilibrar la razón versus emoción, logrando de esta forma dominar los impulsos emocionales que son la base de la voluntad y del carácter personal. De otra forma, las tarjetas de crédito no soportarían un avance más.

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